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Música

La Sonrisa de Morrissey

Señor Morrissey, le recomiendo con todo respeto que funde un albergue o vaya usted organizando una iniciativa para la adopción masiva de toros de lidia.

The bullfighter dies,

And nobody cries…

Nobody cries…

Because we all want the bull to survive.

- The Bullfighter Dies (extracto), Morrissey, 2014.

El 19 de mayo se lanzó un adelanto más de World Peace Is None Of Your Bussiness, el próximo disco de Morrissey. El adelanto consiste en un video (que curiosamente desapareció del internet este fin de semana) sencillo: el cantante acompañado de un pianista y un trombonista, declamando las letras de la canción de manera pausada y saboreando cada palabra. La canción se titula The Bullfighter Dies y es una celebración de la muerte de un torero. El contexto planteado por la narrativa de la canción es muy iluminador. En la trama, el narrador (presumiblemente el mismo Morrissey) habla de sentirse enfermo en Sevilla, solitario en Barcelona, gaga en Málaga, sin recibir piedad en Murcia y volviéndose loco en Valencia, cuando de pronto escucha la noticia: un torero ha muerto; entonces tanta nostalgia acumulada se desvanece y sólo queda la felicidad de la buena noticia. El torero -ese cruel y artero Mr. Shankly- ha muerto y nadie lo llora, porque todo el mundo quiere que el toro sobreviva.

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Que sobreviva para regresar al campo a pastar a las alegres colinas de pasto verde que desembocan en el río, con el cielo abierto para contemplar todos los días, rodeado de los suyos y rumiar las anécdotas traídas del violento mundo de los humanos y su plaza de toros al cobijo de la luz de la luna. Eso, por supuesto, no lo dice la canción de Morrissey, pero se sobreentiende. Al fin y al cabo, ¿para qué querríamos que sobreviviera el toro al trance de la lidia si no es para vivir una existencia plena y en libertad? Por supuesto no para convertirse en comida, ser utilizado en fatigosos trabajos (para los que no sirve por su condición de bravo) o ser procesado industrialmente para hacer uso de su piel y huesos, todos ellos escenarios impensables desde el punto de vista del autor, quien lleva una vida luchando por los derechos de los animales. Su felicidad, pues, es una manifestación racional de sus inclinaciones ideológicas, mientras que la sonrisa que lo acompaña durante todo el video es la expresión natural de esa felicidad. Ni más ni menos.

Por desgracia, el mundo funciona de manera distinta, por lo menos el de los toros. Como no me gusta pensar que la gente tiene malas intenciones por el mero hecho de tenerlas, tiendo a creer que el señor Morrissey está simplemente mal informado, así que en el interés de ayudar, me tomé la libertad de elaborar de manera brevísima sobre tres puntitos a considerar cuando se toca el tema, pensados con especial dedicación para uno de mis vocalistas semi-vivos favoritos -esperando que Tom Waits o Shane MacGowan jamás se pronuncien en contra de la fiesta de los toros:

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1. El toro nunca va a sobrevivir, a menos que sea a través de la tauromaquia. As a matter of fact. Se ha dicho en muchos medios y es cierto, la única razón para la que se crían los toros de lidia es con el objeto de hacer honor a su nombre y ser lidiados. La crianza ocurre en lugares especializados que se conocen como “ganaderías de bravo”, donde los animales viven en grandes extensiones de tierra en estado de semi-libertad, ya que necesitan el ejercicio y deben tener la menor cantidad de contacto con los humanos. Estas extensiones de tierra y las vacadas que albergan apenas subsisten con el dinero de los toros que los ganaderos logran colocar en las plazas. Es más, conozco a varios y la mayoría termina invirtiendo dinero por puro amor. Por otra parte, los toros pueden salvar la vida a través del indulto en la plaza, a través del cual se les perdona la vida para que regresen a sus ganaderías a padrear (esto es, ser padres) y hacerse viejitos en el campo. Por supuesto, este premio tanto al animal como al ganadero le está reservado a toros extraordinarios que tienen la suerte de ser lidiados por toreros que logran sacar a flote su calidad. De acabarse la tauromaquia y con ella la finalidad de perpetuar la raza, el destino natural será el matadero. Lo cual me lleva al segundo punto:

2. Eliminando la tauromaquia no se elimina el sufrimiento de los toros, sólo se descontextualiza y se pervierte. No creo que haya un aficionado a los toros que pueda creerse el cuento chino de que los animales no sufren. Si bien es cierto que hay varios estudios que indican que los toros de lidia tienen una inusual carga tanto de testosterona como de adrenalina -lo cual explica su comportamiento ofensivo e instinto de pelea- que los “ciega” a dolor después del primer puyazo en la suerte de varas, no hace falta ser un terrorista de PETA para estar consciente de la vida que se extingue en el ruedo con cada toro y todo lo que ello implica desde una perspectiva ética. Sin embargo, al estar rodeado de una rigurosa serie de rituales (desde el paseíllo, cuando los toreros parten plaza, hasta el arrastre, cuando los restos del animal son sacados del ruedo), el sufrimiento se contextualiza dentro de una liturgia que lo dota de sentido, de tal forma que la muerte del toro es todo menos violencia gratuita, perversa y sádica. El contexto es todo.

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3. Algunas cosas que no nos gustan, aunque no nos gusten, terminan sirviendo mejor a los objetivos personales que nuestras personales opiniones. En este caso, por más respetable que sea el disgusto, rechazo y hasta odio que suscita la tauromaquia, la verdad es que cumple mejor con el objetivo de “salvar a los toros” que su prohibición. Nomás por afán de recapitular, lo vuelvo a explicar: el sentido de la existencia del toro de lidia está definido por su uso en la fiesta de los toros (duh), sin fiesta de los toros y la economía que genera, las ganaderías -donde se crían los toros- no se pueden mantener (a veces ni con eso basta) y si las ganaderías no se pueden mantener, los toros no pueden sobrevivir (doble duh).

En resumen, señor Morrissey, le recomiendo con todo respeto que funde un albergue o vaya usted organizando una iniciativa para la adopción masiva de toros de lidia. A menos, claro, que prefiera que de ser los protagonistas en la arena pasen a ser protagonistas de las hamburguesas que tanto le repelen. Ah, y que antes de sonreír orondo por “arreglar” el mundo con sus canciones, se detenga a informarse tantito primero. Está probado que conocer a fondo lo que se detesta ayuda a construir argumentos rotundos y, en algunos casos, hasta puede crear puentes entre posiciones encontradas.

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Miéntenme la madre aquí: @ramoncarazo

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