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Música

Los problemas de intentar hablar sobre Agustín Lara

Cantó sobre salir de putas, armar borlote, ponerle el cuerno a la amante para irse con la esposa y sacar a bailar a la más guapa, aunque el pretendiente parezca salido del prepucio de Frankenstein.

A lo largo de los últimos años he abusado de la bebida. Esta no es una declaración de alcoholismo, sino una mera nota aclaratoria. En esos años, como muchos bebedores, a menudo me he encontrado inmerso en conversaciones que no van a ningún lado sobre temas que importan. No necesariamente que importen en el sentido en el que -digamos- la política económica de un país o qué Estado se llevó Miss México este año, pero que revisten cierta importancia para quien los pone sobre la mesa. Para mí, ese tema es Agustín Lara.

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El obstáculo más grande con el que me he encontrado para hablar sobre Agustín Lara es que todo el mundo sabe quién es, pero nadie lo conoce. No tengo todos los pelos de la burra en la mano para ponerme a soltar hipótesis serias, pero mi instinto me dice que es porque a pesar de que pocos discuten su importancia como ícono pop, a nadie le calienta ni medio huevo. Esto no es culpa ni de Agustín Lara, ni de quienes no están escuchando su música, ni de nadie. La urgencia -prima calenturienta de la relevancia- tiene siempre fecha de caducidad.

El siguiente escollo son sus redentores. Llevo 30 años de vida esperando que un cover de algún artista viejo lo traiga de vuelta. Vamos, que ni la competente versión de Chris Thomas King a “Hard Time Killing Floor Blues” trajo a Skip James de vuelta. Tuvo que venir “Ghost World” para ponerlo otra vez en el mapa. Los covers no sirven para hacerle promoción a los músicos originales. En el mejor de los casos, sólo sirven para re-interpretar su música. Que le pregunten a José José.

Aunque, la verdad, los peores son sus redentores oficiales. Los que están en la nómina de alguna institución del Estado y cuya chamba consiste en borrar todo trazo de incomodidad a cualquier fenómeno que consideren parte de la Historia de México (con mayúsculas, para imaginarnos que está incrustada con pedrería). Todos esos que prefieren no recordar que Pancho Villa llegó a rogarle a Huerta por su vida de rodillas o que la tierra para trabajarla de Zapata a menudo incluía a las hijas de los hacendados y terratenientes, por citar dos ejemplos concretos. Pero me salgo del tema.

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Luego viene el tema de las capas de pintura en el chasis del viejo Corvette de la armadura oxidada. Agustín Lara cantó sobre salir de putas, armar borlote, ponerle el cuerno a la amante para irse con la esposa, las nalgas de una mujer y sacar a bailar a la más guapa de la fiesta, aunque el pretendiente parezca salido del prepucio de Frankenstein. Sucede que lo hizo utilizando expresiones como “te has vuelto medrosa y cobarde”, “patio que huele a noviazgo”, “tu cuerpo, del mar juguete, nave al garete” y “otra vez robe a los lagos la claridad de sus aguas”. Ya veremos cómo envejecen Wisin y Yandel cuando a su público deje de gustarle la mona, como a la gente dejó de gustarle el menjule veracruzano.

Todo esto sin olvidar que es prácticamente imposible conseguir un álbum de Agustín Lara original. Abundan las compilaciones y los discos de éxitos, pero salvo por “Fantasía Española” con Javier Solís, es imposible encontrar un álbum de su autoría completo. En buena medida se debe a que entre los 30 y 60 los músicos nacionales escribían pensando en tener una alta rotación en radio con un sencillo por semestre sin necesidad de extraerlo de un disco en particular. Esto significa que no hay portadas de colección, set de canciones a estudiar, relación obvia entre letras de un mismo disco y de álbumes clásicos.

Por otra parte, no olvidemos a quienes se comportan como si Agustín Lara sólo hubiera escrito pasodobles toreros, esto es, que glorifican a “gente mala” y por lo tanto desnudan en su maldad a quien los escribió. La verdad, sólo he conocido a una persona así, pero con una es suficiente. Por mi parte, me gustan los pasodobles de Lara porque para ser medio villamelón y jamás haber pisado España, se le daban con mucha facilidad.

Por último estamos los mamadores. Todos aquellos que no dejamos ir las cosas irrelevantes, por miedo a que nos lleven con ellas -quizás más que miedo sea una especie de paranoia, eso me gusta más. Todos aquellos que alguna vez cerramos una peda de tres días con “Veracruz” en un domingo a las tres de la tarde, nomás porque estábamos en nuestra casa o en la de otro, pero nadie podía moverse por la cruda. Todos los que alguna vez fuimos a pescar tarareando “Farolito” y que creemos, por ignorancia, que el mundo era mejor cuando los hombres usaban saco cruzado y el cigarrillo colgando, aunque parecieran padrotes.

A callarnos la boca para no hablar del pasado, pues.