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Música

La vida después de la gloria: La agonía de las orquestas tropicales en Bogotá

Aunque siguen siendo tan populares como siempre, cada día es más jodido poder vivir de la gozadera siendo independiente.

Ilustración por Curzi. 

A todos nos fascina darle vueltas a ideas tan idílicas y difíciles de medir como la de que todo tiempo pasado fue mejor. Un pensamiento que puede encajar o no con la forma en la que interpretamos el éxito y la felicidad, siendo especialmente amargo para los nostálgicos.

Pero también es difícil resistirse a la nostalgia cuando las mieles de las mejores épocas se convierten en simples recuerdos y dejan de poner pan sobre la mesa. Así sucede desde hace un buen tiempo con la vida dentro de las orquestas tropicales, una figura a la que se le agotaron los años de gloria pero que siempre será una joya entre los melómanos colombianos.

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Sin duda el amor por el sabor tropical no ha peligrado, pero esta música ya no produce nuevos sonidos relevantes en el mercado aparte de la movida de los proyectos fusión. Para casi todos los demás, el manejo de una orquesta se convirtió en un negocio casi inviable cuando se está fuera de las grandes ligas.

La popularización tardía del piano secuencia en Colombia en los tempranos 2000 marcó uno de los impactos más duros para las orquestas de lo tropical, debido a que se volvió más rentable tener un DJ o un cantante al lado de un 'pianista' de secuencia en vez de los doce o catorce miembros que necesita una orquesta  para sonar bien.

Algunos veteranos de este mundo como 'Manolo' Galvis, miembro de la Asociación Colombiana de Músicos Tropicales (ACMUT), les tienen un apodo con poco estima: los mimos, porque "solo tienen que pretender que saben tocarlo y suena como si tuvieran la orquesta entera a sus espaldas".

Según lo explica Galvis, un contrato con uno o dos mimos puede costar un millón por cinco o seis horas, mientras que los doce o catorce integrantes de una orquesta se reparten entre cinco y seis millones, diez millones para arriba si es famosa y 20 para arriba si es de las grandes ligas.

Pero de acuerdo a Galvis ahora incluso las orquestas famosas utilizan mucho el 'ven tú'. Ninguna permanece con la alineación de los mismos músicos, ni siquiera los Tupamaros. "El músico va para donde mejor le paguen", comenta.

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Es cierto que incluso en sus buenos tiempos la larga extensión de las orquestas ya era un dolor de cabeza para su rentabilidad. Como recuenta el historiador musicólogo Federico Blodek, aunque los 60 fueron su época de mayor creación musical, las vastas alineaciones sintieron el impacto de nuevos sonidos electrónicos como el del 'Solovox', una especie de órgano que sintetizaba los sonidos de los instrumentos de viento y el piano.

Sin embargo, la situación actual de estas orquestas se remonta a problemas que van más allá del impacto tecnológico que han enfrentado todos los sectores en la industria musical. La cultura de cómo se percibían ha cambiado, ya que tener una orquesta tocando ésta música en una fiesta es cada vez menos indispensable, aunque siga viéndose como algo prestigioso.

Lo irónico es que el paso de los años no ha disminuido el gusto de los colombianos por el sabor tropical. Según lo indica una de las más recientes encuestas de consumo cultural  (CSC) del DANE, este género y el vallenato siguen siendo los que mayor porcentaje promedio de favorabilidad tuvieron entre la muestra en tres periodos distintos: 2010, 2012 y 2014.

La plata para las orquestas de bajo perfil está sobre todo en  las celebraciones de grandes eventos o ferias de pueblo, pero incluso en estos escenarios también predomina la mentalidad de que solo vale la pena invertir en artistas extranjeros o subcontratar a los mimos o las orquestas de renombre que llevan varios años quemándose.

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"Los alcaldes cuando lo van a contratar a uno le dicen: hermano es que no hay plata, no tenemos pa' pagarles a ustedes cinco o seis millones de pesos. Nos venimos aburridos y nos enteramos que en las fiestas se traen a Rikarena o el Gran Combo y se gastan 120 millones. Es la cultura misma de nosotros que apreciamos más lo de afuera" explica José Bohórquez, un veterano ex Alfa 8 y La Reforma que preside la ACMUT.

Para este músico la secuencia no es el único veneno que extingue a la orquesta tropical,  también cree que la siempre complicada 'payola' contribuyó a que los compositores con talento pero sin plata quedaran marginados de la industria musical porque todo su material quedaba por fuera.

"Cesar Augusto Jaimes, el director de Olímpica, fue quien trajo la payola a Bogotá hace dos décadas y las otras emisoras lo empezaron a emular" José Bohórquez. Presidente de ACMUT.

Como lo también lo explica Blodek, las legendarias décadas de los 60 y 70 fueron seguidas por el declive de varias agrupaciones que durante los 80 desaparecieron como Los Hermanos Matelo de San Andrés, Los Graduados del 'Loko' Quintero y la Afrosound producida por Julio Ernesto 'Fruko' Estrada.

Durante ese lapso otras de las más antiguas empezaron a hacer recortes de personal porque los contratos fijos eran un lujo y sus costos demasiado altos. La competencia en el mercado se arreció frente al crecimiento del vallenato, la salsa y el merengue, a pesar de que Discos Fuentes y Codiscos seguían invirtiendo esfuerzos en una dura rivalidad para ver quien tenía los mejores artistas tropicales.

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El rol de la radio en ese momento se volvió más importante que nunca y Candela Estéreo, Tropicana Estéreo y Radio Uno, entre otras, lideraron la iniciativa para hacer programas especiales con los clásicos de esta música durante todo diciembre, comenzando desde la primera o segunda semana de noviembre. Las disqueras eventualmente descontinuaron los temas más valiosos y se dedicaron a publicar novedades, ocasionalmente sacando cosas viejas por encargos especiales y al por mayor.

Bohórquez asegura que incluso hubo un momento, en víspera de la crisis tropical noventera, en que Fonocaribe lo invitó a unirse al proyecto para reencauchar a varias de las principales orquestas de renombre. Al cual se rehusó, porque consideraba que inevitablemente condenaría a los compositores independientes ya que el lucro a partir de la nostalgia enterraría toda posibilidad de rescatar la producción de nueva música tropical.

Pero Albeiro Sáenz y Fernando Jaramillo, dueños de la orquesta Guayaba, sí aceptaron y el reencauche, fue exitoso y les permitió armar más orquestas basadas en ese modelo. Actualmente manejan un largo grupo en el que figuran otras como Taxi y Tamarindo, acaparando la mayoría de las presentaciones lucrativas en los municipios de Colombia con uno de los principales monopolios de esos espectáculos.

En una ciudad como Bogotá, que le dio gran acogida en su momento, el público que disfrutaba la presencia de una orquesta tropical ha desvanecido de a poco. "Yo estuve en una época donde hace veinte años en Bogotá fácilmente habían unas 100 orquestas tocando un viernes en distintos sitios. No en parques pero sí en sitios nocturnos, en tabernas" dice Omar Ramírez, otro tropical vieja escuela metido en la ACMUT que dirige Rumba & Pasión una de las dos orquestas femeninas de la capital.

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Omar asegura que los espacios que brindan instituciones como Idartes o la Secretaría de Cultura no son viables para las orquestas, porque manejan los pagos de un modo que perjudica a la figura del director.

En esas convocatorias cada músico tiene que pasar el RUT individualmente y recibir sus honorarios, lo que suena bien hasta que el director, quien es el que pone la logística y la plata que permite el funcionamiento de una orquesta, se queda sin pago a menos de que toque también en las presentaciones.

"No creo que si a Lucho Bermúdez o Wilfrido Vargas los contrata Idartes le vengan a decir eso. Solo nos afecta a los que queremos rescatar a las orquestas" sostiene Omar. En la perspectiva de su asociación ese tipo de iniciativa solo puede beneficiar a los tríos o grupos pequeños donde la plata se reparte parejo, pero no con algo tan complicado como la orquesta donde incluso a nivel de las Sinfónicas existe estratificación entre el director, su primer violín (concertino), los respectivos jefes de cada familia de instrumentos y por último, los intérpretes.

En cuanto al mercado laboral, los intérpretes también ven un problema en el hecho de que los programas de música en general no impartan conocimientos de gestión a nivel empresarial y de proyectos. La mayoría de los egresados pueden estancarse de no tener un golpe de suerte en las duras audiciones a las que hay que someterse para entrar a las orquestas, que han sido acaparadas por una elite con más experiencia pero igual necesidad de rebusque.

Colombia siempre se mantuvo como una potencia por la calidad de las orquestas que triunfaron con estos sonidos tropicales a lo largo del continente. Pero la lista de problemas se alarga porque históricamente nunca pudo consolidarse un gremio fuerte de estos músicos en el país.

Iniciativas como la ACMUT apenas lleva un par de años funcionando y no ha logrado expandir su alcance fuera de Bogotá. Existen propuestas similares en Medellín y Bucaramanga que han tenido impacto más positivo en las agrupaciones locales pero sin la capacidad de consolidar una propuesta nacional que ampare a la orquesta antes de que perezca.