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Música

De Homo Sapiens evolucionamos a maricas

Porque en realidad, no hay nada de qué quejarse.

Todas las fotos son de Bruno Muñoz Tittel…

Fui al Ceremonia con dos cosas en la cabeza. Una de ellas era ese tipo de pregunta que se hace el ser humano del siglo XXI porque somos unos débiles. “¿Por qué en Toluca?” me quejé como once veces mientras metía un impermeable a la mochila y confirmaba con el app del clima que había 90% de probabilidad de lluvia desde las 3:00 PM. Maldita especie. De Homo Sapiens evolucionamos a maricas. La segunda era Suuns. Razón suficiente como para contrarrestar mi instinto lastimoso de animal en cautiverio y salir armada como si fuera a las Cruzadas para ir a un festival de música a 45 minutos de mi casa. Todo leve.

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El Camino A Las Partidas es una calle toluqueña muy transitada los sábados por la tarde. O por lo menos eso parecía cuando estábamos tratando de llegar al Centro Dinámico Pegaso, que queda a tan sólo un par de kilómetros de esta calle infernal que se parece más a la fila de coches en la frontera Tijuana-San Diego en Viernes Santo que a una calle en doble sentido llena de puestitos de “Tortas Doña Mari”. Íbamos muy a tiempo, pero pasamos tanto rato ahí que cuando nos bajamos del coche ya era tarde. Mientras caminábamos junto a un lote de Casas Geo podía escuchar las guitarras esquizofrénicas de “2020” y me imaginé a Suuns tocando para unas 20 almas podridas. Cuando llegamos al escenario ya iban a la mitad de su set. La gente (eran muchos más que 20) estaba muy pegadita al escenario y rebotaban con el bajo de Joe Yarmush que a ratos se turnaba el micrófono con Ben Shemie. Sonaban impecables. Son tipos serios. Tenían que sonar impecables. Era muy pronto para hacer juicios como este, pero fueron de lo mejor del festival. Habrá que verlos de nuevo, más de noche, más de cerca y más desde el principio.

“¿Nos ensuciamos?” le dije a mi date señalando un tapete de pasto lodoso. “Seh…” me respondió. Y fuimos a meter nuestras botas en esos charcos pantanosos nomás porque podíamos. Curtidos de mierda y cargados de vasitos con mezcal fuimos a ver a Unknown Mortal Orchestra. Qué horror. Dicen los que gustan de su música que en disco son muy finos, pero todos estuvimos de acuerdo en que en vivo son un asco. Mientras hacían puras cochinadas ahí arriba y el líder de la banda se disculpaba con el pretexto de que su guitarra estaba jodida, estuve viendo las nubes en busca de amenazas de lluvia. Encima de nuestras cabezas volaban unos helicópteros a control remoto que regalaban cosas. Las edecanes del siglo XXI. Esperé a que me cayeran unos Doritos del cielo. Eventualmente, como el maná a los hebreos en su tránsito por el desierto, me llovió una bolsa de Doritos Hardcore. Mhm. Gracias, Dios de los Doritos.

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Pronto salió Ty Segall a ser un cliché de si mismo y cumplió con todas las expectativas que los estándares de su personaje han establecido para él. Un güerito-fuma-porros-y-come-hamburguesas que le rompe toda su madre a la guitarra pero parece que le está haciendo al pendejo nomás. Su banda está increíble. La baterista es una bestia y tiene toda la onda. Los greñudos del bajo y la segunda guitarra son unos genios también. Hacen un ruidazo y son muy divertidos. Todo tiene sentido. Junto a nosotros estaban los de Suuns ahí paraditos, muy serios, viendo a Segall ser un héroe. Minutos antes me había dado una pálida del infierno y parecía que traía puesta la mascara de Scream, pero les juro que era mi jeta. Dudé en acercarme a ellos y ser una patada en las pelotas porque definitivamente iba a cock-blockear su posibilidad de disfrutar el show para decirles puras cosas que no les importan y que probablemente ya les hayan dicho antes. Me acerqué de todas maneras. Me presenté con Liam O’Neill, el baterista, que ya estaba todo rosa por el sol. Se estaba cosiendo a tiempo real como aguachile de camarón. Luego saludé a Ben Shemie y a Joe Yarmush. Balbuceé algo en algún idioma y se rieron un poco. Luego me fui toda incomoda y los dejé seguir siendo invisibles entre la gente.

Nos dio hambre. Había un área de food trucks muy linda y con muchas buenas opciones. Yo me fui directo a Knot & Loop Pretzels porque son mi food truck favorito en la historia de los food trucks. Me comí un pretzel dog delicioso con mostaza dijon. Luego nos dejamos engañar por unos veganos. Nos dieron una hamburguesa de lentejas bastante horrible. Nunca confíen en los veganos. Son simpáticos y convincentes. Para amarrarme me dieron una porción de frijoles calientitos. Me encantan los frijoles. Luego se aprendieron mi nombre, me dijeron un par de chistes inocentes y terminé comprando esa hamburguesa que más bien era diarrea de perro a la parrilla. Les pedí mostaza para amortiguar pero me dijeron: “ya te puse salsa de alcaparras.” Malditos nazis. Para quitarnos la decepción nos dimos casi todos los sabores del carrito de Helado Osbcuro.

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Para ver a Tycho pasamos por el corral en donde tenían encerrados a los del VIP. Ya estaba oscureciendo y dentro de la carpa ya era casi de noche. Sonaba una música de muchos colores que tenía a todo el mundo bailando bajo el manto de una música buena onda para diseñadores, como la de Cut Copy. Tycho no está nada mal, pero nos distrajimos rápido y nos fuimos acercando de regreso hacia donde iba a tocar Flying Lotus.

El lodo estaba a todo volumen pero a nadie parecía importarle. Todavía no oscurecía del todo. Una sombra larga apareció detrás de la pantalla y saludó con una voz caricaturesca que nos hizo reír en coro, como la muchedumbre de Toño Esquinca. Inmediatamente después, FlyLo empezó por proyectar los visuales que vimos en el tráiler de su disco nuevo. Conforme fue avanzando en su set, la noche iba a garrando cuerpo. Luego nos dio un recorrido espacial decorado con gráficos azules y una música instrumental pomposa y cursi. Me cayó bien por naco. De ahí se brincó a otra cosa completamente distinta y luego echó una risa macabra que anunció la llegada de Captain Murphy, su alter-ego rapeador. En la pantalla se veía la sombra de FlyLo rapeando debajo de la caricatura de un Captain Murphy gigantesco. Después de eso soltó una de Earl Sweatshirt. Y luego gritó que ya no sabía qué chingados poner. A ratos intervenía con un voice over como cuando Google Maps da instrucciones de ruta encima de la música de iTunes. Todo un héroe de sonidero. Luego hizo un bloque con tintes de shoegaze y nos pintó dedo con una manita en 8bit. Los márgenes de la pantalla eran dos barras de leds que si movías la cabeza se extendían como tablero de ajedrez sobre todo tu rango visual. Cada cierto tiempo aparecía su nombre de manera intermitente con una estética como de Super Nintendo. FlyLo me cae bien.

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… menos ésta que es de Francisco Gómez. Síguelo en Instagram.

Tyler, The Creator estuvo ladrando sobre tetas y culos como animador de Spring Break mientras nosotros nos hundíamos en un pantano lodoso. Improvisó algo en lo que teníamos que repetir “Mexicoooooo” varias veces y le hicimos caso. Un verdadero genio de las audiencias. Alguien le aventó algo. Al principio pensó que era un banano, pero luego se puso eufórico cuando se dio cuenta que era un tamal. “¿Me lo puedo comer ahorita?” preguntó emocionado. Siguió gritoneando sobre tetas, culos y perras hasta que soltó la de “I Fucking Hate You” un rolón de amor-odio. Empezó a llover recio y nos fuimos a refugiar al escenario de Vans, donde estaba Toy Selectah con Serko Fu. A lo lejos sonó una de Selena y nos acercamos para ver qué estaba pasando. Era A$AP Ferg entrando a hacerle bullying a todo el mundo. Después de “Work” retó a la audiencia a que se echaran un freestyle. “¿Quién saber rapear?” preguntaba. Subió un enclenque al escenario y le soltó un beat para que escupiera unas rimas. No hizo nada. Entonces lo mandó a chingar a su madre. Hizo que le gritáramos “puto”. Serko Fu debió haberse parado ahí en lugar de andar mosqueando al Toy Selectah. Luego subió otro güey que se presentó como Yoga Fire, o Yogurt Fire, o You’ve Got Fire, da igual. Se rifó con un freestyle bárbaro. Cuando terminó, A$AP nos gritó a todos: “¿Me quieren ver a mí hacer freestyle?” y nos dejó callados para siempre. Después nos preguntó qué rola queríamos y todos respondimos “Shabba”. Con esa di por terminada mi jornada en el Ceremonia. Para salir crucé un lodazal y me tragó una trampa de arena que me hundió hasta las rodillas. Tardé un poco en salir del problema pero lo logré. Porque en realidad, no hay nada de qué quejarse.

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A Raquel le gusta ensuciarse las botas. Síguela en Twitter para leer más sobre peleas en el lodo y lluvias de Doritos: @salvenseustedes

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