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Música

Podríamos continuar: 'Pájaros y Cuchillos' de Monocordio

Acompañado de los hermanos Arreola, Fernando Rivera Calderón hizo otro disco de metódica belleza, lleno de identidad y fuerza expresiva.

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Conocí a Monocordio, la banda del multifacético Fernando Rivera Calderón —miembro del Palomazo Informativo— en el 2002, con su disco debut M0n0c0rd10, y a quien escucharía tres años después en El Weso, aquel programa mexicano de radio con corte satírico y de actualidad, transmitido por la cadena W Radio, en donde Rivera Calderón conduciría con devoción durante once años consecutivos, componiendo una canción distinta en cada emisión del programa, emitido de lunes a viernes.

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M0n0c0rd10 es un disco memorable, que contendría cortes finísimos como "Lejos-cerca", "El último otoño", "Lovezong", "Yofo", y la portentosa "Amar es Combatir", que sería incluida tres años después en la banda sonora de Así del Precipicio (Tere Suárez/2006). Un track fresco y enérgico para el 2002, año en que le sería otorgado el Nobel de literatura al escritor húngaro Imre Kertész y el Premio Príncipe de Asturias en las Artes a Woody Allen. Dentro de estos grandes referentes, surge Monocordio, con esa alabanza insigne; y desde ahí, desde esos acordes y coros pulcros, supe que esa banda llegaría lejos, tan lejos como el amor y la confianza.

Tuvimos que esperar tres años para constatarlo, hasta el 2005, con La Hora del Tiempo, que se traduce en una sola canción: "Escalera", un power pop desenvuelto, pop y arte, arte y redención, en donde entre acordes y riffs vigorosos, se escucha la voz de ultratumba de un Pablo Neruda muy popero: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente. / Distante y dolorosa como si hubieras muerto. / Una palabra entonces, una sonrisa bastan. / Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto".

El Primer Rayo de sol (2006) vendría con ese himno a la coexistencia axiomática, el cariño y la algarabía con "Me haces existir" y "Siempre te busqué", dedicadas a la pesquisa y al encuentro, al azar y a la ciudad, al hombre y el destino. Con todo eso, Monocordio ya me había enganchado, era yo un fan irredento, presa de las letras compuestas por un Fernando Rivera Calderón metódico e intelectual.

En el 2008, año de La Rata —según el Horóscopo Chino— sorprenderían al mundo con La verdad es una mentira en los ojos de quien la mira, con tracks como "A veces", "Vuelo nocturno" y "Noche". En el 2010 llegó El diablo es el ego de dios y Monocordio se convertiría en una banda de culto, una banda de Art Pop Underground, diseñada sólo para oídos avisados, para intelectuales exigidos y lectores voraces. La culminación del proyecto llegó —a mi parecer— con Dos Extraños ¿Por qué? Basta escuchar "Más fácil" y "Por eso te miro'. Vendría después el 10 años en vivo, hasta el pináculo de la banda, por la que ya habían desfilado músicos como Luis Alberto Ledezma, José Manuel Aguilera, Martín Durán, Rafael Herrera, Laura Vázquez, Lino Nava y Alex Otaola, entre otros, hasta llegar a una alineación mínima, como el mismo lenguaje, elemental pero intensa, un trío, pero no cualquier trío, sino uno encabezado por Rivera Calderón y los hermanos Arreola (Chema y Alonso) nietos del autor de Confabulario (1952). Fue ese el epicentro, la quinta esencia del rock, el pop, la música de Dios y la asonancia en general. Con este trío, Monocordio se evangeliza en la dicción divina, en portento y arte, cultura y perfección, y con un toque de rock progresivo.

Pájaros y Cuchillos es el nombre del disco que estrenó este año Monocordio con esta alineación de trío todo estrella. Y en él escuchamos a La Barranca y a la progresión del rock hecho en México, y si crees que miento, escucha "Un beso de tres", y descósete, desmánchate, colócate, híncate, sepúltate bajo los acordes pujantes de este trío de perfección y gallardía, de redención, porque el rock es verdad frente a los oídos del escucha culto, y con Pájaros y Cuchillos llegarás al núcleo de ese rebuscamiento, de ese culteranismo.

El disco es una sentencia de guitarras aforadas. Es el power pop, la emancipación, la especulación, la abundancia. Pájaros y Cuchillos peleando en la misma noche de Dios, el Pájaro, el Cuchillo, el revivido símbolo, la propia eufonía, el pájaro y la guitarra, el cuchillo y la batería, yuxtapuestos, con una voz irredenta, putrefacta. Eso es el último disco de Monocordio, sublime notoriedad, arcaica belleza y una suma de significados delirantes: "Sendero sin final / Mientras el mundo va cayendo en un abismo en espiral / Sobre su tierra, más alla del bien y el mal / podríamos continuar".