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Música

Black Sugar: La banda pionera del latin funk peruano

Uno de los combos legendarios de la música peruana. Acá su historia.

Pareciera que en cada lugar del mundo quedan historias sin contar. Que el tiempo siempre se encarga de borrar los registros, la memoria de las noches de fiesta y de la música como ingrediente fundamental que les da sentido. Parece, quizás, que un deber del cronista es restablecer la conexión entre aquellas jornadas lejanas y el presente. Propiciar el clima para que se desempolven los archivos y se redescubran los grandes discos que están destinados a durar por siempre.

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Los dos acetatos que nos dejó Black Sugar en la década de los 70, Black sugar (1971) y Black sugar II (1974), y que la convirtieron en la pionera del latin funk, nos devuelven a esas noches peruanas de hace tres décadas: noches calientes donde su música sonaba durante horas que se sentían infinitas por su sabor. Ahora que el grupo está tocando de nuevo sus temas clásicos en concierto, se pone a disposición una sabrosa máquina del tiempo que hay que aprovechar. Qué mejor pretexto para intentar reconstruir aquí su historia.

Black Sugar dominó el sonido de Lima, la capital peruana, en la década mencionada. Una época marcada por un gobierno militar que, tras asumir el poder en 1968, trajo consigo, entre muchas otras consecuencias, la debacle de la primera generación del rock peruano. Con su maquinaria represiva se encargó de desalentar todo aquello que se inclinase hacia lo foráneo, más precisamente a lo gringo. “Los grupos de rock no les caíamos bien a los militares, entonces comenzaron a desaparecer las bandas del momento, como fue el caso de Laghonia, Traffic Sound o los Mads, dando paso a otro tipo de música”, cuenta Pacho Mejía, vocalista de Black Sugar. Pienso que precisamente ahí estuvo una de las claves del éxito que tuvieron en aquellos tiempos: su toque latino fue el salvoconducto para su supervivencia dentro de ese contexto hostil y represivo, convirtiéndose en una de las agrupaciones con mayor demanda en el país.

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Las raíces de esta banda están en un grupo denominado Los Far-Fen (en alusión a la comunión musical entre el órgano Farfisa y la guitarra Fender), formado al terminar los setenta por el guitarrista Víctor “Coco” Salazar, con el objetivo de animar fiestas. “A mí los Far-Fen me parecía un grupo sofisticado. Hacían música latina, pero fina: Tito Puente, Ray Barreto, y también música americana tipo romántica y jazz. Una buena noche, de espontáneo, me subí a cantar con ellos, y a “Coco” le encantó el timbre de mi voz. Me dijo: vamos a formar una banda”, continúa Pacho. Así, inspirados en el sonido de los primeros Chicago y Santana, y luego de los californianos Tower of Power, comenzaron a desarrollar un estilo que demostró tener inusitado éxito en los bailes de la época, circa 1971.

El punto de quiebre de esta etapa como animadores de fiesta ocurrió cuando su música llegó a los oídos de Jaime Delgado Aparicio, quizás uno de los músicos más trascendentales en la historia peruana contemporánea del que se sabe poco, y que tristemente murió a los 40 años en 1982. En ese momento, principios de los setenta, el entonces joven pero ya reputado músico peruano egresado de la escuela Berklee en Boston, había llegado a Lima luego de una temporada musicalizando películas en Italia y ocupó el cargo de gerente de Sono Radio, una de las casas discográficas más importantes del país. Es Delgado Aparicio quien les propone abandonar el repertorio de fiestas y grabar un LP con material original. Ahí nació el sonido del grupo.

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Rebautizados como Black Sugar y apadrinados por Delgado Aparicio, hicieron suyo durante una temporada el moderno estudio de grabación de propiedad de la disquera. Según recuerda el trompetista Antonio Ginocchio, el otro miembro original que ha vuelto a la cancha: “El estudio era gigantesco, del tamaño de una cancha de fútbol [risas]. Estaba preparado para grabar a una big band, con modulares en rieles, una consola de 36 canales… y como Jaime era el gerente, teníamos todas las horas que queríamos. No nos cansábamos nunca, teníamos alrededor de 20 años”.

El resultado de esa combinación de experiencia e ímpetu juvenil fueron los dos álbumes que conocemos hoy, y que puedes escuchar aquí:

El primer LP homónimo sale oficialmente en 1971, y si uno revisa ahora la edición peruana de aquel tiempo, sorprende leer los créditos escritos en inglés: al parecer, la mira estaba hacia afuera. Pacho Mejía corrobora esa deducción: “Está en inglés porque teníamos mucho contacto con EEUU. Había la visión de llegar al mercado norteamericano. La canción “Too late” llegó a estar en el séptimo lugar de los charts en Miami, en la lista de canciones más escuchadas”. En ese momento, efectivamente, los músicos recibieron una oferta para grabar el siguiente álbum allá.

Continúa Ginocchio: “Pero Jaime quería hacer unos cambios a la banda, no íbamos a viajar todos. Él tenía sus ideas, poner unos coristas… Pero el asunto fue que acá teníamos mucho trabajo. Y cuando nos dijeron para viajar, pensamos ¿qué vamos a hacer allá? No quisimos ir y no fuimos”. Por tanto, esa grabación internacional nunca se realizó.

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El argumento principal es que aquí tenían mucho trabajo, una situación por demás difícil de abandonar. “Teníamos solvencia. Cuando tocábamos en año nuevo, nos mandábamos a hacer vestuario completo, hasta zapatos”, recuerda Antonio. Y sigue Pacho, quien jura que no exagera: “En diciembre tocábamos tantas veces que, en una oportunidad, el año 1972, salí directamente a comprarme un carro”.

Sin embargo, cuesta no pensar en que esta fue una oportunidad perdida para lo que pudo ser la trascendencia de Black Sugar en un mercado importante fuera del Perú. Al poco tiempo, en el año 1976, comenzaron los problemas con la salida de Hermes Landa, manager del grupo desde sus inicios y quizá el principal responsable de su éxito comercial. De hecho, era el cerebro de la rentable logística en la que el grupo se sostenía.

Sumado a ello, el toque de queda impuesto por el régimen militar en esa época hizo que los contratos comenzaran a disminuir sustantivamente, y los miembros originales comenzaron a abandonar el barco. “El mismo Jaime Delgado Aparicio le perdió interés”, dice Antonio, “además, como no quisimos ir al viaje, se fue olvidando del asunto”. Y así, antes de extinguirse la década, el grupo ya no existía más.

Desde entonces Black Sugar se convirtió en una leyenda no escrita, hasta que el año 2010, “Pacho” Mejía y Antonio Ginocchio tomaron la decisión de tocar juntos nuevamente luego de varias reuniones con los otros miembros en las que, incentivados por la nostalgia, los viejos amigos hacían salud y juraban que pronto se juntarían a ensayar de nuevo.

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Ese nuevo proyecto de Pacho y Antonio, bautizado como Blue Rhodes, tenía un repertorio variado que pasaba ocasionalmente por canciones de Black Sugar, como “Too late” o “Checan”, y en las que una sensación diferente inundaba el ambiente: el público las reconocía y pedía más. Así que finalmente se decidieron y convocaron a los integrantes originales disponibles, entre ellos el trombonista Lucho Calixto, y completaron las otras líneas con músicos jóvenes.

Desde entonces, Black Sugar ha vuelto a la búsqueda de nuevas audiencias, con el ímpetu de los jóvenes y la experiencia de los históricos. Con la voz de Pacho Mejía, recuerda ahora que cerramos la conversa, invadido por la nostalgia: “En aquella época, los rockeros más radicales nos tenían un poco “entre ojos”: Black Sugar no era un grupo ni rockero ni salsero… había algo de rock, de salsa, de jazz. Por eso es que en la historia del rock no nos valoran como a otros. Pero el hecho de que los jóvenes de ahora vuelvan a escucharnos con avidez, y a bailar nuestros temas, es algo que nos llena de satisfacción”.

Así, a pesar de la ausencia de “Coco” Salazar y el tecladista Miguel “Chino” Figueroa, otrora pilares de la agrupación, el nuevo ensamble comenzó a agarrar vida hace un par de años, cuando la nueva formación se hizo notar en la escena limeña, llegando a grabar hace unos meses un especial para la TV pagada, que puedes ver aquí:

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