Kendrick Lamar en México: Todo va a estar bien
Foto: Rukes / Cortesía del Hellow Fest, vía

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Música

Kendrick Lamar en México: Todo va a estar bien

Kendrick es el pulso más genuino del zeitgeist que vivimos actualmente. Y vibramos todos con él el sábado en su primer concierto en México.

El sábado se vivió en el Parque Fundidora de Monterrey la edición 2017 del Hellow Fest, uno de los festis del año en México y uno de los que más expectativa han generado en épocas recientes por la cita con el destino que significó, finalmente y después de muchos intentos fallidos, el primer toquín del que muchos consideran justamente el artista del mainstream musical más relevante de la actualidad: Kung Fu Kenny alias Kdot alias King Kendrick.

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Como una gran cantidad de cosas en México, la cultura festivalera lleva en realidad pocos años de haber cortado el cordón umbilical con la capital y probablemente fue un proceso que terminó de culminar con el show de Kendrick: es raro que la primera vez que toca un artista tan grande y en una producción tan costosa y vistosa, sea en otro lugar diferente a CDMX. En esa medida, los regios y su interés por demostrar que son un punto importante para el circuito más main de festivales, quedó perfectamente demostrado. En un año donde su oferta en este contexto ha sido rica y abultada, el set de Kendrick es una pieza clave para cimentar esta nueva reputación.

Foto: Leyda Luz

Desde el viernes y sábado, el éxodo fue masivo, descarado y desde todos los rincones del país: De Tijuana a Cancún, de Aguascalientes a Torreón, de Puerto Escondido a San Antonio (que en el contexto cuenta como extensión honoraria de la geografía nacionarc) y, naturalmente, una saturada embestida de chilangos y, sobre todo, de chilangos del circuito Roma-Condesa, dado su papel como, si no los principales, al menos sí los más vistosos activistas, divulgadores y consumidores de cultura pop en México.

Este contexto de entrada dio otro sabor a la experiencia, haciéndola, tal vez más fluida, o energéticamente más abierta, sin tanto tren del mame o cierta inercia que tienen los chilangos (y la capital) por el hábito de tanto festival producidote todo el tiempo. Se ha desgastado esa energía musical. Y ese como hueco en el corazón chilango, ayudó a la intensa crisis de FOMO que se vivió entre la inteligentsia hipster, pero también la rapera y de todos los sectores de la música en general: el miedo legítimo a quedarse fuera de la experiencia marcó gran parte de la socialización de la expectativa, sobre todo en los días previos al sábado.

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Foto: Leyda Luz

El sábado en general, de principio a fin, fue una fiesta ninja adolescente mutante de miles de colores, con gente de todos tipos, y una alegría agradable y espontánea permeando el ambiente. No hubo contratiempos, la tarde fluyó plácidamente, el clima fue generoso y las decenas de miles de personas que se dieron cita, todos en general participaron en una actitud de buena vibra. Mientras se acercaba la hora del set de Kenny, reflexionaba en torno a estos elementos; sobre todo, en torno al estado mental generalizado de ligereza y expectativa y sobre cómo carajos era posible que la existencia de una sola persona, fuera capaz de sintonizarnos a todos como si fuéramos malditos instrumentos en la orquesta.

Nunca había sentido una alineación tan intrínseca a la experiencia, y menos por la expectativa generada por ver a un artista. Y para mí esa fue una de las más importantes y valiosas lecciones del show de Kendrick: toda esa expectativa, toda esa energía que reunió por el sólo hecho de ser él y de que íbamos a compartir con él este show, toda esa alegría y esos sentimientos que hizo que la gente descargara y que fuéramos todos hasta el puto parque Fundidora, a veces desde mil kilómetros de distancia, sólo fue posible porque Kendrick es el pulso más genuino y relevante del zeitgeist actual y todo cabemos en su expresión, no importa la clase social, la región cultural, el momento de nuestras vidas.

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Foto: Leyda Luz

Si vivimos en un planeta donde "Despacito" es la canción reina, y donde el reggaetón ahora son baladas que dominan el pop global, hace perfecto sentido que el género del cual se derivó, que es el hip hop, sea una especie de consciencia o hermano mayor, un producto "serio" que hable de cosas urgentes, importantes y en un lenguaje que todos tomamos como el más sofisticado en la esfera mainstream, y como una de las más acabadas expresiones artísticas de la época: Sólo el rapero más talentoso de su generación podría ser el artista con el mayor impacto cultural de la década. En términos de cómo funcionan las manadas de lobos, el reggaetón estaría a la vanguardia, como uno de los machos alfa jóvenes, rompiéndola, con el hip hop hasta atrás, el viejo que se queda en la retaguardia a cuidar que ninguno sea rezagado. Y ese es Kendrick.

Como tal, su show fue todo lo que esperarías. Empecemos por lo que estuvo pinche: para una gran cantidad de gente, sobre todo desde cierta distancia para atrás, que digamos, equivaldría como a la altura de la torre/consola, la voz de Kendrick se escuchaba un poquito más abajo de lo que hubiéramos querido. Como si su voz se hubiera quedado encerrada en el escenario y no la dejaran salir en toda su cavernosa magnificencia hacia los rincones más lejanos de la gigantesca explanada. Y tal vez también la línea de bajo se podría haber escuchado más a ratos.

Foto: Leyda Luz

Fuera de esa nimiedad técnica, que no fue más que eso, ese moreno se fletó machín: él solo tomando el micro en la mano durante una hora exacta, en meditación profunda y pleno control de sí mismo, del escenario y de la circunstancia. La ejecución fue precisa y el ritmo del set quirúrgico, el orden de las canciones tuvo una lógica tan contundente que era fácil adivinar cuál canción vendría después. Los beats tronaron machín. En los visuales que acompañaron al set, lo más pinches chingones que se han visto en el rap en mucho tiempo, Kung Fu Kenny contó una historia de peleas, hechiceros, bailarinas, tiros a muerte, con la estética vintage de peli de artes marciales más lograda que se haya visto: la verdadera película de rap y kung fu no es Ghost Dog, ni es Kill Bill, ni es la mamarrachada que dirigió The RZA: son estos visuales en la gira actual de Kendrick. Y tal vez lo más relevante de esos visuales es que difuminan la frontera entre la realidad, el pop y el mito de Kdot: dotaron de una narrativa fundacional el mito de Kendrick en la realidad, haciendo de Kung Fu Kenny un súper héroe que aprendió las técnicas mortíferas más importantes de Oriente y regresó a su tierra vencer el mal a través de los raps más afilados que haya visto nadie jamás. El verdadero maestro.

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Algunas cosas interesantes más específicas del set también fueron: Kendrick rapeó el verso de Rihanna en "Loyalty"; en muchos coros, en vez de tener un apoyo, utilizaba al público como segunda voz; aunque no tenía una banda, la música que sonó era como una grabación de batería y el bajo en vivo; cambió algunos versos en "Bitch Don't Kill My Vibe"; se aventó una versión de "Humble" a capela de más de dos minutos, que fue el último track de la velada y el momento más impresionante, y parece que es un tiempo de "a capelear el pedo" nada despreciable, tomando en cuenta el video que se había viralizado antes de esa misma movida y que es una práctica estandarizada en esta gira de Kendrick.

Foto: Rukes / Cortesía del Hellow Fest

Pero sobre todo Kendrick arriba del escenario se fletó él solito todos los versos, limpio, sin su voz pregrabada en los beats. Había momentos donde se sentía una tremenda soledad por parte del rapero de Compton, una soledad como el peso de la historia en sus hombros, y el peso de una responsabilidad social con su comunidad. Había momentos en los que era clarísimo que Kendrick era un embajador, que nadie de su barrio iba nunca a estar en esa posición, y que el lugar de donde viene es el escenario de pugnas de pandillas y una comunidad privada de sus derechos, que muchos dicen es la guerra civil más larga que ha habido en la historia de Estados Unidos. Kdot dejaba claro que el papel del número uno es uno también muy solitario y que le tocó una carta nada sencilla, y que él en su papel como embajador de esa lucha, cumplía estoicamente con un papel que nadie más podría llenar.

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También hubo momentos en los que al verlo a los ojos sentía que eso era lo más cerca que estaría de ver a Miles Davis. Y esa fue una sensación muy fuerte porque fue totalmente inesperada. Es incluso una pulsión visceral y entiendo que para mucha gente pueda ser una comparación absurda: nadie nunca podrá compararse con el genio demoniaco de Miles. Pero era clarísimo en el fuego traslúcido y hermoso de los ojos de Kendrick que, como Miles, este joven MC estaba viendo mucho más que los demás, estaba viendo el futuro y estaba viendo el pasado, estaba viendo en nuestros corazones y estaba abriendo el suyo. Como Miles en su momento, Kdot ahora es las antenas de la expresión más alta de una comunidad que son, al mismo tiempo, descendientes de esclavos, y los padres de la tradición artística musical moderna. Y las antenas son las que dictan por dónde va a pasar el resto del cuerpo. Y así se sintió su mirada sobre la noche regia. Kdot no es Miles, pero sí es la continuación de ese genio demoniaco, su manifestación en la época de IG stories y Spotify.

Foto de Gustavo Abdiel Torres, vía el Instagram de Mike KO

Tal vez nunca me había pasado, en el espacio de tiempo que llevo vivo y consumiendo pop, que el artista más relevante del mainstream no fuera un artista blanco que tocara rock, sino uno perteneciente a un tipo de música con el que he dialogado a nivel personal profundamente los últimos quince años. Pero es una gran diferencia ver al Wu Tang en 2016 en un evento de Vans, que haberlos visto en 1996, por decirlo en esos términos.

Nunca había pasado que el rapero más importante del momento viniera a México a tocar cuando reinaba supremo. Y tampoco nunca había pasado que ese mismo rapero, tuviera la relevancia que Kdot tiene a nivel cultural (es decir, por más que Wu Tang hubiera venido a tocar en 1996, su importancia en ese momento como producto cultural, no era ni remotamente la que tiene actualmente Kendrick). Así que cuando tocó "Alright" que, también para muchos es su tema más relevante, agradecí a Dios con un nudo en la garganta, y sentí una esperanza genuina por el futuro, por más cursi que suene, se me conectaron los chakras y sentí alegría por el futuro de mi hijo de dos años y medio. Por un instante supe que todo va a estar bien.

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