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Música

Conoce al dúo argentino Hungría: el rock como concepto obsoleto

Anomalía, deformidad y belleza. Desde Buenos Aires, dos chicos de 23 años proclaman una forma distinta de abordar la música-de-guitarras-antes-conocida-como-rock.

Aquí hay algo que la pistola etiquetadora de la industria cultural no alcanzará a rotular: dos chicos de 23 años consideran obsoletos los usos, costumbres y parámetros del rock y graban discos que suenan como la sinapsis desesperada de un procesador doble núcleo. Las canciones "sólo" tienen una batería que retuerce con violencia los compases y una guitarra en loop que se debate entre melodías fractales y arrebatos explosivos. Ni math rock, ni noise, ni metal progresivo; el fenómeno viene desde Buenos Aires, acaba de sacar nuevo disco y se llama Hungría.

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Así contado, parece que el combo de Diego Manatrizio y Facundo Semerena fuera una burbuja de sinergia artística y obsesión freak. Pero Magyarország vagy halál ("Hungría o muerte") es el último producto de una generación de grupos argentinos que plantean una renovación de concepto y performance con discos inclasificables, virtuosos y explosivos.

Basta escuchar con atención tracks como "Queso" o "Lit ís" para sentir que esos chicos tienen un problema. Y es con su época, con los protocolos musicales de su época. Si a primera oída la distorsión, los loops y los cortes de batería parecen librados a la furia es porque lo están: la improvisación es la materia prima de la banda. Tocar, soltar, sacarlo de adentro, estallar. Y después: escuchar, corregir, desarrollar.

En suma, Hungría impacta por cómo suena, por su facilidad para abrir puertas a nuevas dimensiones en un minuto, pero más por su apuesta conceptual: una superficie en la que Primus o Radiohead parecen haber dejado su huella, pero sólo eso. Rastros. Porque si al principio esa música suena como una mecánica de lo irracional, con más cuidado y observando las bandas que suelen compartir escenario con Hungría –Dislexia Free, Archipiélagos– se entiende que eso que se escucha es el crujido de una era que llega a su fin.

Y el nacimiento de otra que, probablemente, nos espera a la vuelta de la esquina.

Noisey MX habló con Diego Manatrizio y Facundo Semerena desde Argentina, sobre sus bases musicales y extramusicales, el instinto de la banda y la noción que tiene el dúo de estar ampliando, junto a sus amigos, la música de su tiempo.

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Noisey: ¿Cómo se origina Hungría?
Facundo Semerena: Ambos veníamos de tocar con otros grupos, pero en un momento nos quedamos sin banda Entonces, por amigos en común, comenzamos a participar de improvisaciones grupales. Ahí empezó todo.
Diego Manatrizio: Porque en esas improvisaciones notábamos que había una cierta conexión, que nos entendíamos mejor que el resto. Y entonces arrancamos a juntarnos por separado para ensayar y terminamos formando Hungría, que se llama así porque nos gusta la sonoridad de la palabra.

Sus ritmos son siempre irregulares y las canciones cambian sus patrones constantemente. ¿Cómo nacen?
FS: El primer proceso de composición es irracional: nuestros ensayos son improvisaciones y lo que grabamos de esas improvisaciones es la materia prima. Cuando escuchamos esa grabación vemos las ideas que surgen y nos ponemos de acuerdo en, por ejemplo, hacer un corte para descomprimir o seguir desarrollando las ideas que nos gustan. Tenemos la suerte de compartir una química, de estar de acuerdo musicalmente de una manera tácita. Entonces si él necesita una vuelta más para loopear lo que está tocando o si yo preciso una más para tirar una frase de batería, nos esperamos mutuamente
DM: Improvisamos y nos damos cuenta de que vamos para el mismo lado. De alguna manera en los cortes podemos más o menos intuir por dónde puede ir una canción en ese momento. Por más que son instrumentos completamente distintos, el estilo que tenemos para abordarlos es similar Entonces podemos improvisar, escuchar, y después desarrollar y variar las ideas que nos gustan.

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¿Y cómo intentan plasmar eso en sus discos?
FS: En el primer disco, Fjóplavi, es como un intento de encontrar la musicalidad. Suena como si la música avanzara desesperada. Es que los dos estábamos necesitando que suceda Hungría, que se plasme. En ese momento ensayábamos por gusto en Estudio Quinto [Uno de los lugares vitales para la producción emergente de Bs As] y vino Sergio, el productor, a decirnos que nos quería grabar y que hiciéramos seis temas para darnos a conocer. El segundo disco es más maduro, pasa por más momentos y todos esos momentos musicalmente hablando están más definidos.
DM:Del primero al segundo estudiamos, practicamos y somos muchos mejores como músicos. En el primer disco no hay tapping, por ejemplo, porque no lo alcanzaba a loopear, se me hacía imposible. Y en el segundo ya pude lograr eso. En nuestro último disco tenemos como una artillería más pesada. Contamos con más recursos, pero también con más criterios sobre cómo utilizarlos.

Y se nota. Si Fjólpavi es un disco que no da respiro y suena a guitarras y baterías que huyen hacia una geografía sonora que aún está en exploración, en el segundo álbum Hungría sabe ya cuál es su gracia: Magyarorzag… es una mezcla lograda entre la improvisación y la meticulosidad, entre el pulso vital y el estudio. Algo que, señalan, tiene su ascendencia en algunos grandes nombres de la vanguardia rockera de ayer y hoy.

DM: Las influencias más importantes para mí son King Krimson, Tera Melos y Pink Floyd, que es una de las bandas claves de mi vida.
FS: En mi caso empecé a tocar la batería por Andrés Vilanova, de Carajo (NdR: una de las principales bandas de metal argentinas). Eso marcó mucho mi adolescencia, por así decirlo. También me fijo mucho en Primus y en el math rock de grupos como Tera Melos. Si bien ese género no me marcó, lo aprecié. También creo que, porque a veces buscamos generar atmósferas, en el armado de las canciones puede haber algo de Radiohead. También escuchando a otra banda argentina, Defórmica, saqué varios trucos para la batería.

Entonces, ¿hay una etiqueta posible para su sonido?
FS: Personalmente, llamarme una banda de math rock no me gusta. Prefiero decir que usamos ese género como recurso. Ya ni siquiera me gusta usar la palabra rock, ¿qué es? Creo que hay bandas que quieren pertenecer a una categoría y entonces apuntan todos sus recursos hacia ese género.
DM: No es lo que hacemos nosotros. Si es que hay un género, es… experimental. Todo lo que hay dentro de un tema de Hungría aporta a una idea, todo es colaborativo. Nos gusta que lo instrumentos suenen al mismo nivel. Me parece que algo como un solo de guitarra quedó totalmente obsoleto, no lo veo necesario.

¿Y eso es algo que también notan en los músicos contemporáneos a ustedes?
FS: Está habiendo más bandas que tiene un pensamiento similar. Nos sentimos afines a la gente de Archipiélagos, Dislexia Free, Aoutló…. Creo que Aoutló [grupo que casi comparte vecindario con Hungría] también tiene su propio mundo y, aunque suene raro, una manera de componer que se parece y a la vez no a la nuestra. Somos hijos de Internet también, y con varias bandas nos conocimos primero por la red, por compartir esa cosa freaky que nos llevaba a los mismos lugares.
DM: Un poco por eso el disco se llama "Hungría o Muerte". Porque el nuestro es un camino que vamos a hacer en serio y de manera comprometida. Vamos camino a que esto sea como un manifiesto estético, que haya una unidad entre lo musical y lo visual.
FS: Buscamos manifestar una unidad entre lo que se escucha y lo que se ve, entre la música, lo visual, el nombre de la canciones y nosotros tocando. Las tapas de nuestros discos los hizo el mismo artista, Sebastián Croce, porque buscamos que haya una relación: en la primera está Reykjavik, en la segunda hay aurorales boreales de fondo… toda esa influencia nórdica está siempre presente. Islandia, lo deforme y lo bello de las cosas.
DM: Y de ahí que juguemos con los nombres de las canciones, con los idiomas, con que sea extraño también. Por ejemplo, tenemos canciones que tienen que ver con Andy Carroll porque hubo un momento en el que después de ensayar jugábamos partidos de Play Station y siempre pasaba algo raro con Andy Carroll. Siempre había algo extraño, una anomalía.

¿Islandia?
FS: Es un punto de referencia para todo. Incluso para los nombres de las canciones. En una de nuestras primeras charlas descubrimos que a los dos nos gustaba el país y fue increíble. Yo empecé con Islandia por Björk. Era muy fanático. Cuando de pequeño veía su cara pensé que era de un país oriental. Más tarde descubrí que venía de un país que se llama Islandia y fue sorprendente. Tiempo después vi Heima, el DVD de Sigur Rós, y me agarró como una depresión…¡por las ganas que me dieron de vivir ahí! Me atrae mucho su paisaje, físicamente me parece un lugar increíble. Inviernos largos, auroras boreales… es otro tiempo el que existe ahí.
DM: Todo lo que hacemos es un paso más para ir a Islandia.