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2018

He calculado las horas que he perdido este 2018

Este ha sido el tiempo de vida que he tirado a la basura durante este año.
Pol Rodellar

Estamos llegando al final del año y sería interesante hacer una retrospectiva de nuestro año. Lejos de intentar averiguar si hemos logrado cumplir nuestros objetivos —al fin y al cabo, ponerse objetivos vitales para cumplir a lo largo del año, como si fuéramos una empresa que tiene que “crecer” año tras año y obtener cada vez más beneficios mediante la explotación de sus trabajadores y obteniendo materia prima cada vez más barata y de peor calidad, es lamentable— lo que me resulta más interesante es calcular la cantidad de tiempo que hemos tirado a la basura. Directamente a la basura. Tiempo no vivido.

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Esos minutos u horas que luego, en nuestro lecho de muerte, lamentaremos no haber aprovechado como Dios manda y que, moribundos, desearíamos dar lo que fuera (incluso nuestra propia vida, lo que otorgaría un grado de absurdidad interesante a todo este asunto) para poder arrancarlos del pasado y vivirlos de nuevo pero de forma más intensa.

Porque sí, hay momentos en el devenir de nuestra vida —ese milagro de la naturaleza, la vida— en los que, básicamente, no hacemos nada, solamente estar presentes en un lugar y tiempo pero con el cerebro casi apagado.


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He intentado recopilar esos momentos perdidos de 2018 y calcular las horas que, básicamente, no he vivido. Los he organizado temáticamente, estoy seguro de que me dejo momentos clave, en todo caso, al menos alcanzaré un mínimo de horas muertas a través de las cuales podré deducir una moraleja o algo. Todo eso de “aprovechar la vida”, “disfrutar cada momento” y esas cosas que dice la gente que está en un hospital a punto de morir.

Creo que los momentos en los que no he hecho nada son los siguientes: viajes (en coche, avión o tren), resacas, ciertos momentos de cuando estoy de gira con el grupo de música, los momentos en los que voy y vuelvo del trabajo o esos momentos en los que estoy esperando de pie en la calle porque he quedado con un colega pero el muy hijo de puta está llegando tarde y es puto febrero y hace frío y por WhatsApp me dice que tarda cinco minutos pero ya han pasado más de cinco minutos. Estas cosas.

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TIRAR TIEMPO A LA BASURA EN EL TRANSPORTE PÚBLICO CUANDO VOY A CURRAR

Hay gente que utiliza esos momentos de ida y vuelta del curro para leer o mirar cualquier basura en el móvil, hay quienes escuchan música o quienes, mentalmente, hacen planes o piensan cosas útiles. Yo no hago nada de eso. Yo me quedo muchas veces empanado, pensando cualquier cosa que, poco a poco, se va difuminando hasta convertirse en una preciosa nada. A veces leo o me doy una vuelta por Instagram pero tampoco es nada muy habitual.

Más o menos gasto unos 20 minutos al día en el metro. Este tiempo lo tiro a la basura cinco días a la semana, descontando festivos y vacaciones, esto hace un total de 8.040 minutos, o sea, 134 horas al año que no sirven de nada. 134 horas metido en un vagón de metro esperando. Es como si me metieran cinco días y medio ahí dentro. Visto así tampoco es tan terrible, casi seis días enteros sentado ahí en esos asientos de plástico y escuchando nombres de paradas de metro. Mucho mejor plan que lo que hago algunos domingos (llorar acurrucado en la cama).

TIRAR TIEMPO A LA BASURA CUANDO ESTOY VIAJANDO EN UN COCHE

Como tengo un grupo de música con el que tocamos y giramos bastante, este año he pasado muchas horas en transportes tales como coches, trenes y aviones. Muchas veces me hago ronditas de Instagram o estamos charlando mierdas con los compañeros del grupo pero también hay momentos en los que no hago absolutamente nada, cuando miro por la ventana y me quedo absorto en el paisaje y mi cerebro se vacía.

En 2018 hemos hecho más o menos unos 54 conciertos, y, calculando trayectos y tal, me salen 328 horas de movimiento, la mayoría en coche. De estas horas pongamos que un 40% las paso completamente muerto en vida, por lo que ya puedo coger 131 horas y lanzarlas al fondo del mar para que nunca más vuelvan a resurgir.

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TIRAR TIEMPO A LA BASURA CUANDO ESTOY HACIENDO COSAS DEL ROCK

Durante estas giras también hay un momento muy concreto en el que uno tiene la sensación de estar malgastando la vida, son esos minutillos en los que el grupo hace la prueba de sonido. El batería está ahí tocando los timbales repetidamente y luego vienen las voces, el bajo y la guitarra. Cuando uno mismo no está ahí probando el asunto, el tedio es bastante terrible. Digamos que son unos 10 minutos por concierto, o sea, un total de 9 horas si tenemos en cuenta esos 54 conciertos.

TIRAR EL TIEMPO A LA BASURA ANDANDO POR LA CALLE

Deambular a pie está bien y es agradable y vemos cosas y el mundo se descubre ante nosotros pero también puede convertirse en algo tedioso, sobre todo si uno hace el mismo recorrido cada día. Los 20 minutos (ida y vuelta) a pie que me marco cada día para ir a currar no me los quita nadie. 4.020 minutos de movimiento de piernas, 67 horas de deporte de ancianos.

Luego también voy a comprar comida, porque uno vive de alimentos y de aire. Pongamos que voy a comprar cuatro veces al mes, unos ocho minutos de camino ida y vuelta, casi 6 horas y media más de perder el tiempo, y encima la mitad de estas horas cargando bolsas de la compra y packs de seis de Bezoya que pesan una barbaridad.

Durante los fines de semana que no estoy tocando a veces también voy a comprar comida o a mirar discos o lo que sea, esto hacen un total de unas seis horas y media más de locomoción. Dos horas más para ir a ensayar con el grupo (una vez al mes) y ocho horas y media para quedar con la peña. Una vida andando.

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En fin, toda esta mierda hace un total de 90 horas y media moviendo los pies.

TIRAR EL TIEMPO A LA BASURA CUANDO ME QUEDO QUIETO EN CASA MIRANDO A LA PARED

Hay momentos en los que uno, por tristeza o por lo que sea, se queda ahí en casa como absorto en la nada, mirando la pared o por la ventana, completamente vacío de ideas, esculturas de carne y pelos. Esos somos en estos momentos. Bueno, deduzco que le pasa a todo el mundo pero quizás sea algo que solo haga yo, quién sabe.

Pongamos que hago esto durante una hora y media a la semana, repartido en intervalos distintos, a veces de dos minutos y otras veces de 10 minutos. En fin, eso hace un total de 78 horas de apatía y empanamiento vital, tiempo de vida no utilizado, quemado, aniquilado, como si nunca hubiera existido.

TIRAR EL TIEMPO A LA BASURA ESPERANDO A QUE LLEGUEN LOS COLEGAS

Uno era puntual, de esos “puntual” de verdad; de llegar cinco minutos antes de la hora establecida, para asegurar la presencia en ese momento concreto. Con el tiempo y las decepciones y las esperas, uno se ha vuelto impuntual, cosa que supuestamente tendría que igualar las cosas y evitar que nadie esperara a nadie —todo el mundo llegando tarde— pero a mi pesar, mientras yo empezaba a llegar tarde los demás empezaron, secretamente, a llegar aún más tarde. Así es la vida, siempre hay alguien dispuesto a ir más allá, por eso pasó lo de Hitler o, no sé, los cronuts.

El caso es que este 2018 también he estado mucho tiempo en la calle, tirando mi vida por el retrete por culpa de los demás. Tiempo que podría haber aprovechado para encontrar la cura del cáncer o para labrarme una reputada carrera de escritor que me proporcionaría incontables relaciones sexuales con “fans”.

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Contando solo las esperas durante los fines de semana, que es cuando más queda la gente para hacer cosas, me salen un poco más de 4 horas perdidas. He calculado como si quedara con peña tres de cada cuatro fines de semana al mes (viernes y sábado) y como si la gente hiciera una media de 10 minutos tarde. De los 52 fines de semana que tiene un año he descontado los que he estado girando fuera de Barcelona (27 fines de semana), eso son 25 fines de semana en 2018. Como he dicho solo tres de cada cuatro, esto hacen casi 19 fines de semana de quedar con peña; si contamos que el fin de semana quedo dos días, son 38 esperas de 10 minutos.

Pero yo también llego tarde y a veces me esperan, pongamos que una de cada tres ocasiones. Eso reduce la espera a poco más de 25 sesiones de espera, o sea, un total de 250 minutos; 4 horas y cuarto.

TIRAR EL TIEMPO A LA BASURA DE RESACA EN CASA

De estos 25 fines de semana que he pasado en Barcelona, puede que la mitad de domingos los haya pasado en casa hecho mierda. Las resacas de cuando hago conciertos las paso en el coche o avión o lo que sea, así que ya están contadas como tiempo perdido. Son 12 domingos y medio tirados a la basura, de Paracetamol y Dr. Oetker. Me salen 300 horas a la basura. Nada mal, este número le hace a uno replantearse ciertas cosas, ¿verdad?

El total de horas invertidas en NADA durante este año (como mínimo) es de casi 747, o sea, poco más de 31 días. Un mes entero al vertedero. Sería como dejar de existir en enero y ya luego empezar a vivir en febrero. Un año de 11 meses.

Supongo que tendría que estar un poco jodido al descubrir que mis años tienen 11 meses pero al final el hecho de no hacer nada también está bien, es lo que justifica que el resto del tiempo estemos haciendo cosas, supongo. No sé, intento justificarme, no me jodáis. En el fondo es un auténtico lujo poder perder el tiempo, en fin, no tener que estar siempre currando en la fábrica o labrando el campo. En el fondo es donde nos ha llevado el progreso, supongo que en el siglo XXII todo el mundo estará perdiendo el tiempo y todo lo harán robots y nuestros años no durarán absolutamente nada. Y no sé si es algo bueno o malo, la verdad, ya que tampoco es que la humanidad sea indispensable.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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