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Salud

Por qué las mujeres sufren más de estreñimiento que los hombres

Ocho millones de personas sufren de estreñimiento solo en España y, sin duda, el sexo femenino es el más afectado.
estreñimiento femenino

Hacer caca, echar la nutria al río, plantar un pino, lanzar un misil, ir al trono, hacer un pastel, vaciar el maletero, liberar a la bestia… las formas de denominar el proceso natural de defecar han sido históricamente muchas y tienen mucho que ver con el hecho de que no se quiere ser claro a la hora de excusarse para ir al baño.

Pero, si bien poca gente quiere reconocer que por lo menos una vez al día necesita vaciar su estómago de material sobrante, en el caso de las mujeres, educadas en muchos casos para avergonzarse de sus cuerpos, ser delicadas y perfectas y no hablar libremente de los procesos naturales que también ocurren en ellas (todavía hay una lucha para que en los anuncios de compresas la regla sea roja, por ejemplo), este no solo es un tema mucho más profundo, sino que además llega a afectar a su salud.

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La OMS lo define como “un trastorno caracterizado por una dificultad persistente para defecar o una sensación de que la defecación es aparentemente incompleta o hay movimientos intestinales infrecuentes (cada 3–4 días o con menor frecuencia)”. En el libro Como un reloj, Rodolfo Román dice que esta dolencia la padecen cerca de 8 millones de personas solo en España, y otros expertos reconocen que, sin duda, el sexo femenino es el más afectado. En La guía para prevenir y tratar el estreñimiento de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) aparece que por cada hombre que sufre estreñimiento, son algo más de dos las mujeres que se pasan días sin poder defecar.

“A mí me ocurre sobre todo cuando viajo”, dice Laura, una chica de Pontevedra que se ha pasado hasta 10 días sin poder ir al baño incluso tomando laxantes. Y en mi época universitaria, por ejemplo, era un tema recurrente entre algunas de mis amigas, que veían desesperadas cómo sus esfuerzos no daban ningún fruto (de color marrón). Al llegar a la tercera edad, el problema en muchos casos se agrava hasta niveles insoportables. Pero lo peor para la gente que sufre este problema intestinal no es solo la incapacidad de encontrar alivio en el baño, sino la incomodidad que esto conlleva: hinchazón abdominal, gases, dolor, malestar… Pero ¿qué hay detrás de esta realidad que hace que sean sobre todo ellas las que ven cómo disminuye su calidad de vida?

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Mi médico de cabecera me lo reconoció cuando se lo pregunté y me dio una serie de claves con las que coincide el doctor Miguel Bixquert y otros especialistas en el tema. Por un lado, se trata de una cuestión hormonal. Los problemas ginecológicos, la retención de líquidos o los cambios corporales que aparecen con el embarazo son algunas de las piezas clave. También el hecho de que, en teoría, las mujeres practican menos deporte. Pero esto es solo la punta del iceberg.

Cuando viví en Japón fui testigo de una realidad fruto de vivir en un mundo donde el pudor se ve como un atributo del género femenino (visión que, por otra parte, no solo se da en este país). Fuera de que esto sea otra construcción social sin fundamento, sí que ocurría algo en los baños femeninos del país nipón que, según me dijeron aquellos que utilizaban los baños contiguos, allí no se veía de una forma tan marcada: las mujeres japonesas evitaban por todos los medios hacer caca en el cubículo de un baño público. Y si, por alguna razón, no les quedaba más remedio que hacerlo, el váter tenía una música o ruido incorporados para que absolutamente nadie pudiese descubrir lo que estaba pasando detrás de la puerta.

Esto, que puede ser una anécdota banal o incluso graciosa, a la larga genera un hábito, el de “guardárselo dentro”, que desemboca en un problema mayor: el hecho de acostumbrar al intestino a no vaciarse incluso cuando se tienen ganas. Esto, que es algo positivo cuando dejamos de ser niños —nadie está hablando de soltarse en medio de la calle, por ejemplo—, provoca problemas a las personas adultas que, por miedo a ir al baño en el trabajo, una tienda o incluso la casa de una amiga, acaban por pasar horas con ganas pero sin evacuar, acostumbrando al intestino a no querer hacerlo todas las veces que debiera, y causando estreñimiento, que se puede volver crónico de convertir en costumbre el hecho de aguantar. Lo que el doctor Bixquert denomina “negligencia a la llamada”.

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Para Tania, médica de familia en O Salnés, el problema es multifactorial, ya que se relaciona con el estrés, el ritmo de vida de las ciudades, la mala alimentación del mundo moderno y el pudor social. Si bien todas estas son cosas que los hombres pueden sufrir en sus carnes también, los factores psicológicos y psicosociales se dan más en ellas.

El estrés, relacionado muchas veces con el hecho de tener que compaginar trabajo con crianza —aún son ellas en mucha mayor medida las que se dedican a las niñas y niños—, el hecho de que se las oiga menos cuando se quejan, así como la realidad de que sean ellas las que más se cortan a la hora de tener que ir al baño en un espacio no “conocido”, hace que se relacionen estos tres puntos con que sean las mujeres las que más sufren este malestar.

“No sé si es una cuestión de género concretamente”, dice Tania, “pero lo que está claro es que en esta sociedad a las mujeres se nos educa más en el pudor y sufrimos más el estrés, lo que sí se puede relacionar con todo esto”. Por otra parte, a las mujeres se les recetan más antidepresivos o ansiolíticos de media que a los hombres (sobremedicándolas según algunos expertos), y estos medicamentos afectan al movimiento del intestino y pueden provocar estreñimiento.

La buena noticia es que hay formas de revertir este padecimiento: cambiar la alimentación a una que incluya más frutas y verduras, practicar más deporte, beber mucha agua y evitar automedicarse son algunos de los consejos más sencillos de seguir. Lograr que ir al baño con libertad o la mayor predisposición al estrés no sean cuestión de género (o simplemente dejar de construir ideas preconcebidas sobre los géneros y permitir que los cuerpos y sus funciones sean vistos como algo natural) parece más complicado, pero es la meta ideal a alcanzar.

El consejo de los expertos es claro: come mejor, cuenta el problema, haz ejercicio y, por encima de todo, libera a tu intestino cuando te lo pida. A la larga, te lo agradecerá.

Sigue a Elena en @saekih.

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