Edson Velandia
Fotografía de Mariana Reyes, @marianareyesfotografia
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Velandia y sus canciones que se han hecho panfleto en el paro en Colombia

"Les estoy diciendo a las cosas por su nombre. Por eso las llamo panfletos, porque el objetivo es político. Sin tapujos, sin anestesia, sin filtro".

Edson Velandia canta verdades en “Todo Regalao” y “El Infiltrao”, sus últimas dos canciones. Lo hace con Adriana Lizcano, su compañera de vida. Lo hace porque es urgente denunciar la desigualdad del país. Lo hace con humor, apelando a la inteligencia popular. Lo hace en un contexto de paro nacional, de violaciones de derechos humanos, de una sociedad que reclama una vida mejor. Lo hace desde Piedecuesta, un municipio santandereano a 17 km de Bucaramanga.

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Edson Velandia es uno de los artistas más importantes de Colombia. Tiene 45 años y ha hecho cerca de veinte discos y bandas sonoras para más de diez películas; ha liderado proyectos como Velandia y la Tigra, dirigido a la Big Band de Bogotá con un machete en la mano en Jazz al Parque y presentado una ópera en el Teatro Colón; ha inventado la rasqa, algo así como un género que remezcla el folclor campesino y que remite a lo marginal, lo que no se quiere aceptar, la sombra y el carnaval. Su voz, siempre original y llena de vigor, es polifónica: en ella viven su experiencia académica, la herencia familiar del humor, su vida rural, sus convicciones políticas y su narrativa culebrera.

Explicaba que en sus últimas dos canciones, “Todo Regalao” y “El Infiltrao”, Velandia canta verdades. Son las verdades, aclara, de lo comunitario, del barrio, de la calle, del pueblo. En los últimos años, cada vez ha habido más momentos urgentes para dejar de lado la sutileza y la búsqueda estética y privilegiar los panfletos: así describe sus temas con objetivos políticos, de denuncia, de llamar a las cosas por su nombre. Así lo hizo, por ejemplo, con “Iván y sus Bang Bang”, que salió a mediados de 2018 para las elecciones presidenciales, y “Su madre patria”, que aborda el saqueo histórico del territorio de Colombia. Y para el paro nacional que empezó el 28 de abril no iba a callar: había mucho por decir, y no todos los cantantes, y ni se diga los principales medios de comunicación, lo estaban haciendo.

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“Todo Regalao” salió el 27 de abril, la víspera del paro, con un video circense y teatral, satírico, lleno de máscaras, como es usual con Velandia. Él y Adriana Lizcano subvierten una crítica común e idiota para revelar que los que de verdad quieren todo regalado son los ricos. Suena a cumbia raspada con la intención de poner los temas sobre la mesa, de difundir información, de animar la marcha.

“En los últimos años, cada vez ha habido más momentos urgentes para dejar de lado la sutileza y la búsqueda estética y privilegiar los panfletos”.

La movilización fue masiva, y reprimida con sevicia por un Gobierno que entiende a los ciudadanos que protestan como terroristas enemigos. Y entonces Velandia y Lizcano publicaron “El Infiltrao” el 3 de mayo, un comentario sobre cómo se vulnera el derecho a la protesta, pues se descarta como acción de las guerrillas y el comunismo, y se infiltra por policías vestidos de civil. El golpe de guacharaca guía la segunda canción de Velandia en una semana, con el espíritu de la honestidad, los versos y la lucha.

Vía notas de voz de WhatsApp, desde Piedecuesta, Velandia piensa, habla pausado mientras busca las palabras y luego acelera cuando las encuentra y enhebra. Habla como canta, con distintos ritmos y cadencias. Habla sobre cómo ha estado, por qué hace estas canciones, si los artistas deben hablar sobre política, el papel del humor en su obra y cómo se vive el paro fuera de las grandes ciudades.

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Vice: ¿Cómo está? ¿Cómo ha vivido estos últimos días desde el 28 de abril?

Edson Velandia: Con sentimientos encontrados, obviamente. Mucho entusiasmo por ver la magnitud de la movilización, que está integrada principalmente por gente joven, por muchachos que se mantienen firmes en su convicción de conseguir un cambio importante y notorio en Colombia, uno que no hemos conseguido en siglos. Por el otro lado, con un dolor grande por la masacre que está sucediendo de parte de la fuerza pública, por orden directa del Gobierno. Aquí siempre pendiente, tratando de ayudar a la comunicación y de aportar a lo que se pueda en las movilizaciones, apoyando todo el tiempo desde nuestro alcance. Esa ha sido la manera.  

En los últimos días ha sacado dos canciones con Adriana Lizcano, “Todo Regalao” y “El Infiltrao”, que abordan la coyuntura del paro. ¿Cómo surgen estas obras? ¿Con qué intención?

Hemos estado tratando de mantener arriba el ánimo de la gente que nos escucha con las canciones que hicimos, “Todo Regalao” y “El Infiltrao”. La primera la sacamos el 27, el día antes del paro, con el ánimo de advertir a la opinión pública, a la gente, que quienes quieren todo regalado justamente son los más poderosos de este país. Ellos son los que viven a costillas del resto de la población, a la que califican de sanguijuelas y vagos o vagas porque marchan y exigen sus derechos: les dicen que quieren todo regalado. La canción advierte, justamente, quiénes son los que quieren todo regalado, quiénes son los que viven gratis, a costillas del esfuerzo, la esclavitud, el sufrimiento y la explotación del resto de la gente que marcha. En los últimos tiempos he estado publicando canciones con temáticas políticas mucho más directas.

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Sí, esto no es nuevo. En los últimos años, con canciones como “Su Madre Patria” e “Iván y sus Bang Bang” ha hecho críticas a la desigualdad histórica, a la política, a cómo van las cosas. ¿Qué lo motivó a crearlas?

Aunque siempre he tocado los temas políticos en mis canciones, nunca había sido tan directo, usando nombres propios y haciendo denuncias. En esta ocasión, ante la inminencia de nuevamente estar con el uribismo en el poder, empezamos con Adriana Lizcano a decir, a advertir, a movilizar desde la canción, desde la música y el panfleto una comunicación que no está masificada, respecto al verdadero origen de la política perversa de este país, la política del saqueo, que existe en Colombia desde siempre, desde la Colonia. De esa manera buscamos poner el tema en la mesa, tocarlo, hacerlo un tema de conversación. Esa es la idea, que se mueva. Con ese ánimo hacemos estas canciones, con ese entusiasmo, con esa motivación. Que sirva para que se hable de eso. Que se recuerden y se tengan frases que nos sirvan también para hacer memoria, para señalar esas cosas que tienen al país así.

Estas canciones tienen mucho de humor e ironía. Me imagino que hay mucha rabia también, pero en las canciones hay un tono burlón que quizás puede incomodar incluso más. ¿Cuál es el papel del humor en su música y en un contexto como el que vivimos?

Sí, hay humor e ironía. Y la rabia está presente: se sienten indignación e impotencia ante la situación eterna de desigualdad y guerra en Colombia. Con el humor la idea es acusar la falta de inteligencia de la gente que monopoliza el poder. El humor está hecho para la inteligencia del oído, que es normalmente el oído más popular, que recibe mucho mejor el mensaje si tiene ese lenguaje coloquial, cotidiano, doméstico. Me parece a mí que es mucho más contundente. Por eso siempre ha sido el recurso que hemos usado: la ironía, el humor, así como muchas veces la sátira y el verso tradicional. Ese ha sido el papel del humor.

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¿Por qué las llama panfletos? ¿Qué las distingue del resto de sus canciones?

Entiendo estas canciones como panfletos en el sentido de que tienen un lenguaje directo, que no buscan ser seudopoéticas o hermosa literariamente. No es que no tengan su belleza, tampoco es que sean feas, pero no intentan entrar en el paradigma de lo plástico, de lo hermoso convencional, sino que es un lenguaje directo. Les estoy diciendo a las cosas por su nombre. Por eso las llamo panfletos, porque el objetivo es político. Sin tapujos, sin anestesia, sin filtro.

Estas canciones se han hecho virales rápidamente. ¿Cómo se acerca usted a esta idea con los temas que son más urgentes y deben llegar a más gente? ¿Tiene alguna estrategia o forma para asegurarse de que el mensaje llegue a la mayor cantidad de personas posible?

Me acerco a estos temas con la urgencia de la situación. En vísperas de un paro o durante el paro se va necesitando música que vaya animando y alentando a la movilización. Esa es la intención de crear. No tengo ninguna estrategia para asegurarme de que el mensaje llegue, confío plenamente en que necesitamos ese mensaje y que eso va a ser suficiente para que ruede rápidamente. Sé que necesitamos materiales todo el tiempo – plásticos, estéticos, sonoros – para movilizarnos, porque nuestras armas no son balas, no son tanquetas, no es la guerra. Nuestra arma es la creatividad. Eso es lo que tenemos nosotros para construir en este país. No hay que ser tacaños con esas entregas, hay que hacerlas permanentemente. Se necesitan. Yo confío en que el solo hecho de que exista esa necesidad será suficiente para que la canción rápidamente rote.

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En estas canciones siempre se ve a varias personas en los videos, se siente un aire colectivo, de trabajo en equipo y unión. ¿Esa unión también está presente en la creación de las canciones y en los mensajes que decide transmitir?

Sí, las canciones han estado acompañadas de colectivos. Aquí en Piedecuesta hay varios colectivos culturales que estamos siempre trabajando, apoyándonos unos a otros. Pensamos igual y trabajamos por lo mismo. Soñamos por que este país salga de esta eterna guerra. Cada gesto que uno de los colectivos hace, los demás están apoyándolo. Eso también ayuda a que el mensaje tenga esa verdad, la verdad de lo comunitario, del trabajo y del proceso, del barrio, de la calle, del pueblo. Estamos reuniéndonos gente que trabaja a diario en ese proceso y que cuando participa en este tipo de cosas se imprime esa fuerza y esa verdad que necesita para que tengan el poder que han tenido.

En estos días ha habido reclamos a artistas colombianos muy famosos que no se han manifestado sobre las marchas, los asesinatos de la policía, nada; también porque, cuando lo hacen, lo hacen como obligados. ¿Usted cree que los músicos y artistas tienen una responsabilidad con su público? ¿Si sí, cuál?

La responsabilidad de los músicos más reconocidos es tanta como la de cualquier ciudadano. La de ellos de repente tiene un ingrediente adicional, y es que tienen un micrófono muy grande que amplifica su voz, no solo en Colombia sino pa’l mundo entero; podrían aportar muchísimo a la solución de los conflictos, máxime teniendo en cuenta que siempre los gobiernos los han recibido muy bien en su palacio. Una visita de músicos famosos, reconocidos, sería una noticia mundial que generaría mucha presión en el Gobierno para que detenga la masacre. Yo creo que hace falta mucha más participación de este tipo de artistas, en resumen, pa’ que no dejen morir a su público en medio de una guerra. Pero a ellos ni siquiera les llega el ruido de las balas, muchos no viven aquí en Colombia. Yo creo que falta un poquito de amor por la vida en sus gestos, siguen siendo muy pequeños y tibios.

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Si muchos colombianos escuchan a Edson Velandia en momentos como este, ¿usted a quién escucha? ¿Dónde o cómo encuentra algún sentido para lo que está pasando?

Yo escucho lo que hacen los músicos que suben material a las redes, los raperos, los cantores, que están todo el tiempo creando, haciendo covers, versiones de otras canciones, cambiándoles la letra pa’ ponerles temáticas del paro. Eso siempre me está llegando, lo estoy oyendo. Eso me alienta también a mí a hacer más canciones y a acompañar la manifestación. Aparte de eso,  no escucho tanta música. Estoy en el laboratorio permanentemente creando. También escucho la música que ponen mis hijos, muy variada, y la que pone Adriana, mi compañera, que a veces es Víctor Jara o Silvio Rodríguez: música que también se acerca a las problemáticas sociales y que en este momento ayuda mucho a mantener la fuerza y la moral arriba.

No es la primera vez que usted responde preguntas como estas, sobre música, política y protesta. ¿Qué opina de que usted tenga una voz importante para este tipo de temas? ¿Es bueno que escuchemos a los músicos cuando hablan sobre política?

No sé qué tan importante sea la voz que tengo. Seguro es importante para algunos. Creo que todos tenemos una voz, todos tenemos que escucharnos, necesitamos hablar, discutir, proponer, dialogar. Las voces de todos son valiosas. Mucho más si son propositivas, pacíficas, creativas. Y si es bueno que escuchemos a los músicos cuando hablan sobre política, depende. Si hablan en favor de la vida y denuncian los atropellos de los poderosos, vale la pena escucharlos. Si lo que van a hacer es apoyar a los verdugos, a los que oprimen a sus hermanos, creo que es mejor no escucharlos porque sus palabras enferman y matan.

Desde las grandes ciudades se omiten perspectivas de muchos colombianos que viven en pueblos o en el campo; esto pasa en general y también para situaciones como las protestas y la represión violenta que le siguió. Desde Piedecuesta, ¿qué cree que desde estas grandes ciudades no se haya tenido en cuenta para entender qué está pasando en toda Colombia?

Colombia es un país centralizado en todos los sentidos: cultural, político, económico. Se mira a la provincia y al interior del país, a los municipios, con desdén, con apatía. Es un fenómeno de todas partes, todo tiende a ser centrado en las capitales. Por supuesto que ha habido una gran diferencia histórica en la guerra que ha vivido Colombia, al punto de que nos parece que es terrible esto que está pasando porque no sabíamos que siempre ha sido terrible. Mucha gente no está enterada de que esto lo han vivido los campesinos, los indígenas, los negros, los obreros. Toda la vida. Abusos, desapariciones, guerra, bombardeos: todo tipo de violaciones de derechos humanos. El terror y el miedo han sido permanentes, y no desde los que llaman terroristas, sino desde el mismo Estado. El terror como una política de Estado. Nosotros estamos probando eso ahora en las ciudades. Eso ha hecho que mucha gente grite que en Colombia nos están matando, pero la verdad es que nos están matando desde siempre. Esa reflexión también tiene que surgir para que no se crea que esto es inédito, que ahora sí es grave. Grave siempre ha sido. Sin embargo, vemos que en esta movilización hay un cambio de conciencia y una voluntad generalizada de no tolerar más el abuso sistemático hacia la gente. Ahí crece una esperanza enorme para todo el país. Siento que ya el país cambió, el país tiene una nueva semilla, una nueva flor de conciencia social, colectiva, creativa, pacífica, estética, de celebración. A pesar de la tragedia, a pesar del dolor que se ha causado en esta manifestación florece una esperanza de cambio. Eso también lo tenemos que celebrar.