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Música

Ayahuasca, globalización y clímax experimental: hace 20 años Babasónicos lanzó 'Dopádromo'

En 1996 la banda liberó su potencial de psicodelia y selló clásicos imborrables. ¿Qué decía Dárgelos al momento de lanzar el álbum?

Hace dos décadas que Babasónicos -próximos a visitar la CDMX el 21 de noviembre-  editó Dopádromo y nos encabronamos en decir que es el mejor álbum en su discografía. Tranquilos, fans de Jessico, aquí algunas de las decenas de razones por las cuales Dopádromo te dilatará las pupilas.

La libertad de hacer lo que sea y hacerlo bien

Cuando los chavos de las cárceles argentinas, como cualquier otra gente, necesitan beber (escabiar le decimos aquí), recurren a una técnica inmemorial que seguro aplica en el resto de las cárceles del mundo: el "pajarito". Agua hervida, levadura y cáscaras de frutas de las que se tenga a mano. Eso se revuelve bien, va al sol durante una cuaresma y su efecto varía entre el de un whisky y una patada de burro en la nuca. La receta viene a cuento porque ya en Trance Zomba los Babasónicos habían dejado en claro que les sentaba bien lo de hacer un hermoso pastiche que te dejara bien colocado al primer trago. En Dopádromo, todo ese bagaje que iba del hip hop al folclore andino al grunge tercermundista y a la oda hippie se potencia, se vuelve más filoso y se oye -contradictoriamente- más homogéneo. Y no porque tenga una sonoridad marcadamente predominante sino porque esta música habita en un marco perfectamente armado para que sus diferencias sean lo grandioso. Con el aporte de Andrew Weiss en la co-producción (Butthole Surfers, The Rollins Band), Babasónicos ganó espesor sonoro y compramos muy contentos la furia rock de "Su Ciervo", la pseudo-bossa de "Perfume Casino" y el casi western con fondo de cuerdas de "¡Viva Satana!".

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El tiempo y el lugar

Quizás nunca más haya una globalización. Nunca. Piénsalo. Esa sensación de que todo lo que tenías por natural y propio es devorado por conceptos trasnacionales traducidos en negocios y corporizados en hábitos que hacen que la mitad de los amigos de tu infancia ahora sean veganos. Para 1996 Argentina estaba en pleno tsunami de apertura hacia el exterior y destrucción hacia el interior. El entonces presidente anunciaba que se viajaría en vuelos espaciales hacia Japón en menos de una hora, sólo por poner en contexto la demencia general del momento. Es ahí donde aparece Dopádromo para surfear esa ola con ironía, violencia y descaro.

O sea: no sólo parodiamos la globalización desde su aspecto más kitsch sino que te damos una música increíble para que, luego de haberte volado la mente, descubras que hablamos de algo que nos está comiendo vivos.

La escritura de Dárgelos

¿Qué decir de un tipo que inicia una canción con algo como "Ponme un aro en el cuello / doblegame a beber de tu dopa-oreja dopamina / lacerame la piel / para que al renacer / tenga el olor preferido tuyo"? En Dopádromo, el Dárgelos que parecía hablar desde un asentamiento nómade de los Grateful Dead, ahora se lanza escribir violentado por un delirio de psicodelia convulsiva. Por momentos literalmente habla en lenguas ("Gronchótica", "Viva Satana"), y te dilata las pupilas con imágenes dignas de un Apollinaire tripeando en ayahuasca. Y si no, fíjense a qué les suena la letra de "Corayama​".

El disco también representa un quiebre para el fraseo dargeliano: bienvenidos a ese psicopreciosismo que juega con la sintaxis, el potencial de figuración y el silabeo de las palabras en tus tímpanos. Zodiacal, eunuco, lacustres, alud, topografía, urracas, poniente. ¿Dónde encontramos esos términos en el rock masivo en español?

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Una psicosalida de la opresión

Todavía somos jóvenes pero ahí viene a toda marcha y con los frenos cortados el inevitable camión de la madurez para dejarte aplastado como un sapo sobre el pavimento y mostrarte que sí, que todo lo que te advertían sobre esas tardes y noches "gastadas" en recreaciones improductivas era verdad y que se acabó: Truman, tu barquito chocó contra el cielo-pared del inmenso estudio de filmación que resultó el mundo. ¿Qué hacemos? "Desnuden la humanidad / desnuden su intensidad no pertenecés / a esta moral / sos del más allá / de ningún lugar", responde la banda. Ante la tortura ilustrada en el hombre maniatado en llamas en la tapa, Babasónicos levanta su propia escalera a un cielo donde tu dicha de vivir no se carbonice al ver a la realidad desangrada de magia.

Dice Dárgelos en esta gloriosa y por raptos ultra bizarra entrevista: "Despertábamos ante un mundo muy vil, y esa necesidad de responder ante lo horrendo nos llevaba a decir las cosas como son. Por eso el disco tiene mucha más tortura que Trance Zomba. En esa lucha trato de fluir hacia la libertad aunque me cueste dolor, tiempo y pase la vida haciéndolo. A esta altura aprendimos a convivir con la dicotomía universal del bien y el mal, de la muerte y la vida. Y el equilibrio de esa dos cosas es lo que da el mundo, el arte y la belleza".