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Las atracciones de 600 yenes son más bien como shows en vez de videojuegos estándar. Los miembros del público se sientan en bancas mientras los monstruos Pokémon digitales y sus entrenadores se dirigen a ellos. Se piden voluntarios o la cámara escoge participantes para el show, quieran o no. Una vez que el equipo está en su lugar, el show avanza con una serie de luces cegadoras y efectos especiales. Son impresionantes pero no valen su precio si eres de los que se quedan sentados como observadores.
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En el show de batalla no tenías que pelear en lo absoluto. De hecho, solo consistía en un Charizard que hacía varias preguntas al público y una serie de animaciones y luces cegadoras. El show del dojo fue mucho mejor porque hacía que todo el público intentara un par de movimientos simples para que todos participaran. En ese juego me escogieron para tratar de imitar lo que me enseñaba el personaje digital en la pantalla.
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