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'Black Panther' me hizo sentir hermoso siendo negro

Algunas personas negras han tenido que lidiar con el odio propio por demasiado tiempo.
Imagen cortesía de Marvel

Este artículo apareció originalmente en VICE Canada. No voy a decir que Black Panther es la mejor película que se ha hecho. No tiene un arco en el que no se desperdicia un minuto, como en The Shawshank Redemption. Le falta el tema de las sagas, como en The Godfather. Y de ninguna manera es tan impredecible como Vertigo. Pero es la película más poderosa que he visto.

Se necesita cierto tipo de experiencia negra para entender por qué digo esto; saber qué significa cuando un tipo como yo dice que alguna vez odió su propia piel. Es lo que puede significar crecer siendo de piel oscura: una exploración a través de imágenes, palabras, prejuicios, y discriminación que insisten en la idea de que tu trasero negro no es ni mierda. Es la misma 'experiencia' que convierte la historia de venta de esclavos en caminos negativos para la autoidentificación. Y es la misma 'experiencia' que mezcla los momentos de brutalidad policial, las etiquetas despectivas contra el 'negro', y las mujeres blancas asustadas que cruzan la calle; todo en un revoltijo de mierda que termina en nosotros diciendo, "Gracias señor, ¿Podría tomar un poco más?"

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Cuando tienes trece años, como yo los tuve en 1998, no tienes un Black Panther (ya hablaremos de esto). Es solo tu mente contra 200 años de propaganda en contra de los negros. Las imágenes de la grandeza siempre lucen pálidas (blancas) en comparación con las de personas que luchan, y los hacen reír bailando; esos comparten tu tono de piel. Las visiones de elevación en la ficción y la no ficción comienzan a girar al rededor de la blancura; se vuelven tu todo. Tu razón para brillar. Tu razón para odiar.

Malcolm X no pudo haberlo hecho sin un 'hombre blanco' al qué oponerse. Glory no habría sido una gloria sin el Ejército Confederado. Y ese tipo (Will Smith) de En busca de la felicidad no lo habría hecho sin un hombre blanco que le diera el trabajo. Si no hay una inclusión de la blancura, entonces estamos relegados a capuchas, canchas de básquetbol, campos, y tarimas. Este es el punto en donde todo el mundo occidental celebra nuestra lucha e infelicidad. La gente se pone de pie y le aplaude a la representación de cadenas en las muñecas, donde bailamos y arrastramos los pies mientras nuestra cultura es caracterizada por hacer a otros reír, llorar, y sentirse bien sobre su situación. Todo es alimento para un complejo de inferioridad.

No hace falta más que ver el experimento de Kenneth Clark como un ejemplo perfecto de esto, que luego fue recreado en 2006 por Kiri Davis. El infame experimento mostró que quince de veintiún niños eligieron muñecas blancas en vez de muñecas negras, el blanco se asoció con lo lindo o bueno, a diferencia de las elecciones negras, que recibieron un "feo" o "malo". En mi caso, eso significa cremas aclarantes de piel, pelo ondulado, y una voz codificada. Religiosamente evité comer pollo cerca de mis amigos blancos y raramente miraba a alguien a los ojos por miedo a "asustarlos" inadvertidamente (A veces aún lo hago). En mi caso, mi Black Panther fue mi madre, que dio lo mejor de ella para recordarme quién era y que estuviera orgulloso de eso. No todos tienen esto.

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Y así, en 2018, llegó Black Panther de Marvel. Es una película que tiene la audacia de presentar a un protagonista negro, T’Challa (Chadwick Boseman), que, para empezar, es un rey. Su reino africano, Wakanda, tiene la osadía de ser tecnológicamente avanzado sin una pizca de cultura despojada de sus tierras afro-futuristas. Sus coestrellas tienen el coraje de ser mujeres y hombres negros con un sentido normalizado de agencia y poder. Su director, Ryan Coogler, tiene el coraje de ser de Oakland, California, y con un acento propio del lugar. Su banda sonora dirigida por Kendrick es desafiante, con temas más negros que el negro. Y luego está el villano, Erik Killmonger (Michael B. Jordan), que tiene las agallas de no ser satanizado con el tema del "encapuchado", sino que refleja una frustración válida alrededor de la identidad y supervivencia con la que muchos negros lidian. La blancura no es necesaria para contar una maldita cosa sobre esta historia.

No es tanto que las niñas y niños negros tengan un superhéroe que puedan admirar, sino que además pueden tenerlo sin que el "blanco" lo haga grandioso. Con todo el compañerismo negro que muestra esta película —sin pedir permiso ni disculpas—, vemos que la excelencia se puede lograr aún con solo eso.

La versión de la vida real de esa idea viene con números que rompen récords, proyecciones de caridad para los niños, y hashtags de #LoQueBlackPantherSignificaParaMi. La gente está apoyando esto. Hay un entendimiento colectivo de que necesita tener éxito, y en ese movimiento, hay un poder que no se comprometerá a dar nada más que respaldo a la negrura.

Un top-cinco para cualquier fanático del cine siempre será determinante para su género, técnica y narrativamente hablando. Pero una película memorable es aquella que te hace sentir algo… un sentimiento que puede poner a prueba el paso del tiempo. Cuando salí de ese teatro después de ver Black Panther, cada persona negra que vi parecía un hermano y una hermana. No me limité a la opción de mirar fijamente hacia abajo, o de levantar la barbilla en un discreto reconocimiento… solo había una sonrisa de mi parte. El persistente odio a mí mismo que va y viene cayó en el camino. Al contrario, fue reemplazado por el orgullo, la fuerza y la felicidad, como si me despertara de algo. Esta película me mostró una posibilidad que ninguna otra película había logrado, esa excelencia no perturbada por la intervención blanca puede y siempre será hermosa. Y, sinceramente, después de ver esto, me sentí jodidamente hermoso.

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