ILUSTRACIÓN POR TIFFANY BAZÁN.
VICE World News

¿Podemos pensar en un futuro político diferente en América Latina?: el Proyecto Recambio cree que sí

“El problema es, sobre todo, de oferta: no tenemos políticos preparados entre los cuales elegir. Pero, ¿cómo esperamos que lo estén si no ofrecemos en la sociedad ningún espacio dónde formarse?”.

Este texto hace parte de ¿Hay futuro?, nuestra séptima edición. Desde el 17 de marzo hasta el 26 de marzo estaremos publicando contenidos de este especial. Encuéntralos dando clic aquí.

Este es un breve -créanme, muy breve- resumen de los últimos tres años de la vida política peruana:

El 21 de marzo de 2018, el presidente Pedro Pablo Kuczynski renunció antes de cumplir dos años en el puesto. Su renuncia llegó tras largos meses de una escalada de enfrentamientos abiertos con un Congreso hostil, controlado por el principal partido de oposición, y como consecuencia del escándalo de corrupción relacionado con la constructora brasileña Odebrecht, a la que presuntamente habría favorecido como ministro en un gobierno anterior y con la que una empresa suya habría firmado contratos de servicio.

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Su vicepresidente, Martín Vizcarra, asumió la presidencia a los dos días, el 23 de marzo. Un año y medio después, el 30 de septiembre de 2019, tras largos meses de nuevos enfrentamientos con el Legislativo, disolvió el Congreso, una medida que ningún presidente había llevado a cabo desde abril de 1992, en los albores de la dictadura de Alberto Fujimori. La vicepresidenta de Vizcarra, Mercedes Aráoz, renunció en señal de protesta.

Un año después, en septiembre de 2020, ya en plena pandemia de covid, un nuevo Congreso, elegido en enero de ese año, inició un primer proceso de vacancia contra el presidente Vizcarra. No alcanzaron los votos necesarios, pero dos meses después, el 9 de noviembre, una segunda moción sí consiguió declarar a Vizcarra “incapaz moralmente” y, con ello, retirarlo del cargo.

Si les ha resultado agotador y un poco confuso leerlo, imagínense cómo ha sido vivirlo. Y eso que me he ahorrado nuestro escándalo más reciente: en febrero de este año el país descubrió, entre el asombro, el hartazgo y la indignación que varias autoridades -incluido el expresidente Vizcarra, una ministra de Salud, una ministra de Relaciones Exteriores y muchos más- habían sido vacunados en secreto contra el covid, entre octubre de 2020 y enero de 2021, antes de que iniciara la campaña oficial de vacunación.

El Perú ha pasado, en los últimos años, de ser considerado el nuevo milagro sudamericano a ser objeto de bromas por su desesperante inestabilidad institucional. “Peruanos viven angustiados porque no cambian de presidente hace casi tres meses”, titulaba en febrero un site humorístico.

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Hace unos días, el escritor peruanoestadounidense Daniel Alarcón, cofundador y productor ejecutivo de Radio Ambulante, comentaba en Twitter que hacía un año que él y su equipo habían lanzado el podcast de actualidad noticiosa El Hilo y ya había perdido “la cuenta de las veces que hemos discutido en reuniones editoriales la posible vacancia de un presidente peruano”.

En este contexto, donde la actualidad noticiosa peruana invita día a día a la desesperación o al cinismo, un grupo de profesionales de distintas ramas lanzó una iniciativa que apuesta por impulsar un cambio verdadero.

En 2019, tras meses de conversaciones, una veintena larga de miembros formó la Sociedad Beta. Según su propia definición, esta sociedad es “una asociación civil, apartidaria y sin fines de lucro, que busca incidir en la agenda pública, desde distintos sectores, profesiones y experiencias, a través de la formación política, la construcción de propuestas y la generación de consensos en temas críticos y de relevancia para la ciudadanía”.

Una de las integrantes de Sociedad Beta, la politóloga Gabriela Vega Franco, es también directora de su principal iniciativa: Recambio.

Vega tiene este mensaje fijado en su cuenta personal de Twitter:

“El problema es, sobre todo, de oferta: no tenemos políticos preparados entre los cuales elegir. Pero, ¿cómo esperamos que lo estén si no ofrecemos en la sociedad ningún espacio dónde formarse? Era obligación de los partidos, pero hace rato dejaron de poder hacerlo solos”.

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Cuando conversé con Vega, insistió en esto. “Si necesitamos que quienes entren en política tengan las competencias para hacerlo, deberíamos asegurarnos que existan espacios donde puedan adquirirlas”, me dijo.

Así que, como los partidos han dejado de brindar esos espacios y, no podemos -o no deberíamos- quedarnos en la mera queja y desdén por la clase política, Recambio decidió suplir esa carencia y lanzar un ambicioso programa de formación de candidatos.

Candidatos distintos. De partidos e ideologías diferentes. Que tuvieran en común dos cosas: ser jóvenes y tener ganas de aprender a hacer política de forma diferente.

Una política diferente de la que vemos día a día en el Congreso, en Palacio de Gobierno, en la televisión y en las redes sociales, y que ha alienado a un porcentaje muy importante de la ciudadanía.

Una política diferente de aquella que ha llevado a que, según el último informe de Percepción Ciudadana sobre Gobernabilidad, Democracia y Confianza en las Instituciones, más del 90% de los peruanos no confíen en los partidos políticos ni en el Congreso.

Una política distinta a la actual, que parece reducida al insulto, el agravio, las pullas y los intereses personales, donde resulta dificilísimo conversar o discutir y acercar posiciones encontradas.

Todo esto, los más de tres años de profunda crisis política, con tres presidentes seguidos con menos de dos años en el cargo, un Congreso disuelto y un Congreso extraordinario elegido para un año de mandato, ocurre además ad portas de la celebración por el Bicentenario de la independencia del país.

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Pese a que algunos pretenden hacerlo, a estas alturas es imposible -e inútil- buscar culpables individuales. Más allá de las filias o fobias políticas, cualquier persona atenta a lo que ocurre en el Perú es consciente de que nos encontramos ante una crisis trasversal y que va mucho más allá de tal o cual personaje, tal o cual partido. Y así como no es posible asignar la responsabilidad única del desastre a alguien en particular, la salida tampoco debe buscarse en un único político o política o partido.

Como me dijo Gabriela Vega, “la democracia misma implica que ningún candidato, ningún partido, puede por sí solo generar un verdadero cambio sostenible, una nueva política sostenible”. La solución pasa por tener mejores políticos, que hagan una mejor política. Suena sencillo, pero es dificilísimo.

Se trata de encontrar personas que entiendan en palabras de Vega, que “no hay democracia sin acuerdos y el único poder que existe es el compartido, así que tenemos que empezar a crear espacios donde la discrepancia y la diversidad puedan encontrarse”.

A finales de septiembre de 2019, cuando el equipo de Recambio se preparaba para lanzar la primera convocatoria de su programa de formación, orientada a seleccionar a los jóvenes -de entre 25 y 45 años- futuros candidatos de cara a las elecciones generales de abril de 2021, el entonces presidente Martín Vizcarra cerró el Congreso y, acto inmediato, convocó a elecciones extraordinarias para elegir uno nuevo que concluyera el mandato previsto en julio de 2021. Las nuevas elecciones serían a finales de enero de 2020.

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“De tener un año y medio por delante, pasamos a tener tres meses”, me explicó Gabriela Vega.

Antes de tomar la decisión de seguir con el cronograma previsto y prepararse para las elecciones de 2021 o realizar una versión “mínima viable” del proyecto, Vega y los miembros de Sociedad Beta lanzaron una encuesta dentro de la red de contactos que la asociación había ido construyendo. Y se toparon con que había decenas y decenas de personas que estaban dispuestas a presentarse a las elecciones parlamentarias extraordinarias y querían contar con el tipo de formación que Recambio estaba anunciando.

Una formación articulada en tres ejes -Mejorar capacidades, Potenciar candidaturas y Cambiar prácticas políticas- y que incluye aspectos y materias como “Ética y función parlamentaria”, “Democracia y sistema política”, “Procesos y reglas electorales”, “Ética y transparencia electoral”, “Debate y negociación” o “Colaboración y soporte entre pares”.

A primera vista, esas materias podrían parecer básicas o darse por sobreentendidas. Pero, como ha demostrado la profunda crisis política del país y sus múltiples manifestaciones -basta asomarse como espectador durante unos minutos a presenciar cualquier debate en el pleno del Congreso o escuchar las propuestas de muchos candidatos presidenciales o parlamentarios-, no lo son en absoluto.

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Lo explica bien Vega: “nuestros representantes, pero también la mayoría de ciudadanos, no cuentan con espacios donde aprender a hacer política en democracia”. Espacios donde aprender “cómo funciona el sistema político peruano, cómo funciona la Constitución, cuáles son las funciones de cada organismos, sus reglas”.

La clase política que tanto nos ha decepcionado a veces no solo no cuenta con esos conocimientos sino que tampoco ha tenido donde “aprender a negociar, a llegar a acuerdos, qué significa la transparencia, qué son los conflictos de interés, cómo se hacen equipos de trabajo en el parlamento, cuáles son las fronteras entre lo público y lo privado”. Herramientas fundamentales para un ejercicio responsable y, ojalá, honesto del poder.

Así que, con solo tres meses por delante, a finales de 2019, decidieron arriesgarse y hacer una versión reducida del ambicioso programa que venían construyendo. “Hicimos un proceso de selección muy ambicioso para el tiempo que teníamos y tuvimos 17 candidatos y candidatas que pasaron los procesos de selección de sus partidos”, me explicó Vega.

Ya la sola selección fue un proceso arduo. Según me explicó Vega, el equipo de Recambio aplica una serie de filtros para decidir la idoneidad de los candidatos, que incluyen una revisión de bases de datos y huella de Internet para identificar antecedentes o denuncias, ya sean sociales o periodísticas, que puedan descalificar o poner en duda su integridad. El equipo realiza también un análisis de la presencia en redes sociales, donde se revisan los contenidos compartidos por los aspirantes para medir su alineamiento a las pautas de debate, propósito del proyecto y valores de la iniciativa.

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Superados estos filtros, los candidatos y candidatas han de superar una entrevista en profundidad y estructurada, de una hora de duración. Si el resultado de esa entrevista es positivo, los candidatos deberán firmar un compromiso que los obliga a cumplir unas reglas mínimas de conducta y prohibe cierto tipo de comportamientos que van desde “violencia en sus diferentes tipos o manifestaciones” a “acciones, comentarios, bromas o insinuaciones ofensivas”. De incumplir ese compromiso, son separados del programa de formación.

Esos 17 candidatos y candidatas de la primera promoción, que pertenecían a cuatro regiones distintas del país y a nueve partidos políticos, tuvieron una versión intensiva del proceso de formación: desarrollo de capacidades, cómo potenciar sus candidaturas y cambios en las prácticas políticas. De ellos, dos candidatos -Daniel Olivares, del Partido Morado, y Arlette Contreras, del Frente Amplio- resultaron electos y forman parte del actual Congreso. Del resto, me dijo Vega, “más del 75% ha asumido roles de liderazgo en sus partidos tras la elección del año pasado”.

Como muestra del compromiso en pro de una nueva forma de hacer política asumido por los miembros del programa de formación de Recambio, el congresista Olivares publicó hace unas semanas en redes sociales un video en el que realizaba un balance de su gestión.

“Hace casi un año juramenté como tu congresista y hoy me toca hacerte una rendición de cuentas”, empezaba diciendo Olivares en un ejercicio de transparencia poco frecuente en la política peruana. “Te prometí tres cosas: trabajar mucho y ser muy jodido para conseguir las cosas, sin perder el respeto; reconocer mis errores; y decir siempre la verdad”, continuaba, para luego, en dos minutos, listar los proyectos de ley en que había trabajado y otras iniciativas que había promovido en los doces meses que lleva en el cargo.

Por supuesto, habrá quien valore de manera más positiva o negativa su gestión, pero se trata de un esfuerzo que ojalá más políticos imiten.

La segunda promoción de Recambio que participará de las elecciones de este año, contó con 23 participantes, de entre 26 y 43 años, elegidos de un centenar de postulantes. Provienen de diez regiones del país, pertenecen a diez partidos políticos distintos, el 40% son de fuera de la capital, Lima.

Ahora mismo se encuentran en el último sprint de la campaña y su suerte se decidirá el próximo 11 de abril, en las elecciones generales. Ahí veremos cuántos consiguen convencer a suficientes votantes.

Y, de ser así, el 28 de julio, el día mismo del Bicentenario, una vez sean oficialmente investidos congresistas de la República, empezaremos a ver si están a la altura de las altas expectativas que Gabriela Vega y el resto del equipo de Proyecto Recambio han puesto en ellos y ellas, y son capaces de ayudar a que el país, por fin, encuentre formas de salir del entrampamiento político en que nos encontramos.