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Vinyl sigue el lado salvaje de Richie Finestra, un ejecutivo discográfico que está intentando vender su sello a Polygram, utilizando el fichaje de Led Zeppelin como anzuelo para convencer a los peces gordos. El marco no puede ser más jugoso. Nueva York en los 70 es una ciudad dura, infestada de drogas, pero con una efervescencia musical en sus intestinos que deja sin aliento.En este sentido, se ha cuidado tanto la estética de la locura cocainómana como el rigor de la banda sonora. Scorsese, Jagger y Winter han puesto sobre la mesa todos sus conocimientos para servir al espectador la lección musical más entretenida de la ficción televisiva actual. De hecho, la fecha está elegida con suma inteligencia: estamos en 1973, una época en la que el rock se ha consolidado por completo. Las drogas forman parte integral del proceso creativo y ya están aflorando nuevos estilos. No es gratuito que entremos en un concierto de Zeppelin o de los Dolls, como tampoco lo es que accedamos a una de las míticas fiestas de Kool Herc, donde se fragua un nuevo y extraño sonido llamado a convertirse en el rock 'n' roll del siglo 21: el hip hop.
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El piloto de Vinyl es Scorsese sin cortar. El motor siempre a tope. El viejo Marty recurre al pulso histérico del Lobo de Wall Street, curiosamente el guión del film también es de Terence Winter. El personaje de Cannavale tiene el aura de un Don Draper acanallado y salpica la trama con apuntes mafiosos y humor negro. El veterano director consigue excitar hasta su horizonte final los componentes de un coctel molotov que no se ciñe estrictamente a la radiografía sonora, pues ambiciona también convertirse en un fresco social. Hasta sale Andrew Dice Clay haciendo de magnate de la radio cocainómano y hay un guiño al cine de catástrofes de los 70 en un final demoledor, en el sentido más literal del adjetivo.Todo indica que Vinyl está destinada a marcar una época. Es de culto antes de serlo. Es una serie muy loca y viciosa, y no será la única regresión musical a Nueva York que veremos este año. Netflix ya tiene su réplica preparada. Se llama The Get Down, se estrena en verano, tiene a Grandmaster Flash como asesor y nos llevará directamente al Bronx de los 70 para que presenciemos el nacimiento de la cultura hip hop.Mientras tanto, en los próximos meses seguiremos bajando al infierno neoyorquino con Richie Finestra, los New York Dolls, Robert Plant y la madre que los parió a todos. En una era como la actual, dominada por los DJs de laboratorio, la música digital y los artistas-empresa hiperprofesionalizados, Vinyl reivindica el primitivismo animal del rock 'n' roll con las tripas desparramadas sobre la mesa, con toda su fealdad. El piloto es como una raya de perico, un solo de guitarra de Tony Iommi a 12000 decibeles y una venida en las tetas de una groupie… ¡todo al mismo tiempo! Coke 'n' roll en estado puro. Purísimo.