Resignarte a las crudas es la decisión más adulta que puedes tomar
Fotografía: Andreas Brændhaugen

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Resignarte a las crudas es la decisión más adulta que puedes tomar

No serás por siempre joven, así que acepta las tres curas para las crudas que de verdad funcionan.

Este artículo se publicó originalmente en THUMP EUA.

Solo hay tres curas para crudas que realmente funcionan. La primera involucra beber una lata de Coca-Cola en la ducha, en la segunda tienes que consumir tres cigarros y cinco tazas de café viendo a Gordon Ramsay en Kitchen Nightmares, y la tercera requiere estar sentado y completamente desnudo en la silla más firme que encuentres y tratar de leer la novela más borracha de Malcolm Lowry, Under the Volcano, de 1947, hasta que la pestilencia potente a poros obstruidos con alcohol que emana el libro te lleve a un sueño profundo y deprimido, forzándote a efectivamente dormir la cruda. Eso es todo.

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No necesitas comer un desayuno completo, por más tentadora que parezca la idea de un plato de cartílago frito y grasa. Definitivamente no tiene sentido combinar vinagre orgánico de sidra de manzana con miel orgánica, agua, y sal rosa del Himalaya; y categóricamente NO quieres verte sentado en el mismo bar del que saliste tambaleándote hace unas horas, intentando valientemente tragarte un Bloody Mary y chorreándote la sudadera de tu universidad con salsa Tabasco, con el estómago retorciéndose con las náuseas mientras tratas de continuar con la conversación sobre los precios en alza de las rentas en Bed-Stuy.

No, lo único que puede prevenir un día de cruda es la cafeína, la nicotina y la imagen de Ramsay gritándole a un pobre chef de pastelería de cualquier cafetería de San Diego por usar aceite de canola vencido. Escríbelo en una tarjeta que guardes en tu billetera, tatúatelo en la parte interna de tus párpados, garabatéalo en letras de metro y medio frente a tu departamento –haz lo que puedas para asegurarte de que la próxima vez que te levantes con una cabeza llena de pasta para resanar, estas sean las instrucciones que recuerdes.

Claro que, las crudas son tan parte de la cultura club como los tacos baratos, y el creer que las noches underground de música ambient son un medio para cambiar el mundo. Aunque el bajón –el hermano malvado y amargo de la cruda– tiene más que ver con una gran noche de fiesta de verdad, es decir, una donde hayas intercambiado un monto equivalente a lo que gastas en comida en un mes por una bolsita de azúcar, cerebros machacados y un polvo que alguna vez estuvo cerca de la cocaína, la humilde cruda ha plagado la humanidad desde que nuestro viejo amigo de THUMP, Dionisio decidió hacer que todos nos perdiéramos en el alcohol.

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Cuando somos jóvenes, las crudas parecen una tierra distante que yace en un océano que aún no hemos visto, y mucho menos nadado en él. La cruda es algo inescrutablemente adulto, una manifestación de las propiedades dañinas de envejecer, prueba de que la juventud debe saborearse, atesorarse, y nos debemos aferrar fervientemente a ella –porque la alternativa es algo infernal. Ser adulto es ser gordo, calvo, infeliz, desgastado y crudo. Pero, como adolescente tierno engullendo un alcohol barato con gusto, crees que ese nunca serás tú. Yo nunca seré viejo. Yo nunca estaré crudo.

Fotografía por Lars Ploughman (vía Flickr)

Sin embargo, sí lo harás. Todas esas cosas te pasarán conforme desciendas lentamente hacia las arenas movedizas del tiempo: la cintura se ensancha, el cabello se debilita, y la tremenda habilidad sobrehumana que tenías para beber como un Mel Gibson sin hígado se desvanece en el éter entre tus esperanzas, sueños y expectativas. Pasará cuando tengas unos 23 o 24, y te golpeará como un tren a toda velocidad. No hay escapatoria ni forma de engañar al sistema. No hay medio para acortar la cadena perpetua por buena conducta. Todos estamos condenados a la dolorosa condena de una vida marcada por crudas.

"La cerveza", dijo presuntamente el notable volador de papalotes y padre fundador, Benjamin Franklin, "es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices". No quiero ofender al Sr. Franklin, pero honestamente eso es pura mierda. La cerveza es la prueba de que Dios, si es que existe –y si estamos siendo honestos, una página de música dance probablemente no es el mejor lugar para una discusión extensa sobre la plausibilidad de la existencia teísta– nos odia, o al menos ve la humanidad con un desdén que raya en un sadismo total. Un Dios justo, benevolente, comprensivo y amoroso no nos habría dado la cerveza, porque la cerveza nos da crudas y las crudas básicamente sirven solo para recordarnos que nos precipitamos hacia la enorme, indiferente, y siempre presente tumba.

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Pero lo hizo, y ahora las tenemos, y tenemos que aceptar el hecho que el resultado lógico de engullirse seis cervezas sin gluten un sábado por la noche es un domingo donde todas tus fibras estarán gritando exigiendo algún tipo de liberación. Tristemente, una buena noche significa una tarde terrible. Estarás mirando fijamente las paredes, llorarás en la ducha, y sentirás todas tus entrañas reorganizándose a sí mismas mientras te arrastras lentamente a la tienda de la esquina para comprar un Gatorade azul y un paquete de cigarrillos.

La cosa de las crudas, y de la adultez en general, es que incluso en su peor momento, el más destructivo, más repugnante y más consumidor, no son de hecho tan malas. Es solo un dolor de cabeza, un estómago descompuesto, un temblor constante y náuseas y pánico y arrepentimiento y ansiedad y remordimiento y miedo y un muy, pero muy silencioso deseo de muerte instantánea, pero aparte de eso, ¡las crudas no son tan malas!

Fotografía por Lars Ploughman (via Flickr)

Es demasiado fácil imaginar que ser un adulto es un pedaleo interminable por los formatos de seguros hipotecarios, y fingir apreciar repentinamente el gusto y la versatilidad de la humilde coliflor, y pensar que esas cosas son difíciles y dolorosas y menos divertidas que bajarse botellas de aguardiente y usar disfraces graciosos. Puras mamadas.

Mientras nunca, nunca, nunca, lo pongas en términos de "adultarse", ser un adulto propiamente dicho es mucho más preferible a existir ese traspaís post-adolescente donde nunca has tenido la mínima idea de quién eres y qué quieres. Una enorme parte de permitirle a la diversión adulta entrar en tu vida es aceptar la importancia de la responsabilidad.

Fuera de las responsabilidades reales y serias con las que seguramente te encontrarás en tu caminata hacia la muerte, lo más importante que puedes hacer como persona joven que disfruta de los clubes nocturnos necesita aceptar y adoptar es la responsabilidad de la cruda. Tienes que lidiar con ella de frente, recibirla, mirarla a los ojos, darle la mano y dejarla entrar. Sírvele unas tostadas y unos totopos y acuéstense juntos en un sofá pestilente; dos seres humanos grises y canosos conscientes de sus fallas.

Los tips descritos al comienzo de este artículo serán tus mejores amigos. La Coca-Cola te pondrá inquieto, Ramsay te molestará tanto que no tendrás otra opción que salir y disfrutar del aire fresco, y Malcolm Lowry hará que nunca quieras beber de nuevo.

Bueno, hasta alrededor de las 4PM, cuando tu compañero de depa abra una Blue Moon para "bajarle un poco a la cruda"