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"Jamás había estado en un campo de refugiados ni tampoco trabajando en situaciones de emergencia humanitaria", explica a VICE. Llegué a Grecia en enero, concretamente a Lesbos. En marzo nos trasladamos a Idomeni, donde estuvimos hasta junio en el campo de Eko" –un campo que ellos mismos habilitaron pero que fue cerrado en junio sin previo aviso por la policía griega–."Tras el desalojo, seguimos a nuestras familias y amigos refugiados en busca de cobijo hasta Vasilika, en los alrededores de Tesalónica". Es allí donde han creado la nueva comunidad EKO, una iniciativa que tiene por finalidad aportar vida y dignidad a las personas que se encuentran atrapadas esperando para cruzar la frontera.Ahora todo es un negocio más para decenas de organizaciones que continúan reproduciendo este sistema fronterizo que mata personas día tras día
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Mira nuestro documental 'Idomeni, sin refugio' sobre la vida de los refugiados en el campo de Idomeni:
"Soy incapaz de entender por qué actuaron así, ya se sabía que la gente estaba tan hecha polvo que no se opondría al desalojo y no habría violencia. Aquella noche me detuvieron a mí y también a mis compañeros. Para ellos suponíamos un estorbo, cuando en realidad habíamos dejado nuestras vidas anteriores para ayudar en esta situación que nos afecta a todos". Aquellos no fueron los únicos voluntarios españoles detenidos, en abril arrestaron a cuatro personas de entre 20 y 30 años cuando salían de una de las actividades infantiles que organizaban en EKO. Al día siguiente les dejaron en libertad."Si en los campos oficiales se nos ha prohibido la entrada es porque nadie quiere que la gente sepa las condiciones en las que vive la gente allí. No hay ningún médico, les dan comida podrida, y están en unas condiciones deplorables". Tanto ella como sus compañeros explican a los medios lo que han presenciado durante su estancia:"Hay vídeos y fotos de cómo la policía ataba con bridas a los refugiados, miembros de Proactiva han visto cómo se pinchaban barcas para que los refugiados muriesen ahogados y así el coste fuese menor, han visto al ejército griego maltratando a personas y dándoles palazos… gracias a las nuevas tecnologías lo hemos podido grabar y está en internet".Ahora Sara lucha a nivel físico pero también virtual. Su incansable batalla es ahora para intentar cambiar la situación y conseguir movilizar a la gente para que se haga algo al respecto.
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"El sueño americano es ahora el sueño europeo", explica Sara ante la pregunta de por qué tienen los refugiados la concepción que en Europa tendrán todas las facilidades para vivir bien. "Se tarda 10 segundos en escribir el nombre de sus ciudades de origen en Google y darse cuenta de por qué huyen". Tras cinco años de guerra la situación en Siria sigue siendo dramática y no hay visos de solución. Es por ello que los que pueden intentan escapar en busca de prosperidad.El 46 por ciento de las personas estancadas en Grecia son menores de edad, una cifra que provoca escalofríos. Para los que están allí no son solo cifras: les conocen, les quieren y les han visto sufrir de muy cerca. Les han visto aprender a caminar, dejar el campo para cruzar las montañas en busca de suerte, han estado allí cuando querían rendirse y les han ayudado a levantarse. Son el motivo por el que luchan, quieren verles sonreír, buscan rehacer la destroza que ha provocado el odio y el poder en sus vidas."Ahora mismo lo que más urge es llevar a cabo el programa de relocalización y acogida de refugiados en los estados miembros. Las depresiones van en aumento y también los suicidios", declara Sara. Con la llegada del frío los problemas de precariedad en los campos se verán agravados y el confinamiento de toda esta gente en campos no es la solución."Esta situación solo lleva hacia el odio. Se está creando una generación de odio. Hay muchos niños creciendo entre rechazo y la miseria. ¿Y qué hacemos nosotros? Mirar hacia otro lado. A nosotros, los voluntarios nos hierve la sangre. Muchos hemos perdido la fe en absolutamente todo, hemos conocido de cerca el mecanismo genocida mundial, el silencio y el sistema que lo permite y lo mantiene"."Preferiría morir en casa con los bombardeos que morir aquí", decía un refugiado ante las cámaras de VICE NEWS. La guerra destruyó su casa y se jugó su vida en el mar para llegar a salvo a un campo de miedo y miseria. Los niños recluidos allí ya no dibujan casas y árboles.Reflejan lo que han visto y lo que han vivido: tanques, bombas y muertos. Voluntarias como Sara hacen más llevadera la vida de las personas que malviven cerca de la costa de Grecia y que han visto el horror de la barbarie humana en sus propios ojos. Les enseñan canciones, les construyen toboganes para que jueguen y les prestan colores para que pinten así un futuro mejor.Esta situación solo lleva hacia el odio. Se está creando una generación de odio. Hay muchos niños creciendo entre rechazo y la miseria. ¿Y qué hacemos nosotros? Mirar hacia otro lado