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Drogas y fiestas sexuales en barco o turismo pijo: la batalla por Magaluf ha comenzado

Mientras el ayuntamiento intenta limpiar la fama de Magaluf, todo el mundo se prepara para que este sea un verano exactamente igual que el anterior.

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La temporada alta de Magaluf ya ha empezado y… ¡Sorpresa!: todo sigue igual. Los adolescentes británicos, se preparan para un nuevo verano de sexo desenfrenado y, como viene siendo habitual desde hace más de 30 años, en Magaluf se lo van a poner muy fácil.

Si no que se lo pregunten a las empresas que organizan fiestas etílicas a bordo de barcos (las llamadas party boats). Vice ha tenido acceso al documento interno que distribuye a sus relaciones públicas una de estas compañías. El manual es inequívoco.

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Si se trata de vender entradas a chicos, el documento dice textualmente: "haz hincapié en el hecho de que se organizan juegos sexuales a bordo del barco y se les garantiza algún obsequio a cambio de que se involucren. ¡La gente tiene sexo a bordo cada semana! La primera cosa que el DJ dirá es que los baños están solo para follar".

Si esto no les convence, la cosa sigue: "Di a los tíos que triunfarán seguro, ya que tienen tres horas a bordo con las mismas chicas y ellas no tienen a dónde escapar". Además, se les ofrece alcohol, duchas de champagne, paradas para bañarse, toboganes acuáticos y una camiseta de recuerdo de regalo.

Para vender entradas a las chicas, el manual aconseja ser un poco más sutil: "Diles que los delfines normalmente siguen al barco y existe la posibilidad de nadar con ellos". Pero si las chicas (que no los delfines) están preocupadas por tener que participar en juegos sexuales la recomendación es decirles que: "No se presiona a nadie para que se involucre en los juegos sexuales, diles que tú solo miras y es muy divertido".

Vender entradas en las calles es ilegal y esta empresa lo sabe. Y así se lo advierte a sus ticketeros. El manual dice textualmente: "Como muchos trabajos en Magaluf, vender tickets es ilegal, así que no dejes que te pille la policía, en el caso improbable de que lo hagan bajo ninguna circunstancias les redirijas a nosotros".

Después del escándalo del mamading del año pasado, Magaluf está siendo observado muy de cerca por las autoridades en un intento por limpiar su imagen. Desde mayo, las excursiones etílicas están prohibidas, a no ser que no superen las 20 personas de aforo y que tengan todos los permisos. Las party boats sí están permitidas pero con restricciones y también inspecciones periódicas. Estos cambios pueden parecer pequeños sobre el papel pero potencialmente podrían suponer una gran transformación de la zona a largo plazo.

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Quien visita Magaluf en estos momentos, se encuentra con un área que está cambiando rápidamente. La infame calle de Punta Ballena es lo único que permanece intacto. Mientras tanto, los viejos hoteles están siendo renovados y calles enteras están ahora mismo levantadas para ser reconvertidas en paseos peatonales ajardinados.

Es una transformación profunda en la que hay mucho en juego. Si no sale bien, hay dos actores principales que tienen mucho que perder. Son el Partido Popular que gobierna en el municipio y la cadena hotelera Melià Internacional. Ambos pusieron en marcha el proceso de regeneración en 2013. Según el diario británico Financial Times Melià ha comprometido más de 150 millones de euros.

El primer paso de este proyecto mastodóntico es cambiar el nombre de "Magaluf" por el de "Calvià Beach Resorts". Una idea muy ambiciosa ya que a estas alturas "Magaluf" e incluso "Shagaluf" se han convertido ya en una marca que se vende por sí sola en determinados mercados.

No solo hay dinero en juego, el Partido Popular ha apostado fuerte por el cambio pero queda por ver qué pasará después de las elecciones municipales del próximo 24 de mayo. La pregunta, de momento, es si hay espacio suficiente en Magaluf para que conviva el turismo de alto standing que quieren promover desde el ayuntamiento y Melià Internacional, con los paquetes charter de adolescentes que buscan alcohol barato y sexo a mansalva.

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Buscando una respuesta a esta pregunta, Vice ha decidido no preguntar en el ayuntamiento, ni a los empresarios. En cambio, hemos recorrido las calles de Magaluf un sábado por la mañana para hablar con los residentes, los turistas de fuera de temporada y los trabajadores de la zona. ¿Cómo ven ellos el futuro de Magaluf?

Primero, los taxistas. No importa el país, este gremio suele tener una opinión acerca de casi todo. Son las nueve de la mañana y nos topamos con media docena de ellos que esperan, charlando. Aún es pronto en la temporada así que no tienen mucho trabajo y los encontramos de buen humor y con ganas de hablar.

Nico lleva trabajando como taxista en Magaluf ocho años, aunque su relación con la zona empezó mucho antes. Cuando tenía diez años vivía con su familia en un apartamento en Punta Ballena. "Era 1980. Recuerdo que la calle era muy diferente, una calle normal con restaurantes, cafés, bancos y pequeñas tiendas de suvenires. No había estudios de tatuajes ni grandes bares y discotecas".

Tiene un bonito recuerdo de entonces pero no lo echa de menos en exceso. "Es todo parte de la vida. Necesitamos trabajar y queremos que vengan turistas. Es demasiado pronto aún para decidir si los cambios surtirán efecto, pero no veo por qué no podrían convivir aquí los dos tipos de turismo".

Le pregunto por los nuevos hoteles y los cambios. Su respuesta es bastante escéptica: "Hay elecciones pronto así que es normal que esté habiendo cambios y se esté gastando dinero". A pesar del escándalo del verano pasado, Nico no cree que vaya a cambiar nada en los próximos años.

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Miguel ha trabajado como taxista durante 22 años en Calvià. Dice que lo único que diferencia el verano pasado del resto es la tecnología. "Ahora puedes grabar un video con un móvil y compartirlo con el mundo al instante… Dicen que vendrán policías británicos para ayudar a los agentes locales. Ya veremos si al final ocurre".

Juan forma parte de los obreros que trabajan en convertir la Avenida Magaluf en peatonal. En 2008 la industria de la construcción en España sufrió una grave crisis. En Magaluf, cerca de Palma, ahora hay más trabajo que nunca y el sector parece empezar a recuperarse. Los cambios en los hoteles y la zona significan trabajo para Juan. Tiene casi 60 años y pocas posibilidades de encontrar otro tipo de ocupación.

Las obras en Magaluf suponen un respiro para Juan y sus compañeros. "Es bueno para mí. Estoy contento porque tengo trabajo". No parece que le convenza mucho la idea de ofrecer una imagen más limpia de la zona. "Cada mañana tenemos que retirar las botellas rotas, la basura y todo lo que se ha ensuciado durante la noche. ¿Se comportan igual en casa, en Inglaterra?"

En la Avenida Magaluf vemos la parte de atrás de uno de los hoteles más ambiciosos de la zona, el Sol Wave Hotel. Nos da una idea de cómo será el nuevo Magaluf. Justo en la esquina viven Sue y Keith, de Essex, Inglaterra. Se jubilaron hace tres años y son propietarios de un apartamento justo al lado del bar Lineker's, desde hace once.

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Les pregunto si saben que ahora donde viven se llama Calvià Beach Resorts. "Sí, hemos visto los carteles pero creemos que hará falta mucho más que otro nombre para cambiar la imagen. Creo que es bueno lo que están haciendo pero no parece que vayan a hacer nada respecto a la prostitución, los robos y las drogas. Le he escrito varias cartas al ayuntamiento y ellos me han contestado, pero nada ha cambiado".

El pasado mes de junio los dos participaron en una protesta junto a otros vecinos para exigir cambios. ¿Cree que cambiar el nombre de la zona atraerá a turistas de cuatro y cinco estrellas para alojarse justo al lado de Punta Ballena? "No sé si querrán venir. No veo de qué manera estos nuevos hoteles pueden resultarles atractivos. Hará falta mucho tiempo para cambiar la percepción que la gente tiene de Magaluf, especialmente en el Reino Unido".

Sharmaine y su hija, Katie, son de Gloucester, Inglaterra. El vuelo de ida y vuelta y una semana en los apartamentos Club B, les ha costado 180 euros por cabeza. Llevan viniendo a Magaluf 12 años, aunque esta es la primera vez que vuelven desde 2012. ¿Han notado alguna diferencia? "Sí, las calles están cortadas y hay un montón de construcción en marcha. Un montón. Si fuera la primera vez que vengo, seguramente no me haría ninguna gracia, pero creo que es necesario. Este lugar necesita una limpieza de cara".

Están sentadas frente al hotel Sol Wave. ¿Se plantearían quedarse en un sitio como éste? "No, no creo. Me gusta pero no es para nosotras. Los jóvenes que vienen normalmente a Magaluf, no pueden permitirse un hotel como este. Mi otra hija trabaja en una agencia de viajes en Inglaterra. Dice que Magaluf es ya más caro que otros destinos como Ibiza. No veo cómo podrían permitírselo los jóvenes".

Junto a la playa, hablo con Eugenio. Vende tickets, la mayoría para familias y parejas mayores, que quieren hacer una excursión en barco, alrededor de la bahía. "He trabajado aquí treinta años y Magaluf es más que Punta Ballena. También hay familias que vienen. No todos se emborrachan".

Le pregunto si puede imaginar a los turistas de los hoteles de cuatro y cinco estrellas alojándose tan cerca del desfase de Punta Ballena, "es solo una calle, probablemente nunca desaparezca pero eso no significa que no haya sitio para otros".