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Música

We Got Power! Una entrevista con Dave Markey

Dave Markey es el autor de We Got Power!, el libro definitivo sobre el hardcore punk californiano de los 80.

Siendo yo todavía un niño, un colega de la universidad de mi hermano se mudó a Los Ángeles para ver de primera mano la floreciente escena hardcore punk del lugar. Constantemente mandaba paquetes con singles, fanzines y cintas en las que había grabado el programa de radio de Rodney Bingenheimer. Y yo flipaba. He estado desde entonces obsesionado con esa época y lugar y he comprado cualquier cosa que tuviese que ver.

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Y ahora van Dave Markey y Jordan Schwarz y hacen que todo lo que tengo en las estanterías quede obsoleto, eclipsado por ese monstruoso libro titulado We Got Power: Hardcore Punk Scenes from 1980s Southern California. Reproduce los seis números del fanzine We Got Power que produjeron en aquellos tiempos, lo cual de por sí ya mola, pero lo que lo hace especial son los escritos y fotos que acompañan a las reimpresiones. Todos, de Pat Smear y Henry Rollins a Keith Morris, cuentan sus historias acerca de los altibajos del punk de LA, y esta combinación de notas del presente y fotos de época no podía sino dejar alucinado a un flipao como yo. Quizá vosotros no seáis tan fácilmente impresionables, no sé.

Localicé a Dave Markey, co-creador de WGP, y charlamos un poco. Fue tan amable como para dejarme hurgar un poco en su cerebro.

VICE: ¿Qué tenía la escena punk del sur de California para animarte a hacer un fanzine como We Got Power?
Dave Markey: Estaban pasando muchas cosas en la música underground de Los Ángeles en 1980 y 1981… Tres o cuatro conciertos por semana, a veces dos el mismo día, y no sabías a cual ir. No era todo hardcore. Coexistían miles de subgéneros, simplemente porque no había nada que lo impidiese. Más tarde todo empezó a segregarse, pero hubo un período glorioso en el que todo tipo de grupos compartían cartel, sin importar si eran Middle Class, Suburban Lawns, Christian Death, Fear, Black Flag, Circle Jerks, The Blasters, Nervous Gender, Red Cross, 100 Flowers, The Gun Club, 45 Grave, Wall Of Voodoo o The Minutemen. Y además de buena música, había una increíble energía positiva. Algunas noches te contentabas con pasar el rato en Oki Dogs, o en Errol Flynn, una propiedad abandonada en las colinas de Hollywood donde los punks pasaban el rato hasta la madrugada. Y casi siempre había una fiesta en alguna casa a la que podíamos ir. ¡Íbamos en bus! Era una aventura y a veces simplemente el hecho de llegar hasta el sitio ya era buena parte de la diversión.

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¿Quedaba gente del movimiento anterior, de la escena del club Masque, o en ese momento ya era estrictamente hardcore?
Había supervivientes de la escena Masque, aunque grupos como Black Randy, Metrosquads y The Deadbeats se habían separado o cambiado de nombre. The Dils, por ejemplo, se convirtieron en Rank & File, y The Urinals en 100 Flowers. Todos los grupos que vi al principio eran de la etapa Masque: X, The Dickies, The Go-Go’s. Cuando llegué a Hollywood a los 16 años parecía que había una transición, que se volvió dramática con la muerte de Darby Crash. Desde entonces, la gente del “Hollywood 40” fue testigo de la “entrada” en la escena de un montón de críos de mi edad. Nosotros, los críos, no teníamos el mismo marco de referencia. No teníamos raíces de la escena Masque ni habíamos ido a la escuela de arte. Algunos veníamos de la New Wave. A los hermanos Schwartz y a mí nos gustaban Devo, The B-52’s, The Specials, Talking Heads, etc. Eso era lo que nos gustaba antes descubrir el underground de LA. ¡Sólo éramos críos! Y estábamos en el oeste de Santa Mónica, separados del bullicio de LA. Era como vivir en los créditos iniciales de Tres es compañía. Recuerdo entusiasmarme al comprar el End of the Century de los Ramones. Pero entonces, en nuestra tienda de discos, nos topamos con algo más fuerte: la banda sonora de The Decline of Western Civilization, que había salido un año antes que la película. Eso nos llevó al Los Angeles de X y luego al Jealous Again de Black Flag, que acababa de salir. También escuchábamos religiosamente el Fresh Fruit from Rotting Vegetables de Dead Kennedys, el G.I de Germs, el Triumph of the Ignoroids de DOA, y el Something Better Change. Esos discos fueron nuestra transición hacia el hardcore, y fue una experiencia alucinante. Parecía que el tiempo se paraba cuando escuchábamos aquellos discos. Sabíamos que estaba pasando algo grande.

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Una vez escuchaste estos discos, ¿se convirtió el hardcore en lo único que importaba?En aquellos momentos, sí. Hubo un tiempo en el que esos discos anularon todo lo demás. Aparcamos los discos de Elvis Costello y XTC. Más adelante volví a escuchar toda la música de mi colección, pero, sí, en ese período aquellos discos eran lo primero. ¡Y luego vinieron tantas cosas! Fue el inicio de la música independiente.

¿El inicio de la escena hardcore del sur de California fue tan violento como dicen?
Había violencia, pero se limitaba a aquellos que la buscaban. Yo nunca me metí en peleas, pero sí, podías verlas de vez en cuando. Aunque no era peor que lo que yo había visto en los partidos de fútbol americano del colegio. No era agradable estar ahí cuando llegaban las bandas y los matones se agrupaban y pegaban a la gente, pero ayudaba conocer a la gente que estaba en algunas de esas bandas. Como dice esa frase de la canción de Beach Boys, "I Get Around": “Los tíos chungos nos conocen y nos dejan en paz”. Lo que pasó fue que los medios de comunicación lo hicieron parecer más grave de lo que en realidad era, y la cosa se puso peor durante la etapa en que Daryl Gates fue jefe de la policía de LA. No importaba cuán fuertes fuesen las bandas, la poli siempre tenía que enfrentarse y demostrar quién mandaba ahí.

¿Hubo grupos concretos con los que quisieras hablar cuando empezaste WGP?
Me interesaba mucho la fotografía, y hacía películas desde que era niño. Convencí a Jordan para comprar una cámara y que tomara clases de fotografía conmigo. A nuestro amigo Alan Gilbert también le gustaba hacer fotos, así que empezamos a llevar nuestras cámaras a los conciertos. No teníamos mucho material para el primer número, pero sí ganas de hacer algo, lo que fuese. Teníamos que documentar lo que estaba pasando. Por pura casualidad le hicimos una entrevista a un grupo nuevo llamado Circle One. El cantante era John Macias, y resultó que su padre tenía una copistería. El padre de John nos echó una mano con la impresión en color, la tapa y la calidad del papel.

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John Macias está considerado un personaje controvertido. Pasó de ser el líder de un grupo punk a hacerse cristiano renacido. Murió a manos de un policía en el muelle de Santa Mónica. Explícanos tu relación con él.
Yo ya no le trataba mucho cuando empezó a volverse un poco mochales. En realidad no éramos amigos muy cercanos. Yo me llevaba muy bien con el guitarrista, Mike Vallejo. Mike no tenía nada que ver con la pandilla. Al principio parecía que John estaba decidido a cimentar el grupo, pero un par de años más tarde, lo que más le interesaba era la pandilla de la que él era cabecilla. Pegaban a la gente que creían que no debía estar en los conciertos. Si alguien llevaba el pelo largo o parecía demasiado New Wave, ya podía correr. Era desconcertante. A mí aquello no me gustaba ni un pelo. Creo que la gran revelación fue verle en el documental Another State of Mind como líder de un grupo de punks vagabundos de Hollywood en un coro de himnos cristianos. Se metieron en el speed y en Jesucristo. Habían hecho su squat en The Wig Factory, en La Brea. Era deprimente.

El libro menciona a Gary Kail, un tío que siempre me ha parecido interesante. ¿Cómo le conociste y qué pensaste de él?
Gary sacó una serie de LPs de recopilaciones en su discográfica New Underground. Le conocí por eso, porque nos pidió a mí y a mi grupo, Sin 34, que grabáramos algo. Poco después fui con el guitarrista de Sin 34, Mike Glass, a un concierto de su grupo, Mood Of Defiance, en The Galaxy, en Fullerton. Yo era muy fan. Su grupo principal era Anti, y tenía otro proyecto llamado Zurich 1916. Era buen tío, un poco despistado. Por desgracia las cosas no terminaron muy bien con él. Como muchos otros de esa época, ya no está con nosotros.

En 1984, la primera generación del hardcore americano mando todo a tomar por saco y se dispersó en millones de direcciones. ¿Por qué crees que pasó eso?
Bueno, en 1984, en Los Ángeles, había aburrimiento colectivo. No es que a mí ya no me gustase la música, al contrario. Era que la escena había sufrido un gran número de situaciones complicadas; por ejemplo, que la policía de Los Ángeles cerrase todos los clubs, y la violencia sin sentido. Y a esto se unió la aparición de un montón de bandas que solo reciclaban los riffs de bandas anteriores. La escena no se podía sostener a sí misma y murió. Algunos dicen que lo que vino después, con SST y el post hardcore, fue aún más interesante.

Si alguien te hubiese dicho a mitad de los 80 que acabarías haciendo este libro o que Sin 34 volvería, ¿te lo hubieses creído?
Nunca se me habría ocurrido que Sin 34 volveríamos a tocar juntos. Para empezar, en ese momento no me planteaba qué pasaría en el futuro. Fueron tiempos muy densos, pasaron muchas cosas en un período de tiempo muy corto. Viéndolo ahora, creo que fue un período muy creativo. Supongo que fui de los afortunados, porque sobreviví. Me llevé lo mejor: el trabajo ético, la concentración, el compromiso. En cierto modo, es lógico que la gente mire hacia atrás y se dé cuenta de qué iba todo eso, puesto que nadie lo sabía realmente en aquel momento.

We Got Power: Hardcore Punk Scenes from 1980s Southern California está disponible aquí.