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Música

Haciendo del pop una lucha: los mil colores de Alex Anwandter

El concierto de Alex el sábado fue como ver a Morrisey pero con menos pena. El cantante tomó el mando de conductor en una noche en la que sus canciones hablaron por sí solas. Una celebración real.

todas las fotos de Carlos Molina

Casa llena de gargantas para dejar en claro que tenemos que bailar, llorar, sin olvidar que hay que luchar. Puntualmente se apagan las luces del repleto Teatro Caupolicán, en Santiago de Chile, que recibió a Alex Anwandter y su nuevo álbum Amiga, y distintas imágenes comienzan a repletar la pantalla del escenario.

Aparece David Bowie. Aplausos. Aparece Pinochet. Abucheos. Los primeros minutos dedicados a ídolos homosexuales, mujeres poderosas, políticos mentirosos, y periodismo malhecho fueron sólo el anticipo del viaje emocional que significó estar presente en una de las muestras más grandes del músico. Todos convocados para escuchar su nueva obra. Todos convocados para dejar en claro que queremos pelear.

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Es cierto que la fecha estaba justificada en el lanzamiento de la placa de la que se extrae la pegajoza y contingente "Siempre es viernes en mi corazón", pero las 29 canciones interpretadas por Alex se convirtieron en un acto político emocionante e inspirador. La fineza pop del intérprete cumplió con el cometido que adquirió desde que explotó su fama con la disuelta banda Teleradio Donoso: Bailar y Llorar, como su producción editada hace ocho años.

Suenan los sintetizadores que no te sueltan y te obligan a mover los pies, mientras las visuales muestran una y otra vez todas las faltas que se han cometido en esta parte del mundo. El nudo en la garganta se debería contradecir con los pasos de baile, pero Anwandter logró hacer de las injusticias más profundas, piezas de expresión corporal, como lo hacen sus uñas de color rojo, sus chistes sobre lo apuesto que están los hombres del lugar, sobre lo ineptas que son las respuestas del hombre heterosexual.

“Esto no se ha acabado. Este es sólo el comienzo”, dice al músico. Chile volvió a salir a las calles con el fin de hacer valer sus derechos básicos. Nos aburrimos de estar endeudados por respirar, de tener miedo de ser asesinados porque usamos falda o nos gusta alguien del mismo sexo, y Alex no sólo aprovecha esta efervescencia, si no que se hace parte directa de ella. Lo hizo con alusiones a Víctor Jara, con el paso de José Seves, de la mítica agrupación Inti Illimani, y reventó con "Manifiesto": aquella canción difícil de cantar en un país como este, tan privado de libertades, en la que queda claro que Anwandter va a defender a los abandonados aunque le prendan fuego.

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Lo que pasó el sábado en el centro de Santiago fue como ver a Morrisey pero con menos pena; de hecho, estuvo lleno de felicidad. Estamos contentos por despertamos del letargo y del daño que nos han hecho, y estamos aún más felices por saber que somos mayoría, que somos fuertes. El cantante sólo tomó el mando de conductor en una noche en la que sus canciones hablaron por sí solas en las más de dos horas que el Caupolicán aplaudió cada palabra del hombre sobre la tarima. Y no fueron palmadas vacías, sin sentido. Fue celebración real.

¿Si vi a alguien con los ojos en lágrimas por lo que estábamos viviendo? Sí. ¿Fui una de ellas? Inevitablemente. Impactante y emocionante, porque estamos entendiendo que el pop no tiene que ser apolítico, y que los himnos de lucha no sólo vienen en formato acústico de guitarra. Awnandter nos escupió hits bailables en la cara, mientras nos dejaba en claro que la lucha recién comienza.

Aquí no hubo tiempo para escaparse a la barra por una cerveza, ni algún ebrio impertinente empujándote, ni gente hablando sobre la fiesta a la que irían luego del concierto. Cada minuto de la presentación fue la demostración de que la música bailable puede tener una consigna detrás, porque el pop va más allá de sonidos fáciles y letras dedicables. Estamos frente a un artista que tiene el arma más poderosa de su lado: la voz, y los miles de seguidores que se sienten parte de este combate entre los de arriba, y nosotros, los perjudicados por las nefastas prácticas políticas y sociales.