ChocQuibTown, del currulao a la resistencia cultural en el hip hop afrocolombiano
Foto tomada del Facebook Oficial de ChocQuibTown

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Música

ChocQuibTown, del currulao a la resistencia cultural en el hip hop afrocolombiano

El flow folclórico contra la guerra y la discriminación institucional.

Alzar la voz en contra de la violencia que azota a las poblaciones rurales del pacífico colombiano a través de la música, ha sido una enunciación constante en la letra de ChocQuibTown, un grupo afrocolombiano de hip hop que fusiona sonidos autóctonos, y nació a principios del presente siglo en el occidente de Colombia. Músicos contemporáneos como Explosión Negra, oriundos de la misma región, hicieron énfasis en los problemas sociales no solamente a través de su música, sino también dándole una visibilidad internacional a iniciativas que combaten el racismo y que promueven la paz en Colombia.

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Jahir Córdoba, Harrison Palacios, Lino Agualimpia y Dilma Mosqueralos, cuarteto de Explosión Negra, son promotores de proyectos comunitarios en el barrio Morovia, al norte de la ciudad de Medellín, enfocados al rescate y autoestima de la cultura afrodescendiente.

Explosión Negra, foto tomada del Facebook Oficial de la banda

El pacífico colombiano es una zona de antiguos palenques. Aguerridas poblaciones de cimarrones que lograron habituarse a las difíciles condiciones climáticas y ambientales de esta zona del país, hoy en día baluarte de uno de los géneros musicales ancestrales como el currulao, nacen talentos que pondrán en la agenda nacional e internacional la búsqueda de la paz.

Al sincopado sonido de los tambores cununos se le adhieren finas melodías intermitentes de clarinetes amalgamados con la constante presencia de la tambora y la marimba. El ritual del cortejo es patente en el baile. Es su esencia estructuradora. Es la cadencia del apareamiento. El preludio ritual para la reproducción de la vida en toda su expresión.

En el 2000, Herencia de Timbiqui logró tejer magistralmente este sonido tradicional del litoral colombiano coqueteando con atisbos armónicos de la música mestiza nacional en sus primeras producciones, tales como De Mangle a Mango y siguiendo el camino en 2006, sin diluir la savia primitiva de la africanía en su composición e instrumentación. Pero es Explosión Negra en 2001, quienes robustecerán el tronco lírico del hip hop y el raggamuffin como columna oratoria dentro de la rítmica instrumental del mundo afrocolombiano.

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La canción “Pam Parampa” lanzada en 2016, con la que serían ese mismo año nominados al Grammy Latino, es muestra clara de un compromiso con sus raíces. La reverberancia del jamming jamaiquino y en general, la carnavalesca expresión afroantillana, configuran la fuerza de la libre entonación que solo permite el dance hall, por ejemplo, para relatar el jolgorio y la colorida alegría del pacífico colombiano a pesar de la guerra y la discriminación institucional.

Aunque ChocQuibTown enuncia el problema del conflicto armado en sus letras y refuerza un hip hop autónomo, desenfadado, menos caribeño pero un poco más apretado a la usanza del hip hop afroamericano de la costa este estadounidense, paradójicamente, el tema del conflicto armado no es recurrente en sus conferencias de prensa.

“Monte culebra. Máquina de guerra, desplazamiento por intereses en la tierra” expresan en la canción “De donde vengo yo” del álbum Oro del 2010.

En el año 2014, mientras ChocQuibTown gozaba de gran popularidad a más de 10 años de haber iniciado su carrera, la agrupación Explosión Negra asumió abiertamente su activismo a favor de la paz tras dos años de un intenso proceso de acuerdos entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC. Y no es para menos, pues según indicó ese año AFRODES, una organización defensora de derechos humanos que investiga casos de afrocolombianos en situación de vulnerabilidad, el número de desaparecidos, desplazados e incluso reclutamientos sin consentimiento de civiles afrocolombianos, superó más del 9% de su población oficial en las zonas rurales del litoral occidental.

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"Desde la cultura podemos apoyar la paz. Si no apoyamos lo cultural, estamos perdiendo ese empuje para conseguir la paz", expresó Dilma Luz Mosquera, vocalista de Explosión Negra en una conferencia de prensa en las oficinas de WOLA, una organización con sede en Washington, Estados Unidos, que investiga y promueve los derechos humanos en países de Latinoamérica.

Ese año Explosión Negra se presentó con gran convicción como promotores del proceso de pacificación usando su plataforma creativa bajo el consentimiento de Juan Pablo Gutiérrez, director musical del grupo. Antes y durante esta visita la mirada de la comunidad del global bass, prestigiosa por sus curaciones de folk-beat y sus excéntricas exploraciones sonoras, ya había volcado su mirada en ellos desde su emergencia en la escena, permitiéndoles la oportunidad de colaborar con connotados DJs y reconocidos productores de Europa y Estados Unidos, entre algunos como Cumba Mela y Uproot Andy.

Por otro lado, es importante reconocer que la música tradicional ha sido una catapulta para alcanzar la visibilidad internacional sobre las secuelas del conflicto armado en las poblaciones negras del pacífico colombiano.

Imaginar el currulao, un género musical engendrado con base en los antiguos ritos de cortejo en África, siendo portavoz, al igual que otros sonidos locales, de la lucha por la paz en el litoral occidental de Colombia: es antropológicamente fascinante. Fraguado al fragor de la esclavitud, la resistencia y el éxodo en el nuevo mundo y entretejiéndose con las estructuras rítmicas, instrumentales, melódicas y cantorales modernas de la diáspora africana internacional, sorprende tanto como su misma cualidad estructuradora, al ser, estratégicamente, la punta de lanza para que el mundo mire la realidad de los pueblos negros de Colombia.

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Así lo demostró la agrupación ChocQuibTown con el cambio de siglo cuando lanzaron sus primeras canciones como “Somos Pacífico” (2006) que afianza la fuerza del hip hop como instrumento para la denuncia así como su fuerte sentido de pertenencia cultural. Además, el sonido de la marimba y la tambora como clara evocación a la musicalidad vernácula que los sitúa en un contexto muy particular frente a la homogénea imagen que internacionalmente se tiene de Colombia.

Esta apropiación musicológica de los ritmos del mundo afropacífico como el aguabajo, la chirimía, el bunde, el currulao, y otros como una propuesta situada y bien entramada entre el sonido moderno y el tradicional, no solo juega con sensibilidades musicales y bases rítmicas, sino también con recursos líricos claramente contestatarios que interpelan demandas políticas frente a la marginación sociohistórica que sistemáticamente encarna el Estado respecto a los pueblos afrodescendientes de esta olvidada región de Colombia.

Las demandas de paz que enuncian en sus canciones diferentes bandas afrodescendientes como ChocQuibTown, Explosión Negra y otros músicos populares, reflejan solo una de las aristas de la violencia estructural que viven día a día estos pueblos.

El éxodo frente a la esclavitud marcó la ruta de una condena que hasta hoy en día se manifiesta en la inseguridad social y en la ausencia de garantías institucionales para la conservación de sus patrimonios intangibles. El currulao evoca un culto a la reproducción de la vida, la alegría, la paz y el sentido comunidad. La cohesión social entre las comunidades del litoral del pacífico se manifiesta en su estructura dancística, heredera de la primitiva polirritmia africana y sus antiguos cantos de pesca, caza, recolección, siembra, fertilidad y fecundidad.

Es decir, el currulao es la musicalidad prístina de la vida en toda su manifestación. Es el patrimonio simbólico de un pueblo que se niega a desaparecer pero que, además de los préstamos sincréticos de la diáspora, resiste.

Por esa razón, Explosión Negra no solo resume ese flow folklórico del antiguo espacio simbólico de los palenques con un beat afrocaribeño madurado al fragor de las innegables condiciones estructurales, sino que también las interpela públicamente como una apología cultural consecuente con su lírica.

Larry Montenegro Baena es etnólogo de formación, escritor independiente y activista multimedia. Coordina la Campaña por la Refundación de la Nación Moskitia (CRENAM).

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