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La historia detrás del infame asesinato del Cártel de Medellín

Barry Seal, "el testigo más importante en la historia de la DEA", creyó que era más inteligente que los hombres del Cartel de Medellín.

Pablo Escobar, izquierda, y Jorge Luis Ochoa, derecha con sombrero, los dos líderes del cártel de Medellín, en una corrida de toros en Medellín, Colombia, en 1984. (Foto de la AP)

Adler Berriman "Barry" Seal era un narcotraficante que organizó la importación de miles de kilos de cocaína y mariguana a Estados Unidos a través de una pista de aterrizaje en el oeste rural de Arkansas a principios de 1980. No obstante, Seal fue arrestado en Florida en 1983, cuando trabajaba con los hermanos Ochoa del cártel de Medellín. El originario de Louisiana los delató y empezó a trabajar para las autoridades; el periódico Philadelphia Inquirer apodó a Seal "el testigo más importante en la historia de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés)". Poco después de empezar su carrera como informante, un artículo en primera plana de Edmond Jacoby reveló que Seal era un agente del gobierno. (También es posible que haya contribuido en el escándalo Irán-Contra.) Ahora que ya no servía como informante, la DEA soltó a Seal y más tarde, el FBI lo detuvo en Luisiana, donde la oficina del fiscal de EUA Baton Rouge ya había preparado cargos por narcotráfico en su contra. Al final, Seal recibió cinco años de libertad condicional y seis meses en un centro de reinserción social local.


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Barry Seal murió en su Cadillac el 19 de febrero de 1986 ametrallado por un asesino colombiano que portaba una Ingram Mac-10. La película Double-Crossed de 1991, protagonizada por Dennis Hopper, retrata al narcotraficante como un aventurero traicionado por las autoridades. Pero las verdades de la vida de Seal se pueden ver más a detalle en Smuggler's End: The Life and Death of Barry Seal, un libro que se va a publicar el 1º de abril y que fue escrito por el ex marino y agente del FBI Del Hahn. Del Hahn es originario de Cleveland y dedicó 22 años en el FBI a resolver casos relacionados con violencia, funcionarios corruptos y delitos de cuello blanco. Hahn afirma que la primera vez que vio cocaína fue en 1967. Pero antes de que los cuerpos especiales contra el narcotráfico empezaran a brotar bajo la administración de Reagan, nunca había trabajado en un caso relacionado con drogas. El ex agente, que desempeñó un papel clave en la operación Baton Rouge del FBI y ahora trabaja como investigador privado, dice que vio unos rumores circulando en la red sobre su pasado y decidió dejar las cosas claras. Esto fue lo que dijo. VICE: Cuéntanos cómo conociste a Seal, cómo lo atraparon y cómo le hicieron para convencerlo de trabajar con ustedes.
Del Hahn: En 1983, Seal se dedicaba más que nada a vender mariguana y otras drogas. En esa misma época, la DEA había puesto en marcha la Operación Screamer —una operación encubierta— en Florida. El infiltrado era Randy Beasley, un agente de la DEA. Uno de los amigos de Seal fue detenido durante la Operación Screamer pero llegó a un acuerdo con la DEA y les entregó a Seal. Poco después de su detención, Seal se puso en contacto con Beasley y con el fiscal asistente que llevaba el caso, Bruce Zimet, para ofrecer su cooperación y entregar a los Ochoa del cártel de Medellín. Pero no quería ir a la cárcel por ningún motivo. También quería que soltaran a sus codemandados sin decirle a su abogado. Era arrogante y pedía mucho. Supongo que por eso Beasley y Zimet se desanimaron y rechazaron su oferta. Seal regresó a Baton Rouge y trató de hablar con el fiscal federal Stan Bardwell. Bardwell no confió en el intermediario y se negó a ver a Barry. Entonces, Sean viajó hasta Washington, DC, y fue a la oficina del vicepresidente de los cuerpos especiales contra el narcotráfico y se ofreció para ser informante. Ellos lo mandaron a la DEA en Miami, donde los agentes Joura y Jacobsen se hicieron cargo de él. El 28 de marzo de 1984 fue el día en que firmó el acuerdo con el fiscal federal en Miami. En el libro, Seal parece un sujeto divertido. ¿Qué aprendiste de él?
Sabíamos que estábamos lidiando con un piloto traficante. Sabíamos dónde guardaba sus aviones. Gracias a Randy Beasely y a la Operación Screamer, supimos que Seal hacía muchos negocios por teléfonos públicos. No sabíamos dónde y cuándo llegaban los cargamentos de cocaína pero recibimos buena información de inteligencia y tres cargos delictivos sólidos por haber utilizado el teléfono para traficar. Entrevisté a William Earle Jr., el tipo con el que Seal hablaba por teléfono. Earle accedió a testificar cuando estuvo preso en Nueva Orleans porque lo atraparon con un cargamento de mariguana en su avión y quería hacer todo lo posible para reducir su condena. Las tres llamadas trataban de que Earle iba a pilotar un Piper Navajo a Mena [Aeropuerto Intermountain en Arkansas] para que le instalaran un sistema de combustible ilegal. El Navajo era un nuevo avión que Seal acababa de agregar a su fuerza naval.
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Me reuní personalmente con Seal dos veces después de jubilarme. En cada ocasión fue muy simpático y tenía un gran sentido del humor. Pero no era tan inteligente como él creía. Por ejemplo: uno de sus ayudantes se ahogó al tratar de recuperar un cargamento. Otro de sus lacayos estaba dando información a la Policía Estatal de Luisiana y a la DEA. Seal fue detenido en Honduras y estuvo preso casi un año. Con frecuencia utilizaba teléfonos públicos porque creía que eran seguros. Pero gracias a la vigilancia pudimos identificar sus casetas telefónicas preferidas e intervenir diez de ellas. Y creyó que sus amigos de la DEA le iban a ayudar pero no fue así. Seal estaba totalmente involucrado en el narco cuando la cocaína llegaba a montones desde Colombia. ¿Cuál fue tu enfoque en el caso contra Seal, ya que nunca antes habías trabajado en un caso sobre narcotráfico?
Aprendí lo suficiente sobre el negocio del narcotráfico como para entender cómo funciona en forma general. Sabíamos que Seal tenía muchos ayudantes y conocíamos la identidad de muchos. La mayoría de los buenos casos de narcotráfico se dan por operaciones encubiertas, buenos informantes y líneas telefónicas intervenidas, o una combinación de todos estos elementos. Además, las división de narcóticos de la Policía Estatal de Louisiana y la DEA tenían informantes confiables que se ocupaban de Seal. Queríamos una empresa criminal continua y una sentencia de por vida. Para condenar a alguien por empresa criminal continua se requieren otras tres condenas previas relacionadas con narcóticos. Y casi desde el principio teníamos dos de las tres que necesitábamos: (1) la condena por la acusación de la Operación Screamer que fue a juicio, y (2) su declaración de culpabilidad por la segunda acusación Screamer, que ocurrió cuando se volvió informante de la DEA. Sabíamos cómo lavaba dinero en Mena [Arkansas] y descubrimos la misma actividad en Baton Rouge. ¿Qué tan involucrada estaba la CIA y otras agencias federales en el narcotráfico?
La única agencia federal con la que trabajó Seal fue la DEA. El testimonio jurado de Seal era que no tenía conocimiento de haber trabajado para la CIA. En sesiones informativas, después de su acuerdo con el fiscal, nunca dijo que era un agente de la CIA o que había trabajado para cualquier organismo además de la DEA. Nuestro cuerpo especial nunca tuvo evidencia de que la CIA estaba involucrada con Seal en el narcotráfico. No hay ni una pizca de evidencia verosímil de que Seal haya trabajado para la CIA o colaborado en alguna operación. Además, la CIA negó toda conexión con Seal.
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Mi libro no habla de los alegatos de que la CIA estaba involucrada en el narcotráfico, más que para informar sobre los hallazgos del informe Kerry Comittee —cuatro pilotos que se dedicaban a transportar armas y víveres humanitarios para la CIA estaban involucrados en el narcotráfico—. Es culpa de la CIA por no haber vetado a estos pilotos. De haberlo hecho, podrían haberse deslindado de todas sus conexiones con el narcotráfico. Así podrían haber evitado muchas acusaciones y teorías de conspiración. Creo que la CIA estaba tan desesperada por conseguir pilotos que no le importó lo que hacían cuando no estaban trabajando en un proyecto de la CIA. ¿Qué sabes sobre las circunstancias que provocaron su asesinato?
Al final firmó un acuerdo de culpabilidad en la fiscalía federal del distrito de Luisiana. Ya tenía una sentencia de diez años en Florida. Su acuerdo de culpabilidad con nosotros especificaba que su sentencia en Luisiana, por un cargo de posesión con intención de distribuir más de 200 kilos más de cocaína, no excedería más de la sentencia de diez años que ya le habían dado en Florida. Con respecto al segundo cargo, por lavado de dinero, el acuerdo fue que le iban a otorgar libertad condicional. Cuando se da libertad condicional, la ley permite que el juez ordene que el acusado pase cierto tiempo en un centro de reinserción social. El juez Polozola firmó con renuencia el acuerdo de culpabilidad y aprobó la sentencia de diez años y la libertad condicional. Solicitó que Seal estuviera de 6 PM a 6 AM en un centro dirigido por el Ejército de Salvación. Seal y todos los involucrados sabían que los Ochoa lo querían muerto. Con el tiempo, los Ochoa enviaron a un equipo de asesinos a Baton Rouge y lo mataron dentro de su auto en el estacionamiento del centro del Ejército de Salvación. Si su perfil era tan alto, ¿por qué no le otorgaron protección cuando se supo que era informante del FBI y cuando recibió su sentencia?
Seal creía que era más listo que los Ochoa. Subestimó las ganas que tenían de matarlo y asumió que era capaz de burlarlos. Además, la protección no es obligatoria si los acusados no la quieren. Los jueces no pueden dar la orden y ya. Es voluntaria y todo eso se ve en el Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos. Se realizaron ajustes para transferir su libertad condicional a Nueva York o a Florida. Seal no quiso ir a Nueva York a pesar de que el juez Polozola dijo que Florida no era una muy buena idea. Más tarde, el piloto de Seal nos informó que Seal planeaba saltarse su libertad condicional y huir a Costa Rica —para continuar con su negocio de tráfico de cocaína— al día siguiente. Esta entrevista fue editada con fines de longitud y claridad. Puedes comprar el libro aquí. Sigue a Seth Ferranti en Twitter.