​El western colombiano que invita a pensar qué pasa después de la desmovilización

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​El western colombiano que invita a pensar qué pasa después de la desmovilización

"Pariente", el primer largometraje de Iván Gaona, es una película de vaqueros en Santander que reflexiona sobre la violencia que queda y no se va cuando los grupos armados se desmovilizan.

Desde hace mucho circula en el país la idea de que los santandereanos componen una región de gente brava, que habla a trancazos y que parece armar bonche incluso cuando no están peleando: puede ser la forma de hablar, de decir las cosas. Más allá de los estereotipos y los chistes, lo sabemos, sí hay una forma de ser muy santandereana, en la que hasta los mismos santandereanos se reconocen. De hecho, sólo en una región como Santander se podría usar una palabra que en el resto del país suena agresiva para describir a un niño de 10 años como "arrecho". Allá nadie se sonroja al oírlo. Santander, esa región de gente que se enorgullece por ser frentera y aguerrida, es la cuna de Pariente (2016), un western dirigido por el también santandereano Iván Gaona, que se estrenó el 13 de octubre en Colombia.

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Pariente, que por definición vendría siendo una película de vaqueros, cuenta la historia de cuatro hombres santandereanos dedicados a la siembra y cosecha de la caña de azúcar. Hay un matrimonio, un amor no correspondido y una violencia que reina en el aire, que, uno intuye, es obra de paramilitares. Es 2005: la región y el país están en pleno proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia y las últimas estructuras que faltan por desmovilizarse residen allá, en Santander. Mientras tanto, Willington, Alfonso, Heriberto y Suetonio —los cuatro protagonistas— están en Güepsa, un pueblo en el sur de Santander, haciéndose cargo de una plata que parece ser de una vacuna y que deben entregarle a una presencia que se siente pero no se ve.

El largometraje es la quinta producción de Iván Gaona y de Diana Pérez, dos graduados de la Escuela de Cine de la Universidad Nacional que empezaron a trabajar juntos desde su época universitaria y que luego crearían una productora propia. Después de cuatro cortometrajes —incluyendo Los Retratos(2012) y El Tiple(2013)— se lanzaron a hacer Pariente, una idea que estaba rondando desde el principio y que rodaron en Güepsa, Santander, el pueblo natal de Iván.

Según Iván y Diana, quienes crecieron al interior de familias santandereanas, fueron sus raíces las que los jalaron a rodar todos sus cortos y su largo en allá: un sentimiento de propiedad y de pasión que terminaría reflejándose en una serie de retratos en los que los personajes y los diálogos respiran autenticidad. Alrededor de 2008 empezaron a llegar por temporadas a Güepsa con cámaras y una comitiva de gente para filmar los cortos que luego alcanzarían festivales en Berlín, Varsovia y La Habana. Lo particular de su presencia, y el hecho de que su oficio fuera el de contar historias, los volvió un receptáculo de anécdotas y memorias que la gente del pueblo empezó a depositar en ellos. Así se vieron, de pronto, hablando de paramilitarismo: de lo que era el pueblo cuando los paramilitares eran la fuerza que mantenía el orden y de lo que pasó después de que se desmovilizaran y se fueran.

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"En Santander el proceder de los paramilitares no fue tan horrible, violento y descarnado como sí fue en el Magdalena Medio y hacia la costa —me contó Iván desde Varsovia, donde Pariente está en la competencia oficial del festival de cine de esa ciudad—. Su presencia, al menos en el sur de Santander, se sentía en forma de unas nuevas leyes sociales que, de alguna manera, salen de la morronguería de la extrema derecha: cómo comportarse, vestirse o peluquearse. Unas leyes que condenaban, por ejemplo, a los borrachos y a los violentos. Por eso es más complejo, porque en el fondo es un comportamiento que se avala. Si una persona se está pasando de calidad, llega una figura de autoridad y le dice 'lo que usted está haciendo está mal y lo matamos', en el fondo la gente ya había pensado que esa persona necesitaba un castigo. Finalmente, terminaban avalando a esas figuras, el pensamiento paramilitar".

Ante esas reflexiones, lo que hasta ahora venía siendo una película sobre un amor inspirado en una tusa de Iván, terminó convirtiéndose en una reflexión por la forma de vivir la violencia en una región: una reflexión que va mucho más allá del actor armado que pueda estar presente en la zona. En Pariente son pocas las referencias literales en las que se habla de paramilitares o de conflicto armado, sino se trata de alusiones casi accidentales que se alcanzan a escuchar en una transmisión televisiva de noticias. Pero la violencia y el peligro se sienten mucho más allá, por fuera de la presencia o ausencia de paramilitares: al interior de las fiestas familiares, entre vecinos, deambulando por el pueblo y en las montañas cercanas. Una violencia normalizada en una región en la que las armas están enfundadas en casi todos los cinturones.

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"Después de la desmovilización de los paramilitares lo que queda en Santander es ese tipo de violencias justificadas, que además creo que no es algo sólo de Santander, o tal vez ni siquiera de Colombia, sino de la naturaleza humana —me aseguró Diana por teléfono—. Hace unos años, por ejemplo, un tipo del pueblo encontró a su mujer con otro y mató al amante de la mujer. Para todo el pueblo estuvo bien, porque era una especie de defensa del honor, lo que debía hacerse, lo que era correcto. En Colombia creemos que la violencia se debe a ciertos actores armados, pero en realidad es algo que está dentro de nosotros y sobre lo que no hemos reflexionado".

A pesar de que la inquietud por hablar de uno de los actores del conflicto armado en Colombia fuera lo que empezara a motivar la historia de Pariente, la intención de hablar de una violencia instalada de forma más profunda propone una nueva reflexión sobe el conflicto en el cine colombiano. Una reflexión que no se para desde el lugar de la víctima o el victimario para emitir un juicio de valor sobre los desastres de la guerra, sino que piensa en lo volátil de la naturaleza humana, una que parece violenta y que se justifica colectivamente bajo ciertas circunstancias. Cuando ya señalar quién es el bueno y quién el malo pierde sentido. Y la cosa se pone mucho más interesante cuando la reflexión se hace bajo el lente del western.

"El conflicto se ha tratado muchas veces en otras películas muy de frente y yo creo que eso ha generado un rechazo a hablar de esos temas. Nosotros pensamos que la mejor manera era hacerlo como se ha hecho en otras cinematografías: hablando desde el género. De hecho si yo te mostrara el guion de la película no dice "paracos": están pensados como una banda de forajidos que tenían condicionado a un pueblo. Es decir, como las películas de Sergio Leone en las que hay unos tipos que están por allá en las montañas y que quieren controlar el terreno porque hay oro por debajo. Ese era el planteamiento desde nuestro guion: unos forajidos que andaban no en caballo sino en motos, controlando el espacio por poder", me dijo Iván.

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Desde la primera escena, Pariente cautiva por una fotografía contrastada y por la música propia del género del thriller enraizada en los sonidos de la región. De hecho, detrás de la música está la cabeza de Edson Velandia, de Velandia y la Tigra, cuyo trabajo incluye haber musicalizado otras películas como La sociedad del semáforo (2010)y tirar hacia lo experimental desde lo más autóctono y regional. Con ese ritmo, Pariente resulta en una película sobre unos cowboys santandereanos que se toman la justicia por mano propia en medio de un equilibrio casi hipnotizante entre la acción del western y el suspenso del thriller. Todo, mientras plantea una reflexión sobre el conflicto y la violencia en Colombia en una época que resulta completamente relevante: la desmovilización de un grupo armado no garantiza que una región se inunde de paz.

Y la cosa es mucho más compleja y llena de matices que dificultan partir los conflictos y las soluciones en dos. Según me contó Iván, fue muy duro para él y el equipo de Pariente recibir testimonios de personas del pueblo que, de hecho, aseguraban que estaban mejor con la presencia de paramilitares: una fuerza que le ponía orden al pueblo.

"Son temas sensibles y extraños, porque lo curioso es que cuando los paras se fueron del pueblo no se volvió todo más amable. Finalmente, la violencia existía en las personas y no en las armas. Esa es la tesis de la película: el impulso violento reside no en un grupo armado, sino en las personas con posturas muy fuertes que harían cualquier cosa por defenderlas. Luego de que ya no hubo paras, el pueblo volvió al despelote normal: los borrachos, gente incumpliendo pagos, incumpliendo sus trabajos, los obreros de alguna manera dejaron de ser tan proactivos… Antes la gente trabajaba más, pero por temor, ¿entonces qué es mejor?".

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Pariente, además de ser una propuesta narrativa y cinematográfica refrescante y bien lograda, propone una reflexión frente a la incertidumbre que acompañaría el momento político que se cocina hoy por hoy en el país: queremos un acuerdo de paz ––al menos eso manifiestan una gran parte de los sectores–– y que las Farc se desmovilicen, pero ¿qué va a pasar con las regiones cuya forma de vida se ha moldeado y configurado en función de la presencia de esos grupos armados? ¿La desmovilización es una garantía? ¿Qué pasa cuando los pueblos ya están acostumbrados a la violencia como forma de vida? ¿Que se vaya un grupo que se identifica con unas siglas garantiza que la gente ya no se agarre a bala?

"La tesis de la película era pensar que potencialmente todos tenemos un pensamiento paramilitar, es decir que avalamos la violencia por fuera de la ley. Avalamos los ajustes de cuentas, las condenas públicas y sociales En el fondo es complejo establecer un mensaje positivo de la película, porque en general seguimos sumergidos en la tristeza que implica la tomar la ley por nuestras manos".

Los interrogantes siguen abiertos, eso es lo mejor de la película. ¿Cuál es el papel de la desmovilización, y de su propósito de acabar la violencia, cuando la gente sigue matando al que se robó la marrana, quitándole la cabeza a alguien en una taberna por un altercado o matando a machetazos al amante de la esposa?

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Tania cree que Pariente es una de las mejores películas colombianas del año. Cuéntele cuáles son sus favoritas por acá.