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Cultură

La violación en relaciones sentimentales

La violencia más sutil puede ser mucho más fuerte que la física.

Hace unas semanas cayó en mis manos un artículo académico sobre la violación en el noviazgo. Decía que muchas veces las mujeres se ven "comprometidas" a tener sexo con su pareja, aun cuando no lo quieran, porque hemos crecido con la idea de que debemos complacer a los hombres. Aunado a esto, existe un ideal del amor romántico que nos dice que los hombres con los que estamos, los que nos quieren, nunca nos harán daño. Esto invisibiliza la violación en el noviazgo.

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En una entrevista, una mujer me contó que se acostó con su primo. Conforme fue contando la historia, se dio cuenta que ella no se había acostado con él, sino que él la había violado. Más de cinco años después del suceso, a través de su propia narrativa, ella se dio cuenta que había sido violada. Algo así me sucedió a mí.

Salía con un hombre al que le llamaremos Alonso. Me gustaba mucho estar con él, platicábamos de todo, teníamos discusiones "intelectuales". Me hacía reír. Discutíamos de feminismo: debido a sus creencias, yo decía que él era feminista, a pesar de que él lo negara. Así estuvimos unos meses, entre risas, pláticas, besos y un encuentro sexual.

Un día lo invité al cumpleaños de una de mis amigas. Fuimos a la fiesta, conoció a mis amigas, tomamos, nos divertimos. Todo normal. Regresamos y, a pesar de las copas, tuvimos sexo. Después, yo me quedé dormida. En algún punto de la noche desperté porque él se movía. Algo me estaba diciendo, yo no comprendía. De repente, me di cuenta que no sólo estaba arriba de mí, sino que también estaba adentro. No había pasado mucho de esta revelación cuando, entre las copas y el hecho de que estaba dormida, algo me despertó. Fue un ruido, pero también sentía el cachete hirviendo. Mi mente, confusa, conectó los puntos: ¿me acababa de cachetear mientras teníamos sexo? Vaya cachetada. El ruido todavía retumbaba en mi cabeza. Después de esto, desperté por completo y colaboré esperando a que terminara.

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Recuerdo que, cuando él terminó, porque claro que no tuve un orgasmo cuando mi mente pensaba "ya termina", me sentía confundida. No sabía qué había pasado. Me volví a dormir sin darle tanta importancia.

Al otro día nos despertamos tarde, platicamos como cualquier pareja. Pregunté por la cachetada, pero no hubo respuesta. En realidad yo quería saber si iba a ser una práctica recurrente, para estar preparada. Él contestó que de vez en cuando le daba por hacer cosas así, pero era evidente que le apenaba. Omití el incidente, poco después dejamos de salir por otras causas. Nunca volvimos a tener relaciones sexuales.

Meses después, platicando con una amiga, me di cuenta que había sufrido una violación. Sin embargo, había gastado tanta energía centrándome en la cachetada, y en si había estado bien o no, que había dejado pasar de lado que yo no había dicho que sí a tener sexo, ya fuera de manera verbal o física. Yo no estaba lubricada. No estaba del todo consciente. Yo había despertado con un pene dentro de mí.

Lo consulté con diversos amigos, hombres, todos dijeron que eso no se hace. Mi mayor argumento para defenderlo respecto a que no había sido una violación era que, al final, yo había cooperado. Uno de mis amigos, también periodista, me comentó que es algo normal en las víctimas de violación. Mi psicóloga lo confirmó: Muchas mujeres ceden para que el acto termine lo más rápido posible (recordé a la mujer que había entrevistado hace unos años). Fue en ese momento que acepté que había sido una violación.

Pasaron otras semanas y decidí escribir al respecto, porque no era algo que sólo me había pasado a mí, seguro muchas otras mujeres lo han vivido. Sin embargo,él merecía tener derecho de réplica, así que lo confronté. Cuando le dije que yo lo había considerado violación, él se rió. "Ay, Greta, considéralo como quieras. Escribe lo que quieras", me dijo con una sonrisa burlona.

Lo que más me costó de todo esto no fue el hecho en sí, sino que yo, como feminista, permití que sucediera y no me di cuenta de lo que había sucedido, no supe identificar violencia. Ahora me he perdonado, sé que las ideas machistas están insertas en nuestro inconsciente y, como diría una de mis profesoras de género, las traemos en la médula espinal. Sé que justifiqué todo con una idea de amor romántico, que en su momento lo permití porque no sabía qué estaba pasando, pero también por "satisfacerlo". Reforcé que a veces la violencia más sutil puede ser mucho más fuerte que la física.

Comprendí que un hombre jamás va a entender lo que implica para nosotras ser violentadas. No saben qué sentimos cuando somos acosadas o cuando nuestros cuerpos son tocados sin nuestro consentimiento. Nunca conocerán ese momento en el que algo dentro de ti se quiebra. Es necesario que las parejas hablen al respecto. Debemos revisar los "contratos" de pareja o noviazgo que llevan a este tipo de sucesos. Las mujeres debemos aprender a decir "no", no porque no lo sepamos en sí, sino en que muchas veces no sabemos cuándo decirlo. Pero lo más importante, los hombres deben aprender a respetar nuestros cuerpos y nuestras vidas. Deben entender que disfrutamos nuestra sexualidad cuando así lo queremos, siendo palabra clave nuestra. Ellos no tienen decisión sobre nuestros cuerpos. Ni la tendrán. Pero sobre todo, es importante hablar de la violación, para quitarle esa idea de que es ruidosa, con golpes, gritos y forcejeos, porque no es así. Es importante que la identifiquemos en el lugar más privado: las alcobas; es necesario que levantemos la voz para que otras mujeres conozcan la violencia más sutil, y por lo tanto, más fuerte que vivimos día con día; que deconstruyamos la idea de que las mujeres y nuestros cuerpos están para servir al hombre; que nos apropiemos de nuestra sexualidad.