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Los beneficios ridículos que se obtienen con la producción y tráfico de drogas —un constructo totalmente prohibitivo— significa que su comercio está impregnado de un coctel tóxico de armamento, Estados fallidos, lucha política, crimen organizado y corrupción, desde Nápoles y la Ciudad de México hasta Guinea Bissau.El mercado ilegal de narcóticos no funciona del todo como uno legítimo, a pesar de algunas similitudes. Por ejemplo, en ocasiones el consumo de drogas puede ser impulsado por su disponibilidad y no por la demanda del consumidor: esto puede apreciarse en el crecimiento del consumo de estupefacientes en las zonas de producción y las rutas comerciales, como por ejemplo en África Occidental. Los consumidores tienen poco control o influencia en comparación con los mercados legítimos. ¿Podría un boicot masivo de cocaína en algún país prevenir los daños relacionados con el comercio? Improbable: Los cárteles simplemente buscarían nuevos mercados en otros sitios.La conclusión es que tratar de poner fin a los problemas relacionados con las drogas es mucho más complejo que sólo exhortar a la gente a dejar de consumirlas.Pero algo que es innegable es que las decisiones de los usuarios individuales tienen un impacto mínimo en comparación con intentar regular el comercio a gran escala, una medida que podría reducir bastante los daños generados, de la misma manera en que el fin de la prohibición significó un duro golpe para los traficantes de alcohol en Estados Unidos. En la actualidad, por ejemplo, los cárteles mexicanos sufren cada vez más pérdidas económicas al tiempo que Estados Unidos toma medidas para legalizar los mercados del cannabis.
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No hay ninguna razón por la que no pueda existir el comercio justo de cocaína, incluso como un cultivo "ecológico" vinculado al desarrollo sostenible y al alivio a largo plazo de la pobreza. La violencia y la corrupción son casi innecesarias para que funcione el comercio. Si se regula la distribución de los narcóticos, se eliminaría una gran parte de la intervención de las bandas criminales, lo que reduciría drásticamente la violencia y la explotación. Este escenario depende de la legalización, no de un boicot mundial.Pero seamos realistas. El fin de la prohibición de la cocaína no va a ocurrir en un futuro próximo. Aunque la mayoría de los consumidores no están contentos de tener que comprarle a un comercio corrupto y perjudicial —y son algunos de los principales defensores de la reforma a las leyes sobre drogas— no pueden utilizar su mundo ideal como una muleta; tienen que tomar una decisión moral fundamentada en el presente.Tom Wainwright, autor de Narconomics, una investigación sobre la industria mundial de las drogas, explicó: "El sistema actual de prohibición hace que sea imposible comprar drogas como la cocaína sin aportar dinero a los asesinos en masa. Sin duda, ante estas circunstancias, la única opción moralmente correcta es no comprarla, en lugar de continuar con el envío de dinero a El Chapo y compañía. Imaginen pagar por sexo con prostitutas involucradas en la trata; 'si la prostitución fuera legal los traficantes quedarían fuera del negocio, así que no es mi problema'. No es muy convincente, ¿cierto? Identificar que el enfoque del gobierno es incorrecto y necesita una reforma no significa que los consumidores ya no tengan que pensar a dónde va a parar su dinero".
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Entonces, ¿qué puede hacer un consumidor preocupado si quiere usar drogas de manera ética? La única manera de evitar la explotación, el daño ambiental y la corrupción podría ser la del cultivo propio, aunque cultivar mariguana es una empresa trabajosa. Eso sí, el cannabis casero no cuenta con kilometraje de alimentos, y los productores incluso están desarrollando una producción que utilice menos energía. Este tipo de cultivo también le quita ganancias al crimen organizado que participa en las granjas de mariguana vinculadas al tráfico de niños.Hasta el momento, no existe una cocaína que sea ética, a pesar de algunas afirmaciones que indican lo contrario. Si quieres cocaína pero te preocupa a dónde se está yendo tu dinero, inhalarla ayudará a adormecer tu culpabilidad. Tómate una pastilla y lo último que pensarás es en los químicos vertidos en los bosques para su preparación. Los consumidores de drogas que quieren ser éticos están en un aprieto existencial, y son obligados a actuar con hipocresía.Pero olvídate de toda la angustia y de los usuarios hipócritas: el daño más tangible para las personas y el medio ambiente surge de la penalización de las plantitas verdes y los estados mentales. Si regresamos a lo esencial, es deliberadamente negligente y en última instancia inútil —e hipócrita— hacer responsables a los consumidores por el rastro de sangre derramada. Ya que la causa fundamental de la carnicería humana y ambiental es el sistema que creó este embrollo en primer lugar.La doctora Jennifer Fleetwood es una profesora de criminología en la Universidad de Leicester.Sigue a Narcomania en Twitter.