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divas de la banca

¿Acaso los entrenadores británicos tienen un futuro en la Premier League?

En la era del súper entrenador continental, ¿es momento para que los jefes británicos se adapten a un nuevo mundo?
Photo by PA Images

Esta historia apareció originalmente en VICE Sports UK.

Desde hace unos años, el futbol inglés ha sido objeto de una corriente de pánico sobre el estado de sus entrenadores. Suele pasar que cada vez que un director técnico hecho en casa recibe su finiquito o no es escogido para un puesto importante las cosas se vuelven una caldera intermitente.

En la mayoría de los casos los argumentos son tan falsos como absurdos, pero en el caso del último despido, existe un significado real. Desde luego, el hombre en cuestión es Brendan Rodgers, pero su relevo en Anfield deja ver un panorama más general sobre cosas que no sucedieron en otras destituciones.

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Cuando llegó a Merseyside en 2012, Rodgers era considerado el entrenador redentor del Reino Unido que tanto se había esperado. En lugar de haber sido un tipo apresurado, Rodgers era estudioso y había aprendido su oficio en el continente, desarrollando una visión centrada en los ideales algo radicales de la técnica y la posesión del balón. La entrevista que le otorgó a Rodgers el puesto en Liverpool consistió de un expediente de 180 páginas hecho por el mismo para sus futuros jefes.

Un año después, cuando David Moyes —otro joven entrenador merodeando en España para implementar ideas en casa— fue coronado en Old Trafford, de repente las cosas pintaron bien para los entrenadores ingleses. Uno por uno, las figuras establecidas monocromáticas del futbol —Dalglish, McLeish, Warnock, McCarthy, O'Neill— se caían frente a sus reemplazos mucho más coloridos. Todo indicaba que los tiempos estaban cambiando.

Adelantémonos tres años y veremos que ese optimismo se ha desvanecido. En lugar de continuar la dinastía de Alex Ferguson Glaswegian, Moyes pasó 11 meses en Old Trafford elevando el fracaso provocado por la ansiedad, mientras que Rodgers se ha visto más tentado por Wernham Hogg que Wembley. Cada uno ha sido descartado y reemplazado por un hombre mejor capacitado proveniente del extranjero.

Una vez más, los puestos más altos en Inglaterra siempre destacan por las cosas malas. En sus 12 años, Roman Abramovich ha contratado entrenadores portugueses, israelís, brasileños, holandeses, italianos y españoles, pero nunca un británico. La llegada del jeque Mansour como propietario del Manchester City fue una patada en el trasero para Mark Hughes, todo para después darle la bienvenida al italiano Roberto Mancini.

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Hughes no duró mucho en Man City, pero permanece como un entrenador establecido en la Premier League. PA Images

Manchester United y Liverpool nadaron contra corriente al contratar a un inglés, pero la verdad es que cuando la situación se volvió crítica, voltearon a ver a los gigantes del continente. Todo fue por una buena razón. El futbol de élite está cada vez más alejado del modelo al que los entrenadores ingleses están acostumbrados.

Mucho tiene que ver con el hecho de que los períodos de los entrenadores son más cortos de lo que solían ser en el pasado (actualmente, promedian por debajo del año, con excepción de Arsene Wenger) y por que los propietarios modernos suelen tomar decisiones apresuradas.

En muchos casos es verdad, pero existe otra razón para esta práctica en ascenso: tal vez, los clubes de futbol están comenzando a ver a sus entrenadores como algo más dispensable porque sus estructuras son mucho más profundas que un solo hombre.

Por ejemplo, Machester City, cuyo staff detrás de bambalinas proveniente de Barcelona tiene como orquestadores a Txiki Begiristain y Fernando Soriano, el par responsable de encontrar talentos, reclutarlos y enriquecer las fuerzas básicas (impresionantemente reestructuradas). En Chelsea, Michael Emenalo y Marina Granovskaia tienen un papel similar. Más abajo en la liga, los proto-clubes como Southampton y Swansea tienen estructuras bien fijas que dictan que la filosofía en el terreno de juego es algo constante, incluso cuando entrenador tras entrenador son escogidos a conveniencia por los grandes clubes.

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Aún así, hay una indisposición generalizada entre entrenadores británicos para trabajar dentro de este tipo de jerarquías. A pesar de su supuesto carácter, la disposición de Rodgers para tomar el puesto en Liverpool estaba sujeta a la visión establecida por los propietarios. Tony Pulis —quien renunció a Crystal Palace después de un problema con las transferencias— llegó a West Brom solo después de lidiar con numerosas autoridades, y el arribo de Sam Allardyce a Sunderland parece haberse dado bajo los mismos problemas.

Nuestro viejo amigo Harry Redknapp encarna la aproximación británica a la dirección técnica del futbol mejor que nadie. "Esperar que trabaje con jugadores que alguien más decidió que quería es una tontería. Es un chiste," comentó.

"Este es el final, hermoso amigo." Tal vez Harry haya dado su última entrevista en la fecha límite por la ventana del carro. PA Images

Sus creencias, por más obstinadas que parezcan, no han salido de la nada. El modelo británico de la dirección técnica aún es ampliamente predicada por las figuras del pasado: Chapman, Busby, Shankly, Stein, Clough, Ferguson. Ellos fueron figuras omnipotentes, hombres que le dieron una nueva forma y apariencia a los equipos durante décadas. Hombres cuyo centro era el control.

Recientemente, Ferguson habló para el Harvard Business Review: "Antes de llegar al United, me dije a mí mismo que no permitiría que nadie fuera más fuerte que yo. Tu personalidad tiene que ser más grande que la de ellos. Eso es vital… No se trata de buscar la adversidad u oportunidades para demostrar tu poder; se trata de tener el control y ser autoritativo."

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Pero la concepción de Ferguson ya no es algo con lo que se pueda trabajar. Ahora se predica en un tiempo de vida que dura menos que la vida de un insecto. La excepción a la regla es Wenger, con más tiempo en Arsenal que todos sus demás 19 compañeros de la Premier League combinados. (Así es, no hay ironía alguna en el hecho de que el último autócrata de Inglaterra sea un francés ampliamente acreditado por llevar al futbol británico a la modernidad cosmopolita).

De hecho, con Ferguson fungiendo como mentor de todo una generación de entrenadores británicos, uno se pone a pensar si no causaron más daño que bien al preparar a sus pupilos para las diferentes realidades de la dirección técnica de nuestros días.

Por ejemplo, Andre Villas-Boas, buscó incesantemente implementar este tipo de acuerdos en los Spurs. "Creo en una estructura más a la europea de un entrenador, donde las funciones de manager sean vistas por otra persona", comentó. "Es algo que funciona." Al igual que Rafa Benitez antes que él, el apego al drama y los ideales para nada ingleses de Villas-Boas lo hicieron ver como un charlatán ante la prensa para finalmente abandonar el país, aunque desde entonces otros clubes ingleses han seguido sus pasos.

Benitez es muchas veces criticado, sin embargo, posee una impresionante vitrina de trofeos y actualmente dirige al Real Madrid. PA Images

Justo cuando los hombres de un solo club comienzan a ser más raros, lo mismo pasa con los clubes de un solo hombre. A pesar de las protestas de Ferguson, los propietarios se han apegado al hecho de que permitir a una sola figura construir toda una institución desde los cimientos no es el camino más conveniente.

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Si echamos un vistazo a los clubes más grandes de Europa, rápidamente nos podremos percatar que los entrenadores son más unos diplomáticos que dictadores. Por la brevedad de sus puestos casi garantizada, el trabajo del entrenador de élite no es forjar la identidad del club, sino simplemente asegurar que todo fluya bien y proveer la inyección de combustible que lleve al equipo a los triunfos.

Aunque, no todo es malo. Brendan Rodgers regresará y disfrutará una gran carrera una vez que se dé cuenta que la dirección técnica corporativa y su desprecio por el equipo de reclutamiento no le van bien. Garry Monk en Swansea y Eddie Howe en Bournemouth han pasado los últimos dos años demostrando silenciosamente que los técnicos británicos pueden trabajar en clubes progresivos y producir futbol progresivo.

Hay millones de factores que contribuyen a la jaula de vidrio en la que los técnicos británicos se han metido, sin mencionar a las personas intentando forjar una carrera en este ámbito. Y en cuanto a los jugadores nacionales, las oportunidades de los entrenadores son sistemáticamente limitadas por una Premier League que, en palabras de Roy Hodgson, es "una liga europea jugada en territorio inglés."

Pero también el factor cultural ha desempeñado su papel —la obsesión por el poder absoluto propio de un ex imperio—. Es una batalla perdida. Si los entrenadores británicos quieren una oportunidad en los mejores puestos, tal vez necesiten primero renunciar a su autonomía. Es día del dictador llegó a su fin.

@A_Hess