La “Storia d’amore” entre Mike Patton y el antiguo pop italiano

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Música

La “Storia d’amore” entre Mike Patton y el antiguo pop italiano

El espectáculo de Patton inspirado en la radio italiana llega a Argentina y Chile. Charlamos con el director de orquesta, arreglista y productor argentino Cheche Alara, parte de Mondo Cane.

Mike Patton sigue dando muestras de hiperactividad. Desde que terminó la gira de presentación del último disco de Faith No More Sol Invictus a finales de 2015, el ultra versátil vocalista se ha embarcado en una cantidad llamativa de proyectos dispares. Lanzó un disco de pop delirante con Nevermen, se lastimó las amígdalas experimentando con John Zorn, puso su corazón a 200 latidos por minuto con Dead Cross y se vistió de elegante anfitrión a su gala junto al pianista Uri Caine, para su sutil espectáculo Forgotten Songs, por no mencionar varias colaboraciones y soundtracks para cine. A estas alturas del 2018, aún cabía lugar para un desafío más: reunir a Mondo Cane y salir al ruedo en una gira exclusiva que pasará por Buenos Aires (6 de Septiembre, Teatro Gran Rex) y por su feudo particular, Santiago de Chile (8, 9 y 10 de Septiembre, Teatro Coliseo).

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Mondo Cane es el proyecto que Patton “craneó” mientras vivía en Italia. Espantado por la música actual italiana, se refugió en lo que llamó “las radios AM de viejos”, que día a día soltaban un notable repertorio de la era de oro del pop italiano. Allí Patton resaltó sus ojos y endulzó sus oídos con esas melodías cardíacas y aquellos arreglos enrevesados de las canciones interpretadas por clásicos como Mina, Adriano Celentano, Gianni Morandi y Ennio Morricone, entre otros. Su mente inquieta y constantemente ávida de novedades no pudo resistirse a pensar en versionar los clásicos de aquella era, y luego de una propuesta de un amigo suyo de Bologna, en 2006 acompañado de orquestas de hasta 50 músicos, Patton debutó el proyecto.

Algunos de los escenarios para estos curiosos eventos fueron las plazas de los pueblos, donde en verano se celebran las fiestas locales. “Fue bizarro, muy. Hacía mucho calor ¿Qué hace la gente en ese momento? Sale de la casa porque no aguanta el calor, va a la plaza y siempre hay una banda mierdosa tocando allí. Con suerte así son las cosas. Bien, nosotros éramos esa banda de mierda a la que todo el mundo escucha: niños pequeños, señoras mayores, familias enteras”, me contó Patton en una entrevista para el diario Clarín hace unos años.

En 2010 Mondo Cane lanzó su primer disco, basado en un show –muy popular en YouTube- en el Paradiso de Amsterdam, en 2008. La gira presentación del disco incluyó algunos shows alrededor del mundo y la formación del grupo comenzó a asentarse con Scott Amendola (Nels Cline, Madeleyne Peiroux, Bill Frisell) en la batería, William Winant (Mr. Bungle, John Zorn, Frank Zappa) en percusión, el gurú del theremin Vicenzo Vasi o el prestigioso director de orquesta, arreglador y productor argentino Cheche Alara.

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Para que un show de Mondo Cane suceda, se necesitan tres verticales: la estadounidense que incluye a Patton y algunos de sus colaboradores residentes en EEUU; la italiana, que sería la de los expertos, quienes tocan esta música con la misma naturalidad que pueden sacar unos tagliatelle perfectamente al dente; y también está el ensamble de cuerdas local que en cada parada del tour es diferente.

El responsable de transmitir las intenciones de Patton al resto de la banda es Cheche Alara, una joya oculta forjada y pulida en el país del Cono Sur que entrega su brillo en los estudios y escenarios de medio mundo. Ha trabajado con Caetano Veloso, Stevie Wonder, John Legend, Carlos Santana, Alicia Keys, Natalia Lafourcade y un sobrecogedor etcétera, además de ser uno de los más buscados a la hora de conducir ensambles para los late shows más populares de los States e incluso de la ceremonia de los Grammy.

Sobre su trabajo, su compañero Scott Amendola es contundente: “Cheche encarna el concepto de 'banda'. Él es el pegamento que hace que todo cohesione. En Mondo Cane, él entiende completamente lo que Mike busca y lo ayuda a llevarlo al más alto nivel. Extremadamente talentoso, y totalmente conectado a todos. ¡También es un hijo de puta muy gracioso! La alegría se filtra por cada poro de su cuerpo. Grabé una pieza orquestal en 2015 llamada 'Fade To Orange'. Necesitaba un director, alguien que no solo me entendiera, sino que entendiera el alcance de la pieza y el proyecto. Cheche ayudó enormemente a hacerla realidad”.

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En un hueco en la producción de un trabajo para la cadena estadounidense NBC, Cheche atendió la llamada de Noisey con la energía que lo caracteriza, maximizada por el entusiasmo de esta gira venidera: “Siempre con este show las expectativas son enormes. Es un placer salir de gira, lo pasamos muy bien. La convocatoria de los músicos siempre es eufórica. Para mí en particular tocar en Buenos Aires tiene una cuota de felicidad extra porque es mi casa. Teniendo en cuenta que vivo en EEUU desde 1992 y la cantidad de shows que hice, he tocado muy poco en mi país, lamentablemente”. Checa el resto de nuestra charla con Cheche a continuación.

Cheche Alara

NOISEY: ¿Cómo recuerdas la primera gira por Sudamérica?
Cheche Alara: Fue genial. Nos dimos gustos por todos lados. El primer show fue en Buenos Aires; como decía, para mí fue muy especial. Allí nos dimos cuenta lo intenso que era hacer esto con un solo día de ensayo. A la sección de cuerdas los conocí 24 horas antes del show en plan “Buenas, mucho gusto ¡Por favor toquen bien!” [risas]. En Chile es increíble lo que pasa con Mike, el público es impresionante. Una energía única. Y en Rio de Janeiro hicimos Rock In Rio. Nos sentíamos sapos de otro pozo a pesar de estar en el escenario que tenía la propuesta más variada, pero fue increíble también. Y lo mejor fue que la sección de cuerdas local era de una escuela llamada Heliópolis, que trabaja con chicos que vienen de favelas, gente con historias muy fuertes. Tocaron increíblemente. Fue muy emotivo, nos contagiaron la energía.

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Con otras secciones de cuerdas nos pasa que llegan y creen que van a tocar baladas pop normalitas y a los diez minutos están en plan “¿¡QUÉ ES ESTO?!” [risas]. Porque entre otras cosas, no sólo tocan sino que participan con gritos, efectos, etc. Hay que hacerles la charla técnica previa y esperar que la reciban bien. Cada sección de cuerdas de cada lugar nos dio un resultado totalmente distinto al otro. El show cambia: el grupo más grande que está en escena son ellos, no es la banda. Tocan todos exactamente las mismas notas, pero la interpretación siempre varía. Hay que buscar la expresión que deseamos dentro de la rigurosidad de las partituras. Incluso hay canciones muy distintas entre sí. “Senza Fine” tiene un mundo de diferencia con “Urlo Negro”, por ejemplo.

Mondo Cane no es un show donde simplemente tengas que tocar: tienes que dar un nivel de compromiso muy serio.

¿Qué puedes adelantar de estos shows? Porque no hubo ningún disco nuevo desde 2010.
Hemos hecho muchos shows con Mondo Cane y nunca ha habido dos iguales. Aunque el repertorio y el setlist sea el mismo –esta vez habrá novedades y sorpresas-, la performance de cada noche es muy diferente. El hecho de que la sección de cuerdas sea local en cada lugar donde tocamos, hace que exista una fusión particular que, en el caso de Buenos Aires, se dará esa noche y nunca más. 48 horas después será distinto en Santiago. Intentaremos sacarle el jugo a cada noche.

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El grupo que se armó es un dream team. Es súper interesante juntar los tres grupos de trabajo: los que vamos de EEUU, los que llegan de Italia y los que se incorporan en las distintas paradas del tour. Esta condición le da mucha frescura al show, son momentos únicos y posiblemente irrepetibles.

Mondo Cane en acción

Es aquí y ahora.
Claro. Y una particularidad que tiene este show es que musicalmente hay cosas muy complicadas de hacer, sobre todo con solo un ensayo previo. No hay ningún tipo de “red” de salvación en esto, estamos en vivo con la orquesta. Conlleva un nivel de concentración súper intenso. Se supone que es un show de “pop”, pero pop de los años 50 y 60 en Italia, que fue una época absolutamente experimental. Me atrevo a decir que fue el momento donde más se empujaron los límites del pop, pre psicodelia, ¿no?

Patton me comentó que eso fue lo que lo enamoró de esta música: que sea lo que sonaba en las radios “de viejos” de Italia y que sean tan espectacular.
Exacto. Lo que me atrajo a mí fue la curiosidad. Uno asocia el pop con algo muy superficial o fácil de digerir; más que nada por el estado del pop que nos tocó en estas últimas décadas. Lo que pasaba un poco en Italia es que intentaban emular lo que sucedía musicalmente en EEUU pero lo hacían “sin control”. Por suerte nadie supervisaba esas producciones y allí aparecía el punto experimental y divagante. Arreglos, composiciones y armonías delirantes. Las orquestaciones son muy intensas. Fue un movimiento musical único.

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El temperamento y la pasión “tana” llevaron las cosas a otro nivel.
Sí, más allá de la música, aquella fue una circunstancia en la que el cine y cultura en general estaban en un momento excepcional. El cine de esa época de Italia sigue siendo un pilar de influencia enorme hasta hoy en día. Es muy interesante lo que pasó ahí. Está buenísimo traducir esa energía al espectáculo en vivo, es un tipo de show que no sucede todos los días. Es un espectáculo raro, porque tampoco es un tributo. Estamos tocando ese repertorio pero bajo la lupa de Mike. Es una fusión del pasado y los cuatro siglos adelantados que está Mike [risas].

Y supongo que al compartir el escenario con alguien tan pasional como Patton, a esa musicalidad de concentración absoluta que deben tener, también tendrán que sumar sangre y entrega a tope, ¿no?
Por supuesto. Creo que eso es tal vez lo que más me gusta de hacer música juntos. Hay una actitud de salir a la batalla, pero no en sentido deportivo. Esto es arte. Pero pararse en este escenario, sabiendo que será difícil, que hay muchas partes complicadas… Ahí es donde hay que demostrar. Antes de salir a hacer este show, en los camerinos hay mucho enfoque, mucha partitura, consultas. En ese sentido, tiene un approach más bien formal, porque hay elementos de música clásica o de jazz, pero el resultado no es eso. Es un show complejo de hacer pero que da muchas satisfacciones.

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¿Cómo fue el primer contacto con Mike?
Cuando me llamó por primera vez, tuvo un tono muy formal: “Necesito un director, un maestro, bla, bla, bla.” ¡Todo fluyó cuando le confesé que soy muy fan de Mr. Bungle! [risas]. Se sorprendió mucho y fue genial porque este proyecto necesita de un director en sí, pero más de alguien que entienda y conozca el mundo de Mike. No es un disco de covers que los hace un cantante normal, es Mike. Y él, haga lo que haga, tiene una profundidad artística del carajo y eso hay que acompañarlo.

¿Te gustan los discos solistas ruidosos y experimentales de él? ¿Cómo lees ese costado de Patton?
Con profunda admiración. Me pasa con muy poca gente que aparte de tener una amistad, coincido con muchos conceptos artísticos. Me parece uno de los artistas más necesarios de las últimas décadas. Mike es muy necesario por todos sus proyectos. Las cosas que hace para cine, Mr. Bungle, Tomahawk, sus colaboraciones con John Zorn, todo es impresionante y muy diferente entre sí. Es un genio. No hay chiste en esto.

Aprendí mucho de él.

Doy fe que Patton da unos ensayos y pruebas de sonido que nada tienen que envidiarle a un show en vivo en cuanto a la entrega y el compromiso. Pareciera ser el típico jefe al que no se le puede reclamar que te pida algo porque él también lo hizo o lo sabe hacer.
Diste en el clavo. Totalmente. Salvando las distancias, yo soy igual. En cualquier momento que estamos haciendo música, la intensidad es la misma. Hay muchos artistas que “marcan” los shows. Gente que no se quiere cansar la voz, que prefiere no cantar las notas agudas, incluso lo hacen músicos muy buenos, muy respetables. Mike es todo lo contrario. Es un líder que inspira a su grupo. Está predicando con el ejemplo. Pone huevos y no es algo sutil, te das cuenta si o si (risas). Esa energía que trae, contagia.

Me contabas que fuiste a ver la banda hard core de Patton Dead Cross y te gustó mucho. ¿Hay más grupos de ese tipo de música que te gusten?
Para bien o para mal, a mi me gusta la música. No me fijo en los estilos. Me parece muy piola no clavarnos en esas cuestiones. Hay mucha gente identificada con esa “disputa”: “si te gusta esto, no te puede gustar esto”. Es una lástima. Supuestamente si eres fan de Mike, eres ecléctico. Me preocupa que esto exista.

¿Estas cuestiones aparecen mucho en tu ambiente de trabajo?
Aparece bastante más de lo que me gustaría. Incluso con gente que crees que no estaría en eso. Me saca de las casillas.

Para forjar una carrera como la tuya ¿cuánto hace falta de talento natural y cuanto de esfuerzo y capacitación?
[Duda. Tarda en responder, como acomodando ideas]. En mi opinión, lo que hacemos es algo muy primitivo, muy de base, de instinto. La música, el arte en general es algo que sale muy de adentro de uno. La formación musical te puede ayudar a tener más elementos, a través de ella intentamos comunicar y explicar lo que se viene haciendo hasta este momento. Si alguien tiene talento natural, es posible que la formación lo ayude, en caso contrario… es raro. Yo tuve mucha formación tradicional como músico, fui a Berklee, tengo mis masters, pero cuando estoy en el escenario ¡es como si no hubiese estudiado nada! Hay muchas cosas que estudié y me las olvidé [risas]. El estudio de música son reglas que se pusieron a través de la historia para enseñar cuestiones que no vienen de las reglas.

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Mondo Cane se presenta en Buenos Aires este 6 de septiembre en el Teatro Gran Rex y el 8, 9 y 10 de septiembre en el Teatro Coliseo en Santiago de Chile.