Artículo publicado por VICE México.Muchas veces pensamos que le interesamos a alguien porque nos da pruebas de eso. Pero no siempre somos conscientes de los alcances que podría tener esta atención especial. En ocasiones se trata de un comportamiento habitual que resulta agradable para ambas partes, pero en otras, se vuelve un infierno.Todos hemos experimentado o escuchado historias de acosadores: gente que vigila por internet, que busca a sus víctimas de forma presencial, hostiga, persigue y que a veces, hasta les hace daño. A algunos esta actitud les puede parecer divertida, pero en realidad es potencialmente peligrosa.
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Hablamos con algunas personas para que nos contaran sus experiencias con stalkers, espías y fisgones y esto fue lo que nos contaron.
Mi ex me hizo mucho daño. Cortamos y desaparecí de su vida, pero encontró mi nuevo Instagram y me siguió desde una cuenta falsa. Vio en mis historias en la cafetería a la que siempre iba en mi nueva ciudad (Guadalajara), y fue hasta allá. Se metió a trabajar ahí, con tal de reencontrarnos casualmente. Ahora le puse restricción.Cuando estaba de servicio social en una emisora de radio, uno de los redactores de la noche, en sus horas muertas, buscó mi CV. En él encontró la dirección de mi casa y al otro día decidió que era buena idea llegar de sorpresa.Mi ex hackeó mi Facebook. Luego vio que hice una búsqueda de un bar. Fue a buscar mi coche cerca de ese bar, lo encontró y me espero ahí seis horas.
La neta, yo fui la stalker. Estaba súper obsesionada con mi ex y él me había dejado de hablar. Así que, como me tenía bloqueado, viajé en autobús de Oaxaca a Mérida para su cumpleaños. Contacté a su mejor amiga y la invité a un bar porque sabía que ella le iba a marcar. Cuando lo hizo, le pedí que me lo pasara por teléfono. Ahora somos muy felices. Cada quien en su casa.Una vez me tocó conocer a la amiga de un amigo. Yo noté que me miraba mucho. Nunca antes la había visto. En el cotorreo, entre una plática y otra, conté una anécdota de algo que me pasó cerca de mi casa y di referencias de donde vivía. A los pocos días, estando yo en en la prepa, me llama mi mamá diciendo qué hay una amiga mía en mi casa, que había ido a visitarme. Se me hizo súper raro. Me salí de mis clases, llegué a mi casa y era esa chica.La mujer había ido por la zona, preguntando casa por casa donde vivía yo. Me describió y dio santo y seña de mí, hasta que dio con mi casa. Habló con mi mamá y, para que ella la dejara entrar a la casa, le dijo que era súper amiga de mis mejores amigas de ese entonces, y ni siquiera las conocía. Más bien, me había buscado en Facebook y mencionó los nombres de las personas que eran más cercanas a mí.
Aristemo
Nayeli
Carolina
Susana
León
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Cuando llegué a mi casa, la encontré acostada en mi cama. La saludé y le pedí que se fuera, pero nada le importaba. Ella seguía allí. Me contó que era muy depresiva y que se metía con vatos sólo para sentirse valorada. En algún momento decidió irse.Después de eso la encontraba ocasionalmente cuando salía. Siempre se acercaba a decirme lo mucho que le gustaba cómo me veía en fotos, y que disfrutaba verme pasar cuando iba a la escuela. Dejó de decirme cosas y de acosarme después de que salí del clóset a los 18 años.
Noé
Shaidell
Estrella
Yo empecé a cerrar las cortinas de mi ventana. Pasaron los días y de pronto, en las madrugadas, escuchaba como los perros hacían ruidos como si los estuvieran acariciando y haciéndoles mimos. Una noche me asomé y el viejo cerdo estaba parado frente a mi venta, viéndome directamente. Eso lo hizo por muchas noches y quién sabe desde cuánto tiempo antes lo hacía.
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Incluso si estaba en la sala de casa, sola, él se ponía frente a la ventana, o me seguía al súper, esperaba a que llegara de noche y hacía cosas raras, orinaba la pared de mi casa. Claro que armé un escándalo e hice un letrero gigante y lo pegué en mi ventana decía algo así, "sé que me miras, cerdo. Esto no se va a quedar así". Poco después la esposa y las hijas lo abandonaron e iba frecuentemente una abogada a buscarlo. Supongo que por asuntos de divorcio.El tipo regaló las cosas de sus hijas a otros niños. Max, el perro, estaba tan estresado de que ya nadie lo veía, que terminó matando a los otros perritos que vivían con él. Fue horrible. Finalmente nos pidieron la casa y la tuvimos que dejar. Después de meses lo veía rondando por mi nuevo barrio. Por otras cuestiones cambié de ciudad y sólo así todo acabó.Una niña de 12 años no sé cómo consiguió mi número. Siempre me manda mensajes y videos tipo Tik Tok o Musically, con canciones horribles. A su edad yo no estaba tan desesperado por atención.Tenía 16 años y estaba en la preparatoria. Empezaron a llegar sobres amarillos sin remitente o algún dato. Cuando los abrí eran las conversaciones de Hotmail y Facebook que tenía con mi novio de aquel entonces. Me asusté mucho y le dije a mi mamá. Los sobres continuaron, hasta que ella terminó con su pareja, quien era mujer y tenía fama de infiel. Sigo creyendo que fue su ex pareja la que me mandaba los sobres.Fue cuando estaba en la facultad. Yo tenía un blog que escribía recién me gradué del colegio, contaba mi vida, mi salida del clóset, era casi como un diario. Tenía entre mis seguidores uno que siempre me respondía cada post, comentaba, recomendaba música, películas. En fin, algo que no me parecía invasivo.Sin embargo, me dio bastante miedo cuando un día en una clase estaba en la sala de exposiciones de mi facultad y uno de mis compañeros me dijo que había alguien que me buscaba afuera. De reojo había visto que alguien me estaba mirando, pero pensé que solo era alguien que pasaba, hasta que salí a ver quién era y resultó ser ese seguidor que respondía todos mis comentarios.
Juan
Lilith
Andrés
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No sé cómo pero había dado con mi universidad, un horario en el cual encontrarme y una sala exacta para verme. Pasó a saludarme como si fuera un amigo más. En ese momento las redes sociales no eran algo común y apenas estaban empezando. De hecho, las únicas que tenía en esa época eran MySpace y Facebook recién empezaba a ser popular en Colombia.Me dio mucho miedo, pero luego dije, “al menos estoy en un lugar público”. Sin embargo, conforme hablábamos, me di cuenta que sabía bastante de mí. Incluso tenía referencia de dónde vivía. Seguí escribiendo mi blog, pero no con la misma constancia, hasta que preferí privatizarlo y finalmente eliminarlo.