Eventualmente iba a pasar.Luego de la salsa extraterrestre y del techno palenquero, del neo perreo y de la acid champeta, de todas las cumbias posibles (e imposibles) como la galáctica y la gótica, pasando por sus versiones más noise y psicodélicas, era apenas natural que llegara este nuevo miembro a esta familia promiscua, perversa e incestuosa: el tropical death metal.Engendro, claro, detrás del que no podía estar nadie menos que el dúo Eblis Álvarez y Pedro Ojeda.Colegas desde el colegio y compañeros de experimentos culturales como Los Pirañas o el Frente Cumbiero, cabezas de laboratorios personales de poesía y sonido (Meridian Brothers y Romperayo, respectivamente) y distorsionistas musicales con pocos precedentes en estas laderas, este par de muchachitos inquietos, atendiendo a una invitación de un amigo alemán que los incitó a inventarse un proyecto para participar en su festival de música maligna, salieron con esto: