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Pase y llore

Pase y llore: “¡Muera el mal gobierno!”, gritó el mal gobierno

A veces parece que Quique hace autocrítica, pero puede que sólo nos esté mareando.
Foto vía Flickr/Presidenciamx.

Una buena parte de la atención que despertó la victoria de Birdman al día siguiente de la entrega de los Oscar se la robó un tuit de la cuenta oficial del PRI, al menos entre los usuarios de redes sociales. Se trata de un clásico instantáneo del cinismo que se ha ganado una celebridad bien merecida (aunque ya sabemos que eso no dura mucho; especialmente, debido a que ellos mismos suelen superar a diario su propia capacidad de violencia discursiva), y dice esto:

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Coincidiendo en el orgullo mexicano, es un hecho que más que merecerlo estamos construyendo un mejor gobierno. Felicidades — PRI (@PRI_Nacional)February 23, 2015

[Puede que acaban de regresar de entre los muertos y no se hayan enterado, pero se trata de una respuesta a la alusión que hizo (Alejandro González) Iñárritu al incalificable gobierno federal mexicano, cuando recibió el premio a la mejor película. Su deseo fue que llegáramos a tener el gobierno que nos merecemos].

Como es costumbre cada vez que una institución pública o un funcionario le pinta dedo al público general en las intertets, las devoluciones no tardaron en llegar. Muchas de ellas comentaban la forma en la que el PRI (o el señor que lleva su cuenta en Twitter) parecía no darse cuenta de que la crítica del director tenía por objeto el gobierno surgido de su partido. Esos comentarios deben ser un producto (comprensible) de la frustración, más que un honesto recordatorio: nadie piensa que a ellos se les haya olvidado que tienen el control del aparato burocrático nacional. Pero no es de extrañar que haya reacciones confusas cuando los poderosos (o quien sea) se ponen discursivamente del lado de quien los critica, como si compartieran su indignación y ellos no tuvieran nada que ver con ella.

Ese tuit está relacionado con una línea de comunicación social que podría llamarse, a muy grandes rasgos, "hacerse pendejos", pero que ha mantenido una forma específica en el gobierno federal desde hace unos meses. A diferencia del "ni los veo ni los oigo" de Salinas, o el "¿Y yo por qué?" de Fox, aquí la estrategia no es ignorar las críticas ni simplemente escurrir el bulto. De un tiempo para acá, cuando Peña Nieto o el PRI reciben un reclamo que se vuelve imposible de pasar por alto (porque viene de un sector demasiado amplio o porque lo pronuncia alguien con mucha visibilidad), tratan de decirnos: "estamos con ustedes. De hecho, nos sentimos incluso más encabronados". Y realizan un acto de desmaterialización: cuando volteamos a verlos, están apuntando al mismo lugar que nosotros al hacer su reclamo, y en donde debería estar el gobierno, de pronto no hay nadie. Hay automovilistas que se quejan del tránsito cuando ellos son parte de él, pero lo que aquí sucede es peor: sería algo parecido a bloquear los carriles del periférico con una grúa y después ponerse a tocar el claxon junto al resto de los conductores que están desesperados por el embotellamiento que esa grúa genera.

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¿Qué se le puede decir a Quique si se queja del tránsito cuando él es el tránsito? Foto vía.

Esta racha de conducta paradójica comenzó, me parece, en aquella conferencia de prensa en la que Quique sentía que el agua empezaba a llegarle al cuello y decidió unirse al "todos" en el grito de "Todos somos Ayotzinapa". Como si la principal responsabilidad a la que apuntaban las protestas por el caso no estuviera dirigida al gobierno federal.

Uno de los gestos en esa línea que han sido más visibles fue el nombramiento de Virgilio Andrade como secretario de la función pública. Dentro de una larga lista de absurdos que se fueron acumulando desde su presentación hasta sus primeros anuncios (el hecho de que la SFP estaba oficialmente muerta hasta entonces; que el funcionario dice no tener competencia para investigar los conflictos de interés de Quique y su gabinete y, en otras palabras, no tiene chamba; que el mismo Quique dijo que no había nada que averiguar antes de anunciar las averiguaciones; que nadie entiende el peinado de Virgilio, etcétera), el mayor es, sin duda, que se trata de un empleado que depende directamente de la persona que, se supone, va a investigar. Aunque, siendo sinceros, nadie lo supone.

Quique dando las primeras órdenes a la persona que contrató para investigar si hizo algo malo. Foto vía.

Las palabras de Quique durante esa presentación se refirieron a que existe la "percepción" de que su gobierno es corrupto, así que él mismo encabezará una investigación, a través de un subalterno, para averiguar si hizo algo malo. En esa lógica, el problema es que el público imagina que existe corrupción donde no la hay. Así, para sacarnos del error, él mismo nos anuncia que es inocente. Por otra parte, si no quedamos convencidos, nos hace saber que una oficina bajo su control indirecto se dedicará a averiguar si la persona que controla esa oficina indirectamente es o no culpable. En otras palabras, al presidente Quique le preocupa saber si el presidente Quique es un corrupto y se da a la tarea de contratar a alguien para descubrirlo.

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Lindos actos de desplazamiento esquizoide como los de los ejemplos anteriores son los que, en parte, hicieron a The Economist afirmar que Peña Nieto "no entiende que no entiende". No tengo la menor intención de defender la inteligencia de nuestro presi, pero es posible que el aparato político representado por él, en su totalidad, tenga la suficiente capacidad de comprensión de la forma en que son vistos. Puede que simplemente hayan elegido una estrategia discursiva destinada a confundir, como una especie de acto de prestidigitación que los coloca fuera de la vista si se trata de asumir responsabilidades. Y la estrategia no funciona, como tantas otras cosas en ese gobierno.

Sin importar cuál de las dos posibilidades esté más cerca de la verdad (el intento deliberado de confundir o la plena falta de comprensión), las salidas discursivas de ese tipo implican un problema de fondo: el gobierno encabezado por Quique es inoperante en muchas áreas que deberían ser prioridad. Para establecer un símil: un grupo de pasajeros en un microbús empieza a alarmarse y levantar la voz por el hecho de que el vehículo va a dando tumbos a cien por hora. Le gritan al chofer que baje la velocidad y ponga atención. Él les responde a gritos que tienen mucha razón, que el microbús está siendo conducido de forma pésima. Que está muy preocupado y que las cosas deberían cambiar pronto, para evitar un desastre. Pero sigue haciendo todo igual durante los siguientes instantes.

No serviría de nada anunciarle al chofer que él es parte principal del problema, el responsable directo. Si no lo sabe, es demasiado tarde para que lo aprenda (y de entrada, no debería haber llegado al asiento del conductor). Si lo sabe y está fingiendo ignorarlo, sólo puede deberse a que espera distraernos de su incapacidad para conducir bien; o a que conduce así con toda intención, obedeciendo a fines sobre los que no podemos especular porque no hay tiempo, lo urgente es evitar el choque. Lo único que podría hacerse en ese caso es tomarle la palabra y cambiar el orden de las cosas, inmediatamente: quitarlo de ese asiento y lograr que alguien capaz tome el volante.

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