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Amanda Williams enseguida se hizo muy popular. Su perfil tenía cientos de amigos y yo por fin había conseguido llamar la atención de toda la gente que me interesaba. Pensé que Amanda encajaría con el grupito de los "populares" del instituto, así que, a través de su perfil, envié un mensaje a una de las chicas en el que Amanda le decía lo genial que yo era. Supuse que si alguien como Amanda decía que le gustaba yo, también lo haría el resto de chicas guais del instituto. Pero me salió el tiro por la culata. Las chicas se dieron cuenta que el número de teléfono que tenía Amanda en su página de MySpace era el mismo que el mío y descubrieron el pastel. Pasé de causar la más absoluta indiferencia al rechazo total.Aquello debió haberme hecho tirar la toalla, pero la experiencia me sirvió para agudizar mis capacidades de engaño en la red. Creé una segunda cuenta, idéntica a la de Amanda Williams, con las mismas fotos, pero esta vez me aseguré de bloquear a todo el que fuera al mismo instituto que yo. Me volví paranoica y obsesiva con la cuenta. Después de noveno curso, mi madre me sacó del instituto y me matriculó en una escuela de formación profesional porque en el instituto no dejaban de acosarme. En la nueva escuela disponía de más tiempo libre, que pasaba conectada a internet. Lo que podía haber sido una oportunidad para cultivar mi vida social se convirtió en un acicate para seguir con mis mentiras en la red. Consumía todo mi tiempo libre en las redes sociales, forjando la vida ficticia de Amanda Williams como si fuera un avatar de Los Sims.Consumía todo mi tiempo libre en las redes sociales, forjando la vida ficticia de Amanda Williams como si fuera un avatar de Los Sims.
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Aunque todo lo que había en las cuentas era falso –las fotos, las historias, las amistades…-, nada me hacía sentir más yo misma que aquello. Mediante esos perfiles podía abrirme a la gente como nunca lo había hecho en la vida real. Las chicas de mi edad tenían novios y mejores amigas, y yo tenía a mis amigos de MySpace, gente que se preocupaba por mí, que escuchaba mis problemas y que se interesaba por cómo me había ido el día. Cuando era Amanda Williams, le importaba a la gente. Cuando era yo misma, me volvía invisible.Nunca he pedido dinero mediante mis perfiles falsos, solo atención. Me hacía sentir bien que alguien me dijera que era "guapa" o "sexy", incluso pese a que sabía que no hablaban de mí. Nadie me ha dicho eso en la vida real. Al contrario, me han llamado ballena de tierra a causa de mi sobrepeso. Siento pánico al rechazo y detesto la vulnerabilidad que conlleva ser yo misma. Me aterroriza que alguien me diga que soy fea, gorda, asquerosa o que no merezco que me quieran.Una vez tuve una relación a través de una cuenta falsa en la que hubo amor, o al menos todo el amor que puede haber en una relación por internet. Finalmente rompí con él y le confesé que no era quien le había dicho ser, con la esperanza de que lo entendería. Pero él se desconectó y nunca más me dirigió la palabra. Aquello me torturó durante años: ¿habría podido tener aquella relación siendo yo misma? ¿Cómo habría sido si no le hubiera mentido? Muchos de los que crean perfiles falsos son sociópatas –y quizá yo también lo sea-, pero yo también he sufrido mucho con estas falsas identidades.Cuando era Amanda Williams, le importaba a la gente. Cuando era yo misma, me volvía invisible.
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