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diez preguntas

Diez preguntas que siempre quise hacerle a una pareja de atracadores

¿Con quiénes no se meten y a quiénes nunca perdonan?
Ilustración por Sam Taylor

 Victor y Javier*—16 y 19 años respectivamente— son descendientes de uno en una veintena de linajes que han controlado la criminalidad en los tugurios del oriente de Bogotá.  A través de líneas quebradas que no siempre son de parentesco, sino de costumbre y proximidad física, ellos pueden rastrear ancestros que han vivido en este barrio ––cuyo nombre me pidieron omitir–– y robado en sus alrededores desde hace dos y tres generaciones. De pronto en otras familias de otros barrios las líneas puedan rastrearse hasta más atrás

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Este jueves a mediodía, mientras escampábamos de un aguacero que bajaba por los intrincados callejones que llevan hasta su pedazo del barrio, ambos accedieron a contestar diez preguntas acerca de un oficio que es repudiado unánimemente por la sociedad, pero que sigue siendo el nivel de entrada  a una de las carreras más lucrativas e incluyentes que ofrece el país:  malandro de tiempo completo.

 ¿Hay personas con las que ustedes definitivamente no se meten?

Javier: Una persona de civil que se vea muy fornida. Podría ser un policía encubierto. Hay que fijarse bien antes echarle mano a una persona así.

Víctor: Claro que no solo es el tamaño de la persona. Porque, por decirle algo, los gringos y los universitarios a veces son muy grandes… Igual pierden. Uno se fija más es en la pinta del man o en el corte del pelo o cualquier visaje que muestre que es agente encubierto o algo así.

Y ahora, lo contrario: ¿a quiénes nunca perdonan? 

Javier: Pues a los gringos.

Victor: Esos son los que no mienten.

¿Cuál es el mejor lugar de Bogotá para robar?

Javier: El Centro.

Victor: La montaña.

¿Qué les da más miedo cuando están robando, que los coja la gente o la policía?

Victor: La gente.

¿Por qué?

Javier: Porque lo linchan a uno.

¿Cuál es su arma preferida para atracar?

Javier: Armas blancas

Victor: Sí, cuchillos.

¿Siempre salen dispuestos a usar el cuchillo?

Javier: Sí, claro.

Victor: Un cuchillo, sí. De pronto un arma de fuego uno sí se lo piensa.

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¿Y cuándo sacan un arma de fuego?     

Victor: Ya un arma de fuego es para algo más especial, un botín grande.

Por ejemplo, ¿cuál ha sido su botín más grande?

Javier: Una vez cogimos un camión, traía hornos, taladros, toda clase de electrodomésticos y en efectivo como casi dos millones. Con todo y luego de repartirlo entre cuatro nos quedaron de 900 mil largos, casi un millón.

Victor: Y en un día, una sola salida.

¿Sintieron miedo antes del  primer atraco?

Javier: No, miedo no. La primera vez uno lo que quiere es probar.

Víctor: Sí, o sea uno tiene el Ki re alto y todo [se lleva ambas entrecruzadas manos al pecho una y otra vez] pero eso no es miedo, es adrenalina.

Javier: El miedo se siente es después, cuando uno ya piensa y dice: 'cuando me cojan…'

¿Y a ustedes los han robado? 

Victor: ¿Que si nos han robado a nosotros? Pues, a mí, así de que alguien llegue a cogerme y: 'quieto, quieto, quieto…', no. De pronto a veces que uno se duerme y ¡fum! lo lanzaron, le pegaron su raponazo. Pero así de 'quieto' no.

Javier: No (risas). De 'quieto' son mentiras.

¿Han pasado por la cárcel o la correccional?

Javier: Cana, cana, no. Pero lo que es en un centro de menores, sí nos ha tocado.

¿Cuántas veces y cuánto tiempo estuvieron ahí?

Javier: A mí solo una: fueron solo dos días mientras me recogían.

Victor: Yo también una y estuve tres meses.

¿Y sirve de algo ese tiempo?

 Javier: No. Sale uno con las mismas ganas de robar y de todo

Victor: Antes uno peor.  ¡Ush! tres días sin hacer nada….

*Los nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados.