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diez preguntas

Diez preguntas que siempre has querido hacer al propietario de un burdel

“Echamos a los tíos borrachos y a los que huelen mal. A nadie le gusta la gente con mal olor”.

Imagen superior cortesía de Leo.

Ofrecer y aceptar dinero a cambio de sexo es legal en Alemania y en el Reino Unido. Pero al contrario que allí, los alemanes también han legalizado y regulado otros aspectos de la industria del sexo. Dirigir un burdel u ofrecer sexo en espacios públicos es legal en lo que a la ley se refiere. El proxenetismo, la prostitución forzada y la prostitución de menores, obviamente no. Por desgracia, a pesar de todas estas regulaciones, la trata de personas y la prostitución forzada siguen fuera de control en Alemania.

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Muchas trabajadoras de la industria del sexo en Alemania trabajan en burdeles, a veces en gigantes factorías de follar como Pascha, en Colonia. Pascha cuenta con 126 habitaciones en 11 plantas y recibe unos 800 clientes diarios. Las mujeres que trabajan allí pagan 160 euros al día para alquilar la habitación, así que con una tarifa de 50 euros por media hora, no te hace falta ser un genio de las mates para descubrir cuantos hombres tiene que atender la trabajadora para ganarse la vida (más impuestos). Pero en la mayoría de los burdeles, las trabajadoras sexuales solo alquilan una habitación por un poco menos que eso y trabajan por su cuenta, (teóricamente) estableciendo sus propias tarifas y eligiendo qué quieren hacer y qué no. El burdel solo gana dinero de alquilar las habitaciones.

Leo, de 43 años, dirige un burdel como este, pero no me dice cuánto le pagan las inquilinas por habitación. Cuando le pregunto cuánto gana, me dice que esa información la reserva para el recaudador de impuestos, el banco y su contable. En la página de su burdel hay eslóganes como "Siempre calientes – Piernas abiertas 24/7" y las fotos de las habitaciones muestran camas grandes, palmeras y espejos de cuerpo entero. Entre semana, unas diez mujeres trabajan en su burdel, y los fines de semana puede haber hasta 15.

Puede que Leo no sea un proxeneta, pero eso no le impidió posar con un fajo de billetes a las puertas del club. "Como encargado del burdel soy un propietario, no un chulo. Lo que hacen las mujeres, con quién y con qué frecuencia es cosa suya". Para saber más sobre qué implica su 0trabajo, le hacemos algunas preguntas.

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VICE: ¿Por qué te hiciste encargado de un burdel? ¿No podías hacer otra cosa?
Leo: Recibí formación para ser mecánico, pero pronto me di cuenta de que me ensuciaba las manos y de que nunca ganaría la cantidad de dinero que esperaba, ni siquiera haciendo horas extra. Estudié Administración de Empresas, aunque eso fue hace 20 años. Mis amigos y yo decidimos abrir un burdel cuando oímos que se podía ganar mucho dinero con muy poco trabajo.

No era cierto del todo. Mis dos amigos decidieron abandonar la aventura, pero yo sigo en ello. Ahora sé que un burdel es un negocio como cualquier otro y debe dirigirse profesionalmente. Conseguí empezar a vivir bien a los cinco años. Ya llevo 15 años y me sigue gustando.

¿Tus padres saben lo que haces?
Sí, mi madre lo sabe, aunque no sé si en realidad le parece bien. No me llama para hacerme cambiar de opinión. Conmigo eso no funciona, de todas maneras, he estado haciendo lo que he querido y lo que me parecía correcto desde los 14 años.

En internet, tu burdel se anuncia con frases como "Dentro, fuera y tranquilo" y "Siempre calientes – Piernas abiertas 24/7". ¿Odias a las mujeres?
Sé cómo debo dirigir mi burdel. Si quieres saber cómo promocionar un burdel, habla con mi agencia de publicidad.

¿Qué encontraría la policía si registraran el sitio?
Condones usados, facturas de las chicas, edredones limpios y probablemente algunas toallas sucias. Hay veces que los chicos eyaculan más rápido y frecuentemente de lo que pueden gestionar las lavadoras.

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¿Alguna vez te acuestas con tus inquilinas?
No, nunca hago eso. La mejor prueba de ello es que las mujeres quieren trabajar conmigo porque están hartas de cómo las tratan en otros lugares, de que les pidan acostarse con esos falsos playboys después de acabar la jornada. Separo el trabajo de mi vida privada. No les hago precio especial a mis amigos. No trabajo la mitad de la noche para que después follen por menos dinero. Con frecuencia, la gente va a una discoteca y no pilla, y en Tinder no se cuece nada, así que vienen aquí de madrugada. Si mis amigos tienen ganas de follar, me pueden llamar y preguntar si alguna de las inquilinas está disponible. Pero tienen que pagar 50 euros por media hora como todos.

¿Son todos los clientes unos perdedores?
Ni de lejos. Dicho fácil, aquí acuden dos tipos de cliente. Los primeros son tíos que vienen para conseguir lo que su mujer no quiere o no puede darles. En casa, tienen que hacer el misionero bajo las sábanas, pero aquí tienen muchas más opciones, como mamadas o follar a cuatro patas. Estos tíos no se complican, y muchas veces no quieren besos. Eso lo pueden hacer con sus mujeres. A las chicas que trabajan aquí les gustan, porque la mayoría son educados, están afeitados y se duchan antes y después.

Y después hay otro perfil de clientes, la mayoría nacidos en Alemania, que ha estado viendo YouPorn desde que tenían 14 años y quieren hacer lo que han visto en los vídeos. Algunas mujeres salen de su habitación preguntándose cómo alguien de 18 años sabe cosas que ellas mismas no han oído jamás.

¿Las mujeres que trabajan en tu burdel quieren estar ahí?
Las mujeres que trabajan en mi burdel tienen que hablar alemán o inglés. Si puedo hablar con ellas, puedo detectar si algo va mal. No tengo tiempo para proxenetas. Si veo que se acerca un coche y que aparca para recoger dinero de alguna de las mujeres, voy directo a ellos y les digo que aquí no se permiten este tipo de cosas. No tendré a nadie trabajando para mí en contra de su voluntad. Si dirigiera un restaurante, no contrataría a un camarero que no quiera servir comida por la razón que fuera.

¿Has arruinado la vida de alguna mujer?
Creo que las mujeres que trabajan aquí han de tener muy claro qué quieren y qué deberían dejar fuera. No tengo mala conciencia. Si veo que alguien está en problemas y trabajando para un proxeneta, yo no me meto. Digo directamente que no quiero tener nada que ver con ello. Si ella tiene problemas personales de otro tipo (como deudas, por ejemplo), entonces, desde luego que puede trabajar en mi burdel para librarse de ellas. Y si me doy cuenta de que no solventan esas deudas y se van a beber o a apostar dinero, entonces hablo con ellas. Hablo una vez, y hablo dos veces, pero a la quinta vez ya es tontería seguir haciéndolo. Llegados a cierto punto, cada uno debe responsabilizarse de sus propias acciones.

¿Cómo puedes estar seguro de que no se producen agresiones o violaciones en el burdel?
Todas las mujeres que trabajan conmigo hacen solamente lo que ellas quieren hacer. No significa no, y eso se aplica también en el negocio del sexo. Lo peor son los hombres que piensan que por tener dinero o una bocaza, pueden conseguir más de las chicas que trabajan aquí. Si un cliente no puede llegar a un acuerdo con la chica en lo que sea, puede hablar con la madame y ella hará que lo crea conveniente. Si ninguna chica quiere llevarse al cliente a su habitación, entonces es mala suerte. Pasa cuando está borracho o huele mal. A esos les echamos. A nadie le gusta la gente con mal olor.

¿Has rechazado a alguna chica por su aspecto?
Sí, desde luego. Si creo que la apariencia de la mujer no inspira al hombre a invitarle a una copa en cualquier bar, ¿por qué iba a esperar que alguien pagara por acostarse con ellas?