Hombrescon tatuajes tatuando
Foto cedida por Jorge Cueto
identidad

El hombre que creó un imperio de moda dentro de la cárcel

Jorge Cueto pasó de ser presidiario a creador de una marca de lujo de bolsos tatuados que da trabajo a personas en la cárcel.

En México —y en muchos otros lugares del mundo— pasar por el sistema penitenciario significa navegar a contracorriente para reinsertarse en la vida social y laboral. Más allá de lo meramente punitivo, muchos sistemas judiciales fallan en ofrecer al individuo la oportunidad de convertirse nuevamente en un elemento funcional dentro de la sociedad. 

Aun cuando el proceso judicial dictamine que la persona es inocente, la “mancha” del paso por la cárcel persiste y las personas viven en carne propia el peso de la marginación. Este es el caso de Jorge Cueto, quien estuvo recluido en Puente Grande, uno de los centros penitenciarios más grandes de México.

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Jorge fue acusado por fraude en un proceso que él considera “corrompido e injusto”.  Más tarde, después de demostrar su inocencia, fue capaz de fundar un proyecto de moda desde la cárcel, mismo que brinda apoyo laboral y económico a personas que buscan su reinserción social.

El paso de Jorge por la cárcel era algo que nunca imaginó que le ocurriría. Cuando fue encarcelado no tenía idea de lo que se le imputaba. De hecho, ya ni siquiera trabajaba en el lugar que se encontraba involucrado en el proceso legal.

«Como ya no trabajaba en esa empresa la verdad es que no me enteré hasta el día que fui detenido. Un año después y tras solicitar un cambio de juez —pues el que tenía estaba totalmente corrompido— obtuve mi liberación inmediata y mi declaración de inocencia».

Un penal atestado y gobernado por el crimen organizado

Su paso por la cárcel le abrió los ojos a una realidad que hasta entonces le era completamente ajena: un sistema penitenciario sobrepoblado, un microcosmos autogobernado en el que todo está a la mano para quien tenga los medios para comprarlo. 

«Yo fui encerrado en el centro penitenciario preventivo de Puente Grande en Guadalajara, Jalisco. Este centro penitenciario es muy famoso, pues es una cárcel muy grande con capacidad para 3,600 reclusos. Cuando yo estuve habíamos casi 12,000, es decir, cuatro veces su capacidad. Además del hacinamiento, la otra característica más importante es que es un penal autogobernado, lo que quiere decir que aunque existe un área de gobierno que hace las funciones administrativas, el que manda realmente es un grupo de reclusos relacionados con algún cartel de la droga.

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Efectivamente, es una especie de pequeña ciudad donde puedes encontrar de todo. Existen doce tiendas donde se venden víveres y productos de higiene personal, restaurantes, peluquería, talleres de artesanías, fábrica de costura, panadería, farmacia y hasta un mercadito donde hay puestos de ropa, tenis y artesanías».

Además de darse cuenta de la corrupción imperante en aquel sitio, pudo observar de primera mano cómo incluso ahí dentro, donde en teoría la justicia debería ser horizontal, también se vive discriminación a grupos vulnerables y se reproducen las mismas violencias que culturalmente imperan al exterior. 

«Para todo aquel que pertenece a una minoría, vivir dentro de un penal es extremadamente difícil. Las personas de la comunidad LGBT+, por ejemplo, son aisladas en un pabellón de acceso restringido donde conviven exclusivamente con personas encarceladas que vienen de áreas de gobierno e impartición de justicia y que son consideradas de alto riesgo, como policías, elementos judiciales y personal del ejército o de la marina. 

Además, las personas LGBT+ están totalmente aisladas de la población general, además de que sufren multitud de ofensas y agresiones, pero no son las únicas. Las personas pertenecientes a grupos indígenas también son sumamente vulnerables dentro del penal, ya que las diferencias de cultura y de lengua hacen muy difícil la convivencia al interior».

Los antecedentes penales: un “tatuaje” que impide la vuelta a la sociedad

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Salir del penal no significó que la pesadilla para Jorge terminara. La privación de su libertad solamente fue una etapa, pero viviría la discriminación que llevan, como una “marca de Caín”, todas las personas que tienen antecedentes penales. 

«Desde el momento que entré a la cárcel, durante toda mi estancia en ella y una vez obtenida la libertad y aun habiendo probado mi inocencia, sentí en mi propia persona un total abandono, así como el desprecio de aquellos que habían dicho que eran mis amigos, mis socios e incluso por parte de mi familia. 

Cuando has estado en la cárcel, te vuelves un paria, nadie quiere saber de ti, ni hacer un negocio contigo, ni siquiera tomarte la llamada, como si tu solo contacto pudiera ocasionarles un problema. Durante mucho tiempo, mis negocios enfrentaron muchas dificultades, pues hasta algunas instituciones financieras cancelaron nuestros contratos con nosotros por mis antecedentes».

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Jorge Cueto. Foto cedida por Jorge Cueto

Del tatuaje en pieles a tatuar accesorios de moda

El paso por la cárcel no solo lo acercó a un mundo de corrupción y discriminación. También fue testigo de que muchas personas al interior tenían un gran potencial creativo y artístico. Ahí conoció cómo con unos cuantos elementos rudimentarios, como una aguja para coser, el resorte de un encendedor, el tubo de un bolígrafo y el motor de un DVD, se podía improvisar una máquina para tatuar. El tatuaje es una de las formas de expresión artística más practicadas dentro de la cárcel, pero no la única. 

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«En el penal de Puente Grande existe un área de artesanías muy grande donde se pueden conseguir diferentes materiales como madera, cuero y pinturas. Mucha gente trabaja haciendo diferentes artesanías con la esperanza de que los familiares logren venderlas al exterior y poder ganarse una moneda.

Fue en esta área de artesanías donde se me ocurrió combinar el trabajo de marroquinería [trabajo en piel de animales] con el tatuaje tradicional. Inicialmente hicimos pruebas con diferentes tipos de tintas y materiales, cambiamos pieles y reinventamos las máquinas de tatuar para que aceptaran tintas más gruesas. Finalmente quedó hecha nuestra primera pieza, que era una bolsa de piel tatuada con un ave fénix, la cual me sirvió para cargar mis pobres pertenencias durante mi encarcelamiento, ya que en una cárcel en México no puedes dejar nada si es que no quieres perderlo».

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Equipo de trabajo. Foto cedida por Jorge Cueto

Jorge no sabía que esa bolsa sería el símbolo de su renacimiento, la cuerda de salvación que lo convertiría de un paria en un empresario exitoso. Como la misma ave fénix que estaba tatuada en ese primer bolso, él renació, no sin antes superar algunos obstáculos entre los que estaban la discriminación y la segregación, además de la falta de confianza en sí mismo, pues su autoestima estaba mermada luego del encierro. 

«Mis dos mayores retos fueron, en primer lugar, creer en mí mismo y vencer al miedo de iniciar un proyecto en el cual yo no tenía experiencia alguna. Aunado a esto la mayoría de mis seres queridos me decían que lo olvidara, que tratara de volver a mis actividades anteriores.

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El segundo reto fue la parte económica. Una vez que salí de la cárcel, mis socios habían vendido la mayoría de los activos de mis empresas y habían desaparecido con el dinero, por lo que tenía que financiarme desde cero. Pero esto fue complicado, pues los bancos e instituciones financieras no querían prestarme dinero por mis antecedentes. Tuve que usar los pocos recursos que me quedaban para iniciar el proyecto de emprendimiento social que tenía en mente».

Y lo logró. A través de la organización Proyecto de Arte Carcelario que él mismo fundó, comenzó a seleccionar a personas que quisieran reinsertarse en la sociedad. Lo importante para postularse no eran sus dotes artísticas, sino que quisieran alejarse de aquello que los llevó a la cárcel: personas con voluntad de tener una nueva vida.

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Mujer trabajando en piel animal con máquina para tatuar. Foto cedida por Jorge Cueto

La vida después de la cárcel es posible

Jorge Cueto tiene claro que es importante dejar la vieja creencia de que la cárcel es el final. Y que esta puede y debe ser una oportunidad de tener una mejor vida, lejos de las razones que hayan llevado al sujeto a la reclusión. 

«Actualmente tenemos 203 beneficiarios de los cuales 42 están en libertad trabajando en nuestras oficinas y talleres; el resto aún están privados de su libertad».

Una manera de incentivarlos a que se unan a este programa consiste en garantizarles ingresos económicos superiores a los que tendrían si se desempeñaran en otro trabajo. De esta forma, crean una oferta atractiva que además tiene la ventaja de proseguir fuera de la cárcel, lo que ha funcionado también como un mecanismo que ayuda a evitar la reincidencia delictiva. 

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«Todo nuestro proyecto está basado en comercio justo, por lo que tratamos de que todas las personas que están recluidas reciban un salario mensual de entre 7,500 y 8,500 pesos [370-422 dólares]. A los muchachos que han demostrado un mayor desarrollo en sus habilidades se les encargan grupos de beneficiarios a su cargo. A ellos se les denomina “maestros” y reciben salarios entre 12,000 y 16,000 pesos mensuales [600-800 dólares aproximadamente].

Es importante acotar que en México el 75% de la población del país recibe un ingreso menor a 6,900 pesos mensuales, ya no hablemos de la gente que se encuentra dentro de los penales. Por eso tratamos de que nuestros beneficiarios siempre estén entre el 25% que más ingresos recibe en México». 

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Joven tatúa motivos mexicanos que más tarde serán utilizados para una bolsa. Foto cedida por Jorge Cueto

Un proyecto con significado y conciencia social

Hoy Jorge es la cabeza de dos proyectos que se alimentan mutuamente. Mientras que Proyecto de Arte Carcelario es la parte que vela por proporcionar trabajo y mecanismos de reinserción social, Prison Art es una marca de bolsos y accesorios que se ha colocado exitosamente en el mercado como un modelo de negocio con conciencia social. De esta forma, Jorge quiere mostrarle al mundo que es posible combinar la ayuda por los demás con un proyecto rentable.

«Estoy muy orgulloso de decir que además del empleo que brindamos, hoy tenemos cuatro muchachos que están estudiando la universidad en carreras de psicología, diseño gráfico y diseño de 3D, totalmente becados por nosotros».

Para Jorge Cueto, el hecho de que sus bolsos tengan tanto éxito y hayan alcanzado los mercados internacionales no es cuestión de azar, sino del auge que están teniendo las causas en pro de los demás. Desde su punto de vista, la gente ya no solo busca objetos de consumo: busca que aquello que compra tenga un significado.

«Las marcas tradicionales están tratando desesperadamente de crear historias y significados para productos que no tienen uno originalmente. Prison Art nace con un ADN fuerte, una historia y una causa que lo hace único. Unido a la excelente calidad y diseño de sus productos, las peculiares características de cada pieza y el diseño 'único en su género' hacen de Prison Art una marca muy atractiva y difícil de imitar, que ha logrado crear un modelo de negocio no solo autofinanciado, sino realmente exitoso».

A pesar de que Proyecto Arte Carcelario y Prison Art son ejemplos de cómo ayudar a subsanar el problema de la poca reinserción social, Jorge Cueto está consciente de que el sistema penal y judicial en México está lleno de vicios y que aún hace falta mucho para que este pueda considerarse siquiera digno. Proyectos como el que él encabeza son un punto de partida, pero hay que seguir trabajando en ese tenor. 

«El sistema penitenciario en México dista mucho de ser eficiente, las condiciones al interior, la fuerte presencia de grupos de crimen organizado y la falta de oportunidades para las personas privadas de su libertad, han hecho que la situación del país se vuelva terriblemente complicada.

Para revertir esta situación se necesitan cambios estructurales muy importantes en todo el sistema penitenciario donde la capacitación y los procesos de rehabilitación sean los ejes del proceso. Eliminar de forma definitiva la carta de antecedentes penales también es de vital importancia, además de que al obtener la libertad el gobierno ofrezca oportunidades laborales y seguimiento personalizado para garantizar que las personas liberadas sepan que hay reglas que cumplir y estén en condiciones de hacerlo».


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