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Cultură

La fiesta somos nosotros

Cuando pensamos en literatura y drogas por lo general olvidamos a nuestros queridos y atascados escritores mexicanos. Por eso le preguntamos a varios escritores con qué se drogan y cómo influye esto en su literatura.

La barda del lugar común al hablar sobre literatura y drogas o literatura y alcohol es altísima, todos conocemos de las fiestas de William Burroughs, de los ponches ácidos de Tom Wolfe, y largo etcétera de ejemplos alejados de la carne asada y los tacos de suadero de la literatura nacional.

En México tenemos a grandes escritores como Julián Herbert que nos dan cátedra de cómo ser un chile al abordar el tema de las drogas, desde la poesía y la narrativa, o también otros muy pinchitos como José Agustín y sus viajes atemporales donde la "chaviza" y el " rocanrol" son los protagonistas.

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La narrativa actual del país tiene voces enormes que gritan y mientan madres desde distintos estados de la república.

Lejos de intentar saber si las drogas hacen que su literatura sea una secta religiosa, una cosa enorme y desbordante, imperdible o una obra de arte, lo que me propongo es conocer desde su garganta entumida la relación entre la droga y el mapa literario del que forman parte.

Abandonando el cliché de que todos los artistas son genios locos y extravagantes, tenemos a una buena masa de éstos inspirándose desde la jaula de la oficina, mientras cargan su tupper con comida fría y hacen reportes de cosas aburridas, y a su vez, están los que hacen todo eso mientras llevan la fiesta de la decadencia en sus narices y pulmones.

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En Mexicali, la narradora Elma Correa y organizadora del encuentro Tiempo de Literatura se dedica a desgreñar a tontas y patanes con sus textos que están a la altura de una buena patada en los huevos. Bufa desde distintas antologías de narrativa mientras disfruta su beca del Fonca destapando pisto en el Tropiconga.

VICE: ¿Qué drogas usas, por qué esas y no otras?
Elma Correa: Drogas duras: coca, ice y a veces pastillas. Me gustan los poppers, sobre todo si por algún motivo me veo obligada a permanecer en alguna fiesta insufrible, pero me pega una resaca espantosa. Las pachamamadas son para los débiles.

¿Consumir drogas ha dificultado tu escritura o la facilita?
Soy consumidora social. Uso drogas cuando fiesteo. Aunque sí estoy mucho de fiesta, no me coloco para escribir o para realizar tareas. El malestar magnifica mis niveles de odio normales, no tengo problema con ello.

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¿Lo reflejas en tu obra?
Supongo que tengo inclinación por ciertos temas, pero no se trata de algo intencional.

¿Has encontrado rechazo dentro del ambiente literario o editorial?
Claro, pero se debe más a mi mala escritura, mi mala leche y mi mala lengua que a mi consumo de sustancias.

¿Tienes una anécdota con otros escritores estando drogada?
Fui a una fiesta de escritores en el DF acompañada por un litro de whisky en el sistema sanguíneo y cierto escritor con frenillo que me daba asilo en su casa. El escritor con frenillo ahora publica en transnacionales, pero en ese momento era un escritor con frenillo en vías de desarrollo (es decir, lo que estaba en vías de desarrollo era el asunto de ser fichado por La Madre De Todas Las Editoriales, porque tenía la anquiloglosia muy bien instalada debajo de la lengua) y me mandó al diablo para dedicarse a decirle a los otros invitados que él también era escritor.

Yo me dediqué a esnifar coca para que el whisky de mis venas no se sintiera solito. Además, llevé desde Mexicali una piedra de ice tan grosera que parecía fisting como regalo para uno de los organizadores de la fiestecilla. Terminé dompeada en una habitación. Abrí los ojos envuelta en una bolsa de dormir, dueña del más negro de los black outs. Me arrastré, ciega por la luz del mediodía, para buscar al escritor con frenillo entre la basura de la cocina, el baño, la sala. No encontré a nadie. Empecé a maldecir culeros en voz alta y me respondieron unas carcajadas. Seguí las risas y me topé con los dos únicos sobrevivientes. Eran el dueño de la casa y el organizador del despropósito. Me miraron como imbéciles. Yo también los miré como una imbécil. Entonces lo descubrí. Estaba parada delante de ellos, mirándolos como una imbécil, completamente en pelotas. Corrí a vestirme y salí huyendo sin mirar atrás. Lo siguiente fue una odisea para llegar a tierras conocidas con personas de confianza que me prestaron su ducha y una toalla limpia. Entonces lo descubrí. En el desmadre, dejé olvidados los calcetines, el sostén y las bragas.

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El microcosmos de arena que Horacio L. Warpola va dejando desde Querétaro, nos hace releer nuestro papel de simples seres vivos, la dimensión y la quietud de la muerte. Sus versos asemejan a una bacteria que se mueve sobre poemas, sobre elementos químicos metaforizados, sobre anáforas como cantos sagrados y ecos muertos,"Mueren los números que habitan entre nosotros como si en verdad contáramos los números que habitan entre nosotros".

VICE: ¿Qué drogas usas, por qué esas y no otras?
Horacio L. Warpola: La mota es indispensable para mí. No me meto mucho con las drogas duras, aunque he probado bastantes, soy más del perfil pachamama, de los que prefieren abrir un portal. La tierra. Procuro no desaprovechar cada que se me enfrenta algún estimulante orgánico.

¿Consumir drogas ha dificultado tu escritura o la facilita?
Casi siempre escribo pacheco y edito sobrio, o a veces escribo sobrio y edito pacheco, como a la Hemingway con el trago, pero sin el encanto por supuesto. Beber también es importante. Esto jamás ha dificultado mi modo de escribir, todo lo contrario.

¿Lo reflejas en tu obra?
Siempre que escribo un cuento alguno de los personajes usa drogas, casi todos fuman mota, se meten coca, hongos, DMT, ácidos, MDMA, no puedo evitarlo. En una crónica-ficción que escribí para una revista, Carl Sagan se fuma un porro con el periodista Jänko Erwin. En la poesía casi nunca hablo de drogas aunque digo muchas pachequeces.

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¿Has encontrado rechazo dentro del ambiente literario o editorial?
¡Jaja! Jamás te rechazarán porque todos son drogadictos.

¿Tienes una anécdota con otros escritores estando drogado?
Normalmente cuando vas con otro escritor siempre hay drogas de por medio, me he drogado con todos los que veo en mi ciudad o conozco en algún festival literario, cada quien tiene sus gustos, desde Xanax hasta aire comprimido, pero siempre de alguna manera u otra terminas hasta la madre.

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Chalino Sánchez, Intocable o Los Invasores de Nuevo León forman parte de la música de fondo que el tamaulipeco Paúl Medrano usa en su obra a manera de orquesta desmadrada en escenas atípicas. Con humor negro labra la madrugada incomodando a cabezas puritanas y usa su voz como un ladrido en medio del vacío.

VICE: ¿Qué drogas usas, por qué esas y no otras?
Paul Medrano: He usado muchas. Actualmente sólo mariguana. Es la que me divierte más. Ya no uso cocaína, ni piedra, porque son una verdadera mierda: te hacen sentir muy bien en el instante, pero su bajón es un calvario. La mariguana es más noble. Sin mezclas, su bajada puede ser casi imperceptible. No hay dolor de cabeza, náuseas. Nada. Puedes fumar cada noche y levantarte al otro día tan fresco como un rábano recién cosechado. La mariguana es el soma de Huxley, pero no nos hemos dado cuenta. ¿Consumir drogas ha dificultado tu escritura o la facilita?
Ni lo uno ni lo otro. La droga es un divertimento. No te hace ni más imbécil, ni más inteligente. Cada uno decide con qué se divierte en sus ratos libres. Algunos van a correr, otros le entran a los videojuegos y algunos más van al cine. Mas como diversión requieren de nuestro tiempo y eso podría llegar a dificultar, o a retrasar la escritura. Pero también, sin diversión, nos acabaríamos ahorcando en el tendedero. ¿Lo reflejas en tu obra?
No es que lo refleje en mi obra, sino que mi obra está reflejada en las drogas. Están por todas partes: legales o ilegales. Me provocan náuseas aquellas personas que se espantan de un churro de mariguana, pero le entran tupidísimo al azúcar. Me resulta imposible escribir como Cortázar, porque a mi alrededor no hay jazz, ni vivo en París. Vivo en un pueblo de pescadores alcohólicos y comelones. Acá no hay museos, ni ópera. Pero tenemos mucha mariguana. ¿Has encontrado rechazo dentro del ambiente literario o editorial?
Tanto como rechazo no. Pero resulta obvio que en algunas reuniones, casi de inmediato se cierra el círculo de quienes beben vino; los que le entran al Tonayán y los que consumen drogas. Las aguas siempre toman su nivel. ¿Tienes una anécdota con otros escritores estando drogado?
Muchas. Varias veces he estado a punto de irme a barandilla; de tener un accidente; de ahogarme en mi vómito; en todas mis presentaciones de libros procuro ir un tanto "puesto". Una que recuerdo y que es súper chistosa, es que estuvimos con unos amigos fumando piedra durante días. En un momento dado me dormí. Desperté porque algo calaba mi garganta, era humo, pero humo de combustión. Durante unos instantes mi cerebro interpretó esa información: algo se quemaba. Alcé la cabeza y vi humo a mis pies. Eran mis zapatos. Uno de mis compas, totalmente alterado por la droga, hizo una fogata de libros en mis pies y les metió un cerillo. Ese día volví a mi casa descalzo.

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Las críticas políticas de Feli Dávalos van sampleadas con su lírica y nacen, al igual que el hip-hop, para crear una identidad propia, o como nos recuerda Coetzee "…el origen del habla radica en la canción, y el origen de la canción, en la necesidad de llenar por medio del sonido la inmensidad y el vacío del alma humana" pues.

Sístole y diástole, su voz es la medida rítmica con la que va delineando versos y forjando una extensión de la música; su poesía, dedo índice contra una llaga de muertos en las rodillas del país.

Con una mano en el aire nos deja palpar, como adolescente caliente, lo que sus oídos han digerido.

VICE: ¿Qué drogas usas, por qué esas y no otras?
Feli Dávalos: Actualmente, solamente cerveza, bourbon, café y tabaco (no fumo cigarrillos, sino tabaco liado, que son dos tipos de drogas bien diferentes). Consumo esas y no otras porque consumí muchas otras durante años y ya no me dan lo que me dieron, sino lo contrario: me quitan. Consumí prácticamente todo tipo de drogas, con un énfasis muy marcado en la mota y en menor medida, pero no por ello menos relevante, en la cocaína (y claro, siempre acompañada de alcohol). Tuve una etapa muy dura de romance con el LSD en gota, no en cartoncitos que es una mamada pedorra de droga (a mi parecer y en comparación con la hermosa pureza de la gota) y la mota la fumé diario durante muchísimos años. Viví muchos años de mi vida sin conocer la sobriedad. También fueron en su momento muy importantes para mí las exploraciones en peyote y hongos, ambos, siempre consumidos en su lugar de origen, no en ceremonia, pero sí con un mínimo respeto al lugar de de donde vienen y al viaje como tal y en un ambiente de naturaleza viva. Las drogas con las que he mantenido una relación más amorosa y fuerte son la mota y el tabaco, ja, bien oral. Pero bueno, por qué ésas y no otras, no lo sé.

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¿Consumir drogas ha dificultado tu escritura o la facilita?
Al principio, fumar mota facilitaba el proceso creativo, y durante años, mi proceso creativo iba de la mano de fumarla, pero después de algún tiempo (más bien largo), pues ya todo lo hacía pacheco, por lo que se volvió lo contrario el ímpetu creativo que puede dar la mota al principio: todo por servir se acaba. La mota en realidad lo que hace es cerrarte los canales energéticos, así que a la larga te destruye el alma, no otra cosa, y sólo si la consumes excesivamente; por ello fue un proceso muy sencillo en sentido contrario, es decir, fue visible que perdí las ganas por crear después de un consumo prolongado. Mientras más tiempo estás fumando mota, menos te va a ayudar al ejercicio creativo. No sólo eso, te hace tibio y suicida, no que te vayas a suicidar, pero piensas demás en ello, por decirlo así, o te vuelves paranoico. Dicho de otro modo, y es la paradoja, dejas de dormir bien, dejas de descansar. Así que antes lo facilitaba, ahora lo dificulta y por eso la dejé de fumar, porque me quitó mi lucidez que tanto necesito. Ahora, sin duda estar drogado te hace tener un ángulo diferente y si sabes cómo sortear tus pedos familiares (o lo que sea) para no caer en una adicción, creo firmemente que fumar un toque para corregir un texto, es una herramienta válida, pero sólo para corregir y sólo una vez (dentro del proceso creativo de un texto). Actualmente soy de la idea de que la única droga que realmente ayuda a escribir es el alcohol, porque es un desinhibidor natural; pero es lo mismo: si abusas, se convierte en lo contrario. "El veneno es la medida" es una frase que merece ser tatuada.

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¿Lo reflejas en tu obra?
No sé si lo refleje en mi obra, supongo que sí en gran medida, pero no sabría responderte. Sólo puedo decir que prácticamente todo lo que he publicado fue escrito bajo la influencia de alguna droga.

¿Has encontrado rechazo dentro del ambiente literario o editorial?
No, para nada, en todo caso, lo contrario. No conozco un solo editor u escritor que no se drogue. Todos, prácticamente, se drogan o dejaron de hacerlo; es decir, lo hacían pero ya no pueden porque se les pasó la mano u otra circunstancia de fuerza mayor los hizo intentar quererse a sí mismos un poco más y alejarse de las drogas. Pero la droga es un punto de unión muy real entre escritores y sólo la gente que está en el cine o en la música consume más drogas que la gente que está en la literatura, y esto es una experiencia personal. Y en realidad, no drogas, sino mota, alcohol y cocaína. Esas tres son la lingua franca de la comunidad creadora mexicana. E insisto, es una experiencia personal, no una generalización.

¿Tienes una anécdota con otros escritores estando drogado?
¡Tengo chingos! ¡Ja! Chingos, chingos, chingos… Ciertamente no te diría ninguna, pero las puedo visualizar todas ahorita, desde las más íntimas hasta las más colectivas (¡y eso que nunca he ido a un encuentro del Fonca!).

Con un chingo de premios como sombrero, becas, publicaciones y demás joyería fina que ha servido a su travestismo por las calles de Monterreyna, Óscar David López se desviste con el lenguaje, se quita las prendas de los libros que va dejando como calzones que caen al suelo para vestirse más de oro que de ropa y darnos más de él hecho poesía.

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VICE: ¿Qué drogas usas, por qué esas y no otras?
Óscar David López: He usado muchísimas drogas, legales e ilegales. Me he chutado medicamentos por prescripción desde adolescente debido a diversas enfermedades pero ninguno me ha puesto. Evidentemente ni la quimioterapia, ni los anticuerpos monoclonales, ni los antidepresivos de venta libre son drogas para crearse un Walt Disney personal y lo he comprobado. Por eso, he ido al otro lado, a las alcantarillas: desde cocaína hasta en una sola ocasión heroína, pasando por los ácidos, los hongos, las tachas, la metanfetamina o derivados, los poppers, el cloruro de etilo, los viagras esnifados, y, por último, la mariguana que estaría en mi escala de drogas en el mismo lugar de pobre que el té de manzanilla. Definitivamente soy un drogo químico. Mi favorita es la cocaína. Y aunque me alejo, muchas veces estoy más cerca de lo que quisiera.

Referente al "uso", particularmente no es que use drogas, sino que me gustan las drogas. No es el uso común del diario, sino que me gusta enormemente drogarme cuando todo lo demás funciona. Soy un drogadicto que necesita tener el mundo en orden y con metrónomo para poder echarse al vicio. Claro, estoy justificando: no podría ser de otro modo porque debido a mis enfermedades lo menos que quiero es meterme medicinas al cuerpo, así que un escape de todo lo que no quiero ni deseo en mi vida son las drogas recreativas. Pero tampoco es que sólo me haya drogado estando en la felicidad total, en la fiesta, con amantes guapísimos y con el dinero suficiente para comprar sólo calidad, pero creo que cuando me he deprimido las drogas que consumo son el alcohol, que me adormece y puedo evitar el dolor metiendo en un estado depresivo por completo a mi cuerpo.

¿Consumir drogas ha dificultado tu escritura o la facilita?
Ni lo uno ni lo otro. Pocas veces he escrito bajo la influencia de otra droga que no sea el alcohol, o de plano la mayoría de las veces (aunque sienta reconocerlo en público): sobrio. La escritura en mi caso no requiere de mayor estimulo que el del deseo de producir monstruosidad/belleza en el mundo.

¿Lo reflejas en tu obra?
Sí, desde mi primer libro, una novelita llamada Nostalgia del lodo, hablo del trasiego de las drogas. Y en mi primer libro de poemas, Gangbang, también ya están muchos estimulantes que compartía con mis amigos de aquella época. De hecho, pensando en eso, son pocas las drogas que en diez años he probado. Cuando desperté al mundo químico lo hice como una bomba y me metí de todo. Ahorita lo que sería novedad es que descubriera a mi mano derecha inyectando en mi pierna izquierda un chute de Krokodil. Pero creo que no. Creo que la apariencia física y las drogas están muy conectadas, y por eso no se le ha ocurrido a ninguno de los hemisferios de mi cabeza. Mi reciente libro justamente se llama Farmacotopía, y pues hablo de todas las drogas y de la manipulación que hay por parte de los gobiernos por decidir qué metemos en nuestro cuerpo y qué no. Muchas veces las drogas legales son más fatales que las ilegales. Sólo por poner un ejemplo: Amy Winehouse murió por falta de alcohol, Carlos Fuentes por una aspirina, mi tía por la quimioterapia. Y mis amigas cristaleras y mis amigos cocainómanos seguimos bailando.

¿Has encontrado rechazo dentro del ambiente literario o editorial?
No, realmente no. Y sería una broma. Todos consumimos demasiadas drogas en este mundo como para quejarse del que se mete sólo de las ilegales. ¿A poco tú crees que tiene mayor calidad moral un editor que se toma cinco Coca-Colas de 600 ml. al día que yo que me meto una raya de cocaína cada quince días? No lo creo. Lo que sí, es que tal vez ese tipo termine cercenado debido a que no le controlaran la diabetes ni con toda la insulina del seguro social (que seguramente no tiene). Lo que digo es que no puede haber rechazo y creo que cada quien consume lo que puede pagarse. Lo que hay bajo las drogas (legales e ilegales) es el poder de adquisición… dinero, dinero, dinero, di que no, di que sí.

¿Tienes una anécdota con otros escritores estando drogado?
Recuerdo que una vez estaba en un encuentro literario (y para quien no sepa de qué va un encuentro literario pues se puede resumir en aburrición, aburrición, aburrición, perreo, perreo, aburrición) donde, como no había ni literatura ni encuentro, pues simplemente comenzamos a beber en una cantina. Ya entrada la noche, alguien dijo que fulanita (una escritora gorda y muy simpática) traía una bolsita de coca. Entonces, de repente, estábamos en un baño de 2x2 cuatro cabrones teniendo como escenario acústico el chorro cálido de los meados de la escritora-dueña-y-ama de la bolsita de coca, tratando de que nada se desperdiciara. Una, dos, tres rayas para cada quien. Aquella bolsita parecía un paquete de maicena. Cada vez rendía más. Una vez que ya estábamos todos bien puestos, pues lo que siempre ocurre, un primerizo o un recién regresado al vicio, estornudó. Fue el acabose. Aquella última raya voló. Y como ese encuentro ocurría en una zona húmeda pues la coca estaba grumosa. Más parecía que nos metíamos líneas de maicena a punto de disolverse que cocaína de la buena. Pero como siempre digo: no hay peor coca que la que no hay. Y justamente eso estaba ocurriendo: se había volado la última raya. Espantada (no es para menos), la dueña de la bolsita se levanta de la taza del inodoro salpicando con su chorro a los que estábamos. Y ahí nos tienes: bautizados por la orina de la cocainómana mayor. Cuando otro de los presentes se inclina para tratar de pisar con la punta del dedo índice lo que había detectado como un grumo de coca. Uno, dos, tres pizcas que se llevó a la boca. La cocaína había caído no espolvoreada por el piso, sino que estaba dispuesta en puntitos grumosos sobre el piso ahora también meado. Cuando estaba a punto de inclinarme para hacer lo propio descubro que la pared del baño tenía la pintura descarapelándose. No eran tales puntos de coca los que se llevaba a la boca aquel poeta capitalino y näif, sino de escamas de pintura caídas de la pared en aquel baño de Tijuana.

Lee más de Óscar David en su columna Gracias por su preferencia sexual.

@vientoeldiablo