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Cultură

La caída de Edgar cumple diez años

Han pasado diez años desde que las lágrimas de un niño mexicano y sus gritos angustiados se convirtieron en uno de los mejores virales de internet.

Dos niños cruzan inocentemente un río sobre un tronco. Cuando el primero pasa, una sonrisa cruel recorre su rostro. Se gira. Empieza a mover el tronco sobre el que el otro niño sigue suspendido. La tensión se palpa en el ambiente. ¿Por qué hay alguien grabando eso? ¿Qué interés tenía el cámara en aquella bucólica —y en apariencia inocente— escena? ¿Por qué no interviene para interrumpir la desgracia que se avecina? Esas preguntas se desvanecen porque de repente, Edgar empieza a llorar, ¿lucha? No. Se resigna, lanza su palo al riachuelo y se deja tirar. Cae.

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Su rechoncho cuerpo se escurre como un trucha de río entre las manos de un pescador inexperto, su barbilla golpea el tronco, su cuerpo golpea el agua. Sollozos y solo dos frases: "Eh, perdón Edgar. Perdón Edgar, perdón". Todas esas preguntas siguen si responder pero esa escena cainita más propia de un cuadro de Goya que del mundo ciberespacio del S.XXI constituye uno de los vídeos virales más famosos de nuestro tiempo.

Perdón Edgar, perdón.

Quizás es por el mismo motivo que el cuadro de "Lucha a garrotazos" sigue captando nuestra atención dos siglos después: la tensión desgarradora, el fratricidio, la fuerza siniestra que impele a la lucha entre hermanos.

Los rostros del horror. Captura de pantalla del vídeo

Sea como sea, el caso es que la caída de Edgar pasó de las pantallas de nuestros ordenadores —¿os acordáis de cuando aún veíamos cosas en el ordenador y no todo pasaba a través del móvil como ahora?— hasta los telediarios —¿en qué cojones pensaban los editores para sacar aquello en hora punta?—. Eran aquellos inocentes tiempos en los que el "internet para todos" acababa de aterrizar de golpe, como Edgar sobre aquel riachuelo, en los que lo que pasaba en la red era aún algo pintoresco, una curiosidad, y no la competencia directa de los mass media, visto desde la distancia que da el tiempo, uno no puede sino que pensar en lo naive de toda la situación y sonrojarse.

En México le hicieron una entrevista en prime time y fue la imagen de una campaña publicitaria y ahora, para celebrar los diez años de su vídeo, le han entrevistado y se ha recordado la efeméride. Pero da igual qué sea ahora Edgar —básicamente porque es un estudiante que parece bastante repelente—, porque Edgar no es una persona ¿a alguien le interesa lo que hizo ese niño rollizo después de caer al río?

El Edgar que importa es el del vídeo. Ese Edgar es un sentimiento, es la desazón vital, el hastío millennial, la apatía de una juventud que deja caer el palo que podría lanzar contra su enemigo, una juventud que se ha acostumbrado desde la infancia a dejar caer los hombros y a caer violentamente contra el riachuelo que es la vida moderna. Plof. Ahí estamos todos, con Edgar, llorando mientras quien tenía que haber cuidado de nuestro mundo —la generación de nuestros padres, que nos legó una sociedad mucho peor de la que se encontraron— no hace nada más que mirar y decir "Te bañaste" con la ayuda de un verdugo que solo puede decir "perdón Edgar, perdón".