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Foto tomada del archivo personal de Lucrecia Martel.
Edición 5: Orgullo

Lucrecia Martel | Cineasta | Argentina

“Comparto la felicidad de los que consideran a la identidad un disfraz demasiado constante. De los que incluyen en la naturaleza a todas las invenciones humanas. De los que no encuentran ningún sentido a la vida que no sea el de inventarse".

7 de marzo de 2020, día de la visibilidad lésbica, un día antes del 8M, Lucrecia Martel llena la sala Argentina del Centro Cultural Kirchner de la Ciudad de Buenos Aires para dar una charla abierta en el marco de la semana por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. “Hola, Martel, te amo”, dice antes de hacer su pregunta el primer aventurado del encuentro. Es que hablar de Lucrecia Martel sin dejar caer un suspiro es difícil. Ícono del “Nuevo Cine Argentino”, es tal cual lo puso la Revista Gatopardo, “una de las cineastas latinoamericanas más relevantes del siglo XXI”.

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“Deseo para el futuro la inutilidad absoluta de la identidad”, dice Martel sobre el final de la casi hora cuarenta de charla y nos sirve en bandeja un concepto: la fiesta de inventarse. Eso es lo único que le importa del universo identitario, según confiesa. Si quisiéramos usar el lenguaje cinematográfico, podríamos decir que lo que hace Martel es complejizar nuestro acercamiento a la obturación, ese modo hegemónico y heredado a partir del cual entendemos el tiempo como una línea recta. Martel plantea destruir la dominación de la mirada como faro, es por eso que detona el sonido, el territorio que se ha dedicado a explorar, una superficie que nos es más extraña y nos deja en una posición de menor poder respecto al mundo.

Si hay una característica que no tienen las películas de Lucrecia Martel por definición es la de ser previsibles. Hay algo en la velocidad que colapsa; para darse cuenta basta con darle play a su última y aclamada apuesta, Zama (2017), una película en la que gobierna la espera. “Para mí la identidad es una cárcel”, escupe Martel, y marca que su interés va más allá, que su obra se centra en el cómo y en la posibilidad de lucir un espacio-tiempo fragmentado, con mayor lugar para lo poco definido.

Ninguno de sus cuatro filmes pasó desapercibido: desde 2001 en adelante acumuló mejor película en el Festival de Cine de La Habana, nominación al Oso de Oro, a la Palma de Oro y a la Mejor película de habla no inglesa en la 90ª edición de los Premios Óscar, entre tantos reconocimientos. Martel se ganó la fama de poco diplomática por ir “contra Polanski” y ser incapaz de separar la obra del artista. También derrochó genio al montar la puesta en escena de “Cornucopia”, el concierto que dio Björk en Nueva York el año pasado.

Está claro: la crítica de Martel es de clase. Plantea que el cine es cosa de la clase social media alta y que en la pantalla, en la mayor parte de los casos, se muestra el privilegio. No solo lo vemos en la pintura que hace de las relaciones de poder en sus planos, sino también en la profundidad de análisis que expresa acerca de la opresión naturalizada de la sociedad que narra, ese látigo del colonialismo que no hace más que excluir las narrativas que no son blancas.

Lucrecia es una de lxs cincuenta líderes en disidencia sexual y de género cuya vida celebramos en nuestra quinta edición, ORGULLO.

ORGULLO VICE

A Inés la encuentras en Instagram y Twitter como @inesripari.