Estamos emputadas: la #FuriaTravesti se toma Latinoamérica

El nombre de esta columna que escribo de forma quincenal se llama "furia travesti" en honor a Lohanna Berkins, una activista trans Argentina. Lohanna continúa inspirando a nuestras generaciones para luchar por la justicia social desde una perspectiva feminista. La contundencia y sinceridad de sus palabras son bombas que se instalan en el corazón y que, al explotar, detonan de forma colateral todas nuestras estructuras mentales. Lohanna fue columnista de Página 12, un periódico argentino, y compiló importantes publicaciones como La Gesta del Nombre Propio y Cumbia, Copeteo y Lágrimas.

No sé de dónde viene la expresión con certeza, pero la primera vez que la escuché fue de su boca y sentí que describía de forma precisa lo que sentía cuando me trataban de forma injusta por ser trans: me sentía —y me siento— indignada y eso me emputa. La ira es un sentimiento de indignación que causa enojo y la furia es la ira, pero exaltada. "Travesti" fue una forma de resignificar un insulto creado por la medicina, los discursos de la policía y la opinión pública que daban una connotación denigrante al hecho de ser trans. Así lo describe en su texto Travestis: Una Identidad Política :

"Las y los médicos y las y los psicoanalistas han definido a las travestis como hombres que se visten con ropas correspondientes a las mujeres. Nosotras resistimos esta definición que no da cuenta del modo en que nosotras nos pensamos y las maneras en que vivimos… decidimos que una de las primeras cuestiones en las que teníamos que concentrar nuestros esfuerzos colectivos era en resignificar el término travesti, que hasta el momento tenía connotaciones negativas para las y los otros y para nosotras mismas. El término travesti ha sido y sigue siendo utilizado como sinónimo de sidosa, ladrona, escandalosa, infectada, marginal. Nosotras decidimos darle nuevos sentidos a la palabra travesti y vincularla con la lucha, la resistencia, la dignidad y la felicidad".

Más tarde, agrega: "Las travestis somos personas que construimos nuestra identidad cuestionando los sentidos que otorga la cultura dominante a la genitalidad. La sociedad hace lecturas de los genitales de las personas y a estas lecturas le siguen expectativas acerca de la identidad, las habilidades, la posición social, la sexualidad y la moral de cada persona".

En otras palabras, que los genitales no son sinónimo de sexo y que por eso somos mujeres con pene —siempre lo hemos sido— y eso no nos hace menos que nadie.

El movimiento trans argentino logró cambios gigantes, en parte porque logró entender que había que conectar a las personas trans con la política desde sus experiencias personales. Logró convertir las emociones en motor de cambio y en acciones políticas concretas. El documental de Amparo Aguilar titulado "Furia Travesti" cuenta la historia de la cooperativa de trabajo textil Nadia Echazú, que fue conformada con el fin de dar opciones de trabajo, diferentes al trabajo sexual, para las mujeres trans. En 2012, se conformó el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, una coalición de más de quince organizaciones que impulsó la sanción de dicha ley, aprobada en 2012.

La ley, entre muchas otras cosas, permitió el cambio de nombre y sexo en los documentos de identidad de forma sencilla y con el único requisito de la autodefinición de las personas. Colombia, en 2015, mediante un Decreto del gobierno utilizó una fórmula similar para permitir que las personas trans pudieran realizar el cambio en sus Registros Civiles: ahora no se exigen dictámenes médicos ni haberse operado para hacer el cambio en el componente sexo del Registro Civil.

Además, cambió el procedimiento para que las personas trans pudieran hormonarse y hacerse las cirugías que necesitan: la ley prohibió que les exigieran a las personas trans ir donde un psiquiatra como requisito para poder transformar sus cuerpos con asistencia médica. Ese proceso fue reemplazado por uno diferente que se basa únicamente en el derecho al consentimiento informado, es decir, el derecho que tenemos todos de que el médico nos informe sobre todas las opciones y alternativas, para que nosotros —y no lo doctores— decidamos sobre nuestros cuerpos. Pero Lohanna no fue ingenua y tenía claro que la ley, en sí misma, no transformaba las estructuras sociales: "Esta ley es parte de la batalla cultural que hay que dar". La Furia Travesti fue una herramienta política que fue útil en Argentina para organizar y captar la atención de grupos de personas trans que lograron entender que la frustración podía ser efectiva para cambiar el mundo por varias razones:

La Furia Travesti es no dejar que nos fiscalicen el tono. Estefanía Vela define la fiscalización del tono como "descalificar lo que se dice, por cómo se dice, particularmente en discusiones sobre la injusticia". Cuando no escondemos que estamos bravas incomodamos porque a nadie le gusta sentirse responsable de hacerle daño a alguien. Por eso, también es una forma de responsabilizar al mundo por lo que nos hace. Es ponerse en el centro del debate sin pedir excusas antes de hablar en primera persona (¡y que se incomode el que se tenga que incomodar!). Subvierte la idea de los buenos modales porque "el tonito" que usamos para defendernos siempre es utilizado en nuestra contra para desviar las discusiones: nos dicen que es imposible trabajar con nosotras porque somos problemáticas, peleonas y, por supuesto, peligrosas. Nuestras emociones frente a momentos que consideramos injustos con nosotras son utilizadas en nuestra contra para deslegitimar nuestros argumentos sin siquiera discutirlos.

La furia travesti también es una pizca de realismo porque muestra que reconocemos que, históricamente, los cambios no se ganan pidiéndole al opresor que porfis nos deje de tratar mal. Esto lo aprendimos de otros movimientos, como el movimiento por los derechos civiles de las personas negras. Así se evidencia en esta carta de Martin Luther King Jr., citada por Estefanía Vela en el mismo artículo:

"Sabemos por una dolorosa experiencia que la libertad nunca la concede voluntariamente el opresor. Tiene que ser exigida por el oprimido. A decir verdad, todavía estoy por empezar una campaña de acción directa que sea «oportuna» ante los ojos de los que no han padecido considerablemente la enfermedad de la segregación. Hace años que estoy oyendo esa palabra: «¡Espera!» Suena en el oído de cada negro con penetrante familiaridad. Este «espera» ha significado casi siempre: «nunca»… Llega un momento en que se colma la copa de la resignación, y los hombres no quieren seguir abismados en la desesperación. Espero, señores, que comprenderán nuestra legítima e ineludible impaciencia".

La furia travesti es la reivindicación de que la injusticia no es un destino y de que hay que escuchar nuestras emociones porque son nuestras mejores aliadas en determinar si algo nos hace daño. Es un llamado para no sentirse culpable por las emociones negativas causadas por la desigualdad: el problema no es emputarse sino aquello que nos emputa. Está absolutamente justificado ponerse brava cuando a uno le hacen daño o la excluyen. Es una herramienta política para provocar y cuestionar por qué tenemos que vivir con un constante sentimiento de resignación. Es nuestra respuesta a las excusas insoportables, a las personas que nos dijeron que es nuestro deber ser pacientes, a cuando nos "explicaron" que tenemos que entender que los que nos oprimen lo hacen sin mala intención y que la transfobia no es culpa de nadie.

Es la rabia que nos da cuando los gays y las lesbianas del movimiento "LGBT" hablan por nosotras, de que hagan paneles sobre nuestras vidas sin ninguna persona trans y que tengan el cinismo de decirnos que es nuestra culpa por no estar lo suficientemente educadas, es no permitir que nuestras parejas nos escondan, es el deseo de tener las mismas oportunidades que todo el mundo. Es ese gritico que tenemos en el nudo de la garganta, el que debemos liberar una vez perdemos el miedo de que se nos quiebre la voz, cuando entendemos que nuestras voces ronquitas son poderosas y regias. Es un acto de irreverencia a todos los que nos subestimaron y una patada a los que se burlaron de nosotras. Es rebelarse a dejar morir a nuestras compañeras por muertes evitables y que nos duelan tantas muertas.

Lohanna murió en 2016 y dejó escrita una última carta:

"Queridas compañeras, mi estado de salud es muy crítico y no me permite reunirme personalmente con ustedes. Por eso quiero agradecerles sus muestras de cariño y transmitirles unas palabras por medio de la compañera Marlene Wayar, a quien lego esta posta. Muchos son los triunfos que obtuvimos en estos años. Ahora es tiempo de resistir, de luchar por su continuidad. El tiempo de la revolución es ahora, porque a la cárcel no volvemos nunca más. Estoy convencida de que el motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo. Todos los golpes y el desprecio que sufrí, no se comparan con el amor infinito que me rodea en estos momentos. Furia Travesti Siempre. Un abrazo".

Con mucha furia, estamos desmantelando las estructuras de injusticia social que la sociedad se niega a ver. Sin bajar el tono, sin la obligación de tener paciencia y sin miedo a ser radicales (porque radicales son los cambios que necesitamos) y —sólo si nos unimos— vamos a transformar la sociedad. Hacer las paces con nuestra rabia implica reconocer la existencia de un sistema que oprime, que es injusto y que no tiene por qué ser así. La furia travesti que nos da cuando nos humillan es la esperanza de nuestra revolución trans porque es en ese momento que decidimos que nunca vamos a volver a aguantarnos que nadie nos haga daño. Furia Travesti Siempre.

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Cuando no está haciendo collares, escribiendo columnas o trabajando por los derechos de la comunidad trans en Colombia, Mati también da conferencias. En este link puedes ver la conferencia que hizo sobre la Furia Travesti para @TEDxManizalesED.  Síguela en su Twitter: @matigonzalezgil.