De Irán a Guatemala: cómo las mujeres están impulsando una revolución política con su música

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Música

De Irán a Guatemala: cómo las mujeres están impulsando una revolución política con su música

Abriéndose paso en zona de guerra o convirtiéndose en una figura pública dentro de una sociedad patriarcal, estas artistas utilizan su música para convertirse en una voz importante en los tiempos que corren.
Emma Garland
London, GB

Vemos a una joven contando las cuentas de un rosario en una iglesia y la voz en off distorsionada de un hombre nos advierte: "Es probable que algunos se sientan incómodos al ver partes de este video". Un sacerdote, visible solo de cuello para abajo, alarga su mano con las uñas impecablemente cortadas para darle a la chica una pequeña píldora rosa a modo de comunión. Y entonces entra la música: un potente ritmo electrónico que nos recuerda a Scissor Sisters y a Le Tigre, y una voz femenina que irrumpe gritando: "¿Tu vagina tiene marca? ¡Deja que tu vagina empiece su marca!".

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Así empieza un video que lanzaron hace poco las populares activistas Pussy Riot. Bajo el título de "Straight Outta Vagina", (Directamente desde la vagina), es un homenaje a todo lo que representa a las mujeres y es una respuesta directa a los comentarios que hizo Donald Trump de que "las agarres de la pucha". El nombre Pussy Riot es ahora reconocible en cualquier parte del mundo, sus vistosos pasamontañas son un símbolo de la oposición, el feminismo y los derechos de la comunidad LGBTQ. A lo mejor se nos olvida fácilmente, pero Tolokonnikova y su compañera fundadora de Pussy Riot, Maria Alyokhina, pasaron 16 meses en las colonias penitenciarias de Mordovia acusadas de "hooliganismo motivado por odio religioso".

Para Pussy Riot, la música ha sido un vehículo para su mensaje. Durante la charla que dieron en Glastonbury en 2015, Tolokonnikova bromeó diciendo que la presencia del grupo se debía a que: "¡Necesitamos más disturbios!", antes de añadir: "porque nos encanta la música". No es que descuiden el arte de la música –sus canciones son cada vez más pegajosas y accesibles, como cualquier buen eslogan de campaña– pero queda claro su prioridad es la política. La música se ha utilizado siempre como herramienta política y tiene el potencial de acabar con las diferencias entre razas, géneros y clases de una forma que otras formas de arte no han conseguido, y por esa razón es un método bastante efectivo para transmitir una experiencia. También es divertida y es festiva, que son dos formas perfectas de luchar contra alguien o algo sin utilizar la violencia. Cuando tu identidad se ve reprimida, ¿qué mejor forma de contraatacar que siendo tú misma pero mucho, mucho más fuerte?

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En los últimos años, Pussy Riot se ha convertido en el principal ejemplo de este discurso, pero cada vez son más las mujeres que en diferentes países del mundo utilizan la música como medio para luchar contra fuerzas opresoras. Algunas, como Pussy Riot, tienen un mensaje político en mente, pero hay otras que las recibimos como políticas simplemente porque se muestran tal y como son y se expresan de una forma que va en contra de las expectativas culturales en las que viven.

"No creo que pueda volver", dice Nadia Tehran (quien aparece en la foto que encabeza este artículo) en una charla vía Skype. La artista iraní de 25 años, que ahora es ciudadana de Suecia, lanzó un video a principios de este año titulado "Refugee", que es una audaz declaración de intenciones presentada de forma creativa. Grabado en Teherán con ayuda de su padre, el video muestra la capital iraní bajo una luz cálida –con los ruidosos mercados, paisajes neblinosos y monumentos reconocibles– al tiempo que lucha contra los estereotipos. Hombres con la barba bien afeitada y cadenas de oro bailan y muestran fajos de billetes mientras Tehran se planta ante la cámara y suelta rima tras rima con atrevimiento: "Soy una refugiada / Puedes ver cómo complazco a tu mujer". En otra escena la vemos cantando en la calle; sentada sobre un caballo negro con tennis blancos y un niqab; soltando el humo de una hooka a través de su hijab y declarando: "Soy lo que hago y hago lo que quiero". Y todo eso que hace, por supuesto, es extremadamente ilegal.

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"He ido a Irán cada año desde que era niña, así que es una gran pena en mi vida", explica. "Todas las personas que salen en el video son familiares y amigos. Quería crear un puente entre esos dos mundos, pero de algún modo también quemé ese puente. Me duele no poder volver, pero sé que tarde o temprano me habría pasado lo mismo, porque soy una mujer que canta y muestra una postura política: con eso habría bastado".

Tehran es una artista que se mueve entre el punk y el hip-hop, tanto en sonido como en actitud. Nació en Irán pero creció en el suburbio cristiano conservador de Jönköping en Suecia, y su trabajo se sitúa decididamente en la rebelión. Cuando me habla desde su habitación en Estocolmo, me comenta tan solo algunas de sus frustraciones: la forma que tenemos de utilizar Internet para seleccionar la información que queremos transmitir; la urbanización en Suecia que hace que la gente se mude a la ciudad desde los pueblos en el campo, y que de este modo pierden los fondos para sus hospitales y escuelas; los países que cierran sus fronteras a los refugiados cuando su acogida podría ayudar a aliviar los efectos que la urbanización tiene en estos pequeños lugares.

En un momento en el que la política internacional parece estar alcanzando un nadir moral y todo el mundo se enfrenta, resulta estimulante ver a mujeres en situaciones comunes mostrando su valentía y participando de forma activa en la política, pero también intentando vivir como ellas quieren sin tener que pelear por ello. "Hemos hecho un picnic de desayuno sentadas en el suelo", me dice Tehran, apuntando con la cámara hacia una de sus amigas que está sentada con las piernas cruzadas en medio de las sobras de comida. Su amiga me saluda con la mano. Durante medio segundo me olvido que estoy hablando con alguien cuyo último video sólo consiguió salir a la luz porque logró escaparse a tiempo de las autoridades y esconder la tarjeta de memoria en su ropa interior.

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Marginadas a causa de una retórica cada vez más hostil contra la inmigración y una creciente islamofobia, las voces de Medio Oriente no han sido muy abundantes dentro de la cultura pop en lo que va del milenio. Aquellas que consiguen abrirse camino normalmente se politizan de entrada, sin tener en cuenta cuál sea su intención, simplemente por su identidad. No es que andemos escasos de artistas abiertamente políticos –solo en los últimos 12 meses hemos visto desde Sweat Shop Boys hasta Beyoncé formar parte de la conversación sobre raza y brutalidad policiaca– pero en los últimos años ha habido un número creciente de mujeres artistas que salen de la nada y arriesgan su vida por hacerse escuchar.

Nadia es un ejemplo reciente dentro de una lista que incluye a muchas más. La guatemalteca Rebeca Lane hace hip-hop con conciencia social en un país que sufre desde hace tiempo una crisis de violencia contra las mujeres; la estrella de pop kurda Helly Luv grabó un video musical muy cerca de las filas del ISIS; la rapera de Zimbabue AWA aprovechó su popularidad para denunciar la violencia doméstica y sexual en su país; y, por supuesto, Pussy Riot. "Creo que [lo que estamos diciendo] cobra más fuerza y se expresa más alto porque se encuentra con una mayor resistencia", dice Tehran cuando le pregunto por qué cree que ha habido un aumento de voces no masculinas que se están revelando últimamente contra la opresión. "Cuando alguien lucha contra ti, tienes que gritar más fuerte porque vienes de una perspectiva donde nadie te escucha. Quizás sea por eso que están saliendo ahora a la luz".

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Lo que pasa con Nadia Tehran, Rebeca Lane, AWA (en la foto de arriba), y sobre todo con Helly Luv, es que todas hablan sobre temas, emociones y luchas que tienen que ver con ellas mismas. Aunque resulta útil que artistas ya establecidos se unan al movimiento Black Lives Matter o luchen contra la violencia hacia la gente musulmana, también es necesario que haya un mayor espacio para la diversidad y matices en las voces que escuchemos. "Lo más importante es que dejemos que la gente cuente sus propias historias para que no sea la élite musical la que represente a todo el mundo", dice Nadia. "Nadie puede contar mi historia mejor que yo, así que prefiero tener una plataforma en la que pueda hablar por mí misma que dejar que alguna celebridad luche por mi causa".

"Luchar" es una palabra adecuada para describir lo que estas artistas hacen, muchas veces asumiendo sacrificios personales y corriendo un peligro físico para cumplir con sus objetivos artísticos. Rebeca Lane participa de forma activa en un país donde más de 1, 000 mujeres han sido asesinadas en los últimos años y el 98% de los crímenes contra las mujeres quedan sin resolver. La prolongada guerra civil en Guatemala trajo consigo una extensa ola de violencia sexual contra mujeres y niñas, y su continuo impacto todavía se nota hoy. Para luchar contra eso, además de enfrentarse a los temas y actitudes machistas dentro del hip-hop, Lane habla directamente con mujeres y niñas que le cuentan sus experiencias. Uno de sus temas más conocidos, "Mujer Lunar", es un llamamiento al respeto por el cuerpo, vida e independencia de las mujeres. "Resulta muy frustrante vivir aquí e intentar transformar tu sociedad cuando tienes tantas cosas en tu contra", dijo Lane a Noisey en una entrevista a principios de este año. "Aunque también es difícil sentirte sola cuando ves a otra chica como tú luchando y peleando".

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Después de recibir una beca de la Fundación Astraea (una organización que trabaja para promover los derechos humanos de la comunidad LGBTQI por todo el mundo), Lane (en la foto de abajo) reclutó a la rapera mexicana Audry Funk y a las artistas de Costa Rica Nativa y Nakury para que le acompañaran en sus conciertos y talleres por toda Latinoamérica, desde Panamá hasta México. "Somos Guerreras es algo más que una gira", dijo Lane cuando le preguntaron por ello en una entrevista, "es una forma de ver el hip-hop para mujeres como un movimiento político".

De igual forma, la joven de 27 años Helen Abdulla, mejor conocida como Helly Luv, utiliza videos pop para lanzar un mensaje de paz en Medio Oriente de la forma más polémica posible. Con raíces kurdas y criada en Finlandia, donde su familia ha obtenido asilo, Luv pasó su adolescencia trabajando como mesera y maestra de danza, hasta que de algún modo logró ahorrar lo suficiente para comprar un billete de ida a Los Ángeles e intentar lanzar su carrera en el mundo del pop. Millones de vistas de YouTube después, aquí la tenemos hablando como toda una líder de la oposición con una estética que se parece a la de Rihanna.

En 2014 tuvo que esconderse después de que a raíz de su video para "Risk It All" le llegaran amenazas de muerte de grupos islamistas del Iraq kurdo y la condena de los miembros de su propia familia. En el vídeo vemos a Luv bailando con un león y con soldados peshmerga empuñando AK47. En su segundo video, "Revolution" de 2015, avanza hacia un tanque del ejército con unos tacones dorados y una pancarta que dice: "Alto a la violencia". El video completo se grabó a tan solo 3 km de la línea de frente de la guerra entre ISIS y los peshmerga en Iraq.

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"En primer lugar [los altos mandos kurdos] nos dijeron que estábamos idiotas, y a mí me dijeron: 'Estás loca, ¿hablas en serio?' Les dejé claro lo que quería hacer y cuál era mi mensaje, y les prometí que este mensaje tenía que trascender de forma internacional y que la gente tenía que saber lo que está pasando aquí", dijo Luv a Noisey en una entrevista. "Mi arma es mi música y mi voz porque creo que con mi voz puedo llegar a millones de otras personas", dijo. "Y eso es exactamente lo que pasó".

En muchos aspectos, no importa que todas estas artistas sean mujeres. Básicamente, son gente que lucha por algo del mismo modo que Billy Bragg defendía las huelgas de mineros o Bob Dylan cantaba sobre los derechos civiles, por nombrar dos ejemplos cliché de lo consideramos "música de protesta" en occidente. Pero al mismo tiempo, el arte de estas mujeres está enmarcado por sus experiencias, y sus experiencias son las de mujeres que existen en un cruce de sectores, cruzando fronteras en un entorno hostil; cuyos derechos les son negados, sus cuerpos son objetivados y sus identidades a menudo se ven borradas o reducidas a definiciones binarias. Su rebelión está en hacer lo que quieren, tanto si eso implica abrirse paso en zona de guerra, convertirse en una figura pública en una sociedad patriarcal violenta o cantar sola por las calles en un país donde es ilegal que las mujeres actúen de cualquier forma que no sea como apoyo de un cantante masculino. Su victoria no está tanto en esquivar las balas reales, sino más bien en conseguir que las mujeres y niñas de todo el mundo se sientan menos solas en el proceso.

"Creo que la música siempre ha sido una herramienta política", dice Tehran. "Para mí, no se trata de tener una agenda política y utilizar mi música para sacar adelante esa agenda, sino que es más sobre expresar lo que siento y lo que opino, y eso en sí mismo se convierte en una declaración política, a pesar de que no sea mi objetivo. Para una chica como yo, da igual lo que haga, siempre va a ser político". Pero, ¿considera su trabajo música de protesta?

"Si hubiera un clima diferente esto no sería una protesta", dice. "Me limito a contar mi historia. Prefiero que no sea una protesta, pero tú puedes considerarlo así. Siempre me he visto como una persona que está en la posición de hacer cualquier cosa".

Mira un corto sobre la rapera de Zimbawe AWA aquí.

(Foto de AWA: Max Thurlow; Foto de Rebeca Lane: Andrés Vargas)