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Cultură

Hablamos con los últimos españoles a los que les tocó hacer la mili

Este año es el décimoquinto aniversario del fin del servicio militar obligatorio, para recordarlo hablamos con un insumiso, un objetor y un recluta.

Imagen cortesía de Julián Herrera

Durante 231 años (desde 1770 al 2001) el ejército español se sostuvo gracias al servicio militar obligatorio —"la mili"— un sistema que hacía que la mayoría de jóvenes españoles tuviesen que pasar un año de su vida como mínimo sirviendo a la patria a base de sacarle lustre a los fusiles si es que no les tocaba la desgracia de tener que ir a alguna guerra. En el 2001, el gobierno de Aznar le dio matarile a la mili, pero ese año aún tuvieron que pasar por ese españolísimo rito de iniciación poco más de 90.000 jóvenes, la mayoría de ellos nacidos en el 82, la última generación del servicio militar obligatorio.

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Cuantos más se acerca cronólogicamente la mili a su fin, más escaqueos hay por parte de los candidatos a hacerla. Y es que los objetores de conciencia y los insumisos crecían a marchas forzadas. De hecho la oposición de numerosos jóvenes a presentarse al ejército fue la clave de su desaparición y el 2001, con la noticia de la inminente desaparición del SMI, la oposición se multiplicó. El 1 de enero de 2002 el ejército español ya solo estaba compuesto por profesionales.

Para recordar aquél momento y conmemorar el aniversario de la supresión hemos contactado con testimonios para que nos expliquen como vivieron ellos ese periodo de sus vidas.

NACHO TOMÁS. Murcia. 38. Autónomo profundo. PROPIETARIO DE una empresa de Marketing Online.

VICE: ¿Recuerdas el día que te comunicaron que tenías que hacer la mili?

Nacho Tomás: Sí. Claro. Recibías una carta, creo recordar que del Ministerio de Defensa. Había más nervios que cuando esperabas las notas de la carrera. Decía algo así como "Oiga usted. La patria le llama".

¿Qué pensaste cuando viste el sobre?

¡Maldita sea, no se han olvidado de mí!

¿A todos tus amigos les pasó lo mismo?

Sí, a todos los de la misma quinta le llegaba la famosa carta. Lo normal, si estabas estudiando, era pedir una prórroga para terminar y así poder poner en tu CV: "Servicio Militar cumplido". Ahora no se entiende, pero en aquella época de finales de los 90 era habitual encontrar trabajo rápidamente. Ahora te ríes más.

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Ante dicha solicitud ¿qué decidiste hacer?

Pedí un par de prórrogas, creo recordar, hasta que en 2º de carrera (estudié ADE), decidí afrontar el tema y declararme objetor de conciencia. El servicio militar no era lo mío. En aquel entonces era bastante rebelde (todos deberíamos serlo en esa edad) y además escuchaba batallitas de familiares mayores que surtían en mí el efecto contrario al patriotismo. Así que dicho y hecho, si tenía que perder un año de mi vida no iba a ser pegando tiros a un pajar. Buscaba algo más social.

¿Cuando decidiste dar el paso hubo detractores por parte de los tuyos?

No. Siempre he sido bastante outsider en mis asuntos personales. Hacía, y sigo haciendo lo que me parece adecuado y ético., esté o no establecido o políticamente sea visto como correcto. Mis padres siempre lo han entendido y con el tiempo se ha demostrado que, al menos en mi caso funcionó bien su postura. Espero saber asumir este aspecto con la educación de mis hijos.

Volvamos a la objeción. ¿Qué tuviste que hacer?

Había varias opciones a la hora de elegir destino: centros sanitarios, bibliotecas y cosas así. Me decidí por un centro ocupacional para personas con diversas discapacidades intelectuales. Estaba a las afueras de Murcia, por lo que usaba su autobús para acudir cada día. Iba por las mañanas y me quedaba a comer para aprovechar e ir directamente a la universidad. En el centro echaba una mano a los maestros de cada aula, aprendí a usar un horno de alfarería, conceptos básicos de carpintería, pintura, manualidades… Una maravilla compartir ese tiempo con ellos. Salíamos juntos al recreo y me machacaban al futbolín.

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¿Cuál fue el mejor momento para ti? ¿Recuerdas alguno de especial?

Compartir el autobús con ellos era lo mejor. Yo me fijaba en las caras de los padres que les acompañaban a la parada cada día y siempre les despedían con una sonrisa y un buen gesto. Ellos, que tenían esos enormes problemas en sus propias casas. O al menos yo lo sentía así. Recuerdo también los bocadillos de atún con mayonesa del recreo y un partido de fútbol que jugamos profesores contra alumnos. Trajeron un balón y vinieron vestidos de su equipo preferido. Señores de cincuenta y tantos, con su pantalón corto del Barcelona y balón de plástico bajo el brazo.

¿Te cambió la vida tu objeción?

Totalmente, esa experiencia de seis horas diarias durante tantos meses me convirtió en otro. Yo tenía veinte años escasos y en mi vida habitual no había hueco más que salir de fiesta, repartir pizzas en moto y estudiar para licenciarme. Además fue posiblemente mi mejor curso. Aprobé todas a las que me presenté y yo que pensaba que me costaría un año en blanco. Esto me abrió los ojos y la mente en priorizar. Ahora la verdad es que la vorágine actual te hace olvidar valorarlo.

ERMENGOL GASSIOT Barcelona-Nicaragua. Se fue al exilio después de declararse insurgente. 43 años. Arqueólogo y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona.

VICE: ¿Recuerdas cómo fue el día que te llamaron a tallar?

Ermengol Gassot: La primera carta que recibí me indicaba que debía ir ante el ejército a tallarme. A todos los compañeros de clase nos llegó a la vez. Íbamos a 3º de BUP, creo recordar. A su vez tenía un punto de emoción. Era como hacerse mayor. Además yo era del colectivo "mili kk" y era como empezar el camino que tanto admiraba: hacerme insumiso y desobedecer un estado que veía muy injusto.

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¿Llegaste a ir a la cárcel?

Me pidieron 4 años de prisión, que se rebajó a un año. Finalmente me dieron la condicional. Al día siguiente de dármela me fui a Nicaragua. Entremedio me hice objetor y después insumiso a la PSS (Prestación Social Substitutoria). En Cataluña pocos entraron en prisión. No era como Navarra, País Vasco o Madrid. A principios de los 90 los insumisos pasaron a la jurisdicción civil.

¿Por qué Nicaragua?

Antes de declararme insumiso había participado en grupos de solidaridad con la Nicaragua Sandinista. En 1993 algunos profesores de la UAB hicimos un proyecto para formar arqueólogos con el fin de trabajar para comunidades campesinas e indígenas entre otras cosas para estudiar el pasado precolombino, ya que en Nicaragua no había arqueólogos.

¿Cuáles fueron tus principales motivos para declararte insurgente?

Es difícil de decir un solo motivo. En primer lugar porque el ejército español derivaba del que ganó la guerra civil. Otro motivo sería la crítica al militarismo y la OTAN. También por mi voluntad de desobedecer al estado y proponer nuevas formas de participación política.

JOAN ABELLAN 40 años. Objetó y faltó a la objeción. No hubo sanción alguna ya que acabó el servicio militar obligatorio.

VICE: ¿Todos tus amigos objetaron?

Joan Abellan: Sí. La mayoría o objetaban, o eran insumisos o se libraron por asma o alguna historia.

¿Por qué decidiste objetar?

Valoré las distintas opciones. Realmente objeté para no tener más problemas. Por aquél entonces ya se hablaba que a la mili le quedaban cuatro días.

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¿Dónde te tocó?

Fui a una residencia de la tercera edad de la Torrassa, en Hospitalet del Llobregat [cerca de Barcelona]. Era justo al lado de una casa ocupada que frecuentaba. Incluso había traído a algunos abuelos de fiesta conmigo a la okupa. A la gente que vivía en el kasal les gustaba ver a los abuelos y a muchos de ellos les encantaba reconocer el sitio (antes había sido un hospital). Por aquel entonces yo era un estudiante sin mucho interés y trabajaba de aprendiz en un taller mecánico. Progresivamente empecé a faltar. El trabajo no me gustaba y no entendía qué hacía allí.

¿Cuáles eran tus servicios prestados como objetor?

Era responsable de un grupo de ancianos, algunos de ellos con demencia senil. Era un constante de buscarlos por ahí porque me hacían la puñeta. Muchos de ellos eran vecinos del barrio y desaparecían para hablar con conocidos. Una señora siempre me decía: "¿Por aquí se va a Logroño? ¡Joder! y estaba en la calle Montseny del Hospitalet…"

¿Había buen rollo con tus supervisores?

La directora del centro empatizaba conmigo. Le pregunté por qué no había una persona cualificada para hacer el trabajo que yo estaba haciendo. Yo no estaba de acuerdo de sacrificar mi tiempo para que me explotaran de aquella manera.

En el momento que empezaste a faltar ¿tuviste algún miedo de que te vinieran a buscar?

La verdad es que sí. La directora del centro me dijo que ya no podría cubrirme más y me dijo que tendría que presentar un expediente en mi contra por no estar cumpliendo la PSS. Un día me llamaron del centro diciéndome que querían hablar conmigo en persona. Pensé: ¡Ya la he jodido! Si acabo detenido podría haberme ahorrado los meses de geriátrico y haberme hecho insumiso. Cuando llegué al centro me comunicaron que la PSS y la mili habían dejado de ser obligatorias y que por lo tanto era libre.

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JAVI RODRIGUEZ. 37 años. Madrid. Profesor

Para mí lo mejor de la mili es que aprendí a pelar patatas

VICE: ¿Por qué decidiste hacer la mili?

Javi Rodríguez: Fui afortunado. Prorrogué por estudios y me tocó en Ceuta. Mi familia tenía contactos y consiguieron que me quedase en Madrid, donde vivía, así que no suponía irme muy lejos de casa. Cuando acabé de estudiar me puse hacerla. Me tocó en el peor sitio, "el Goloso", la base de donde había salido los impulsores del 23F. Entrabas allí y con una máquina atascada te cortaban el pelo al cero. Te daban una bolsa con la ropa que te tenías que poner.

¿Cómo recuerdas tus días en la mili?

Fue una mala experiencia. La verdad. Te trataban a gritos. Todo era muy de prisa. Los que entrábamos éramos los bichos. Al cabo de un tiempo pasabas a padre, después a abuelo y a Bis. Recuerdo que dormíamos en unas literas de 4 camas. Casi no había espacio. Todo eran taquillas y no había espacio para cambiarme.

¿Cuál fue tu secreto para sobrevivir?

Yo era maestro, así que tenía algunos privilegios que otros no tenían. Me puse a enseñar por los garitos. Había gente que a penas no sabía ni leer ni escribir. Haciendo voluntariado no me saqué nada… pero me percaté que los de las oficinas vivían mucho mejor. Me ofrecí para mecanografiar. Como se me daba bien se me quedaron en oficinas. Éramos los que poníamos las guardias, los permisos y no formábamos (por si sonaba el teléfono). Si alguien la liaba un poco iba directo o al calabozo o le ponían una imaginaria. La tercera era la peor (iba de 2 a 4 de la mañana).

¿Qué fue para ti lo peor? Las novatadas. Había algunos que les metían dentro de las taquillas y les hacían rodar por el suelo. De vez en cuando alguien robaba una gorra con estrellas y se hacía pasar por capataz haciéndote hacer tonterías. La bebida oficial de allí era el calimocho. La gente cogía unas turcas brutales. La mayoría acababan en enfermería con una inyección de vitamina C. Cuando iban borrachos se volvían muy agresivos.

¿Y lo mejor?

Que todos querían ser amigos míos. Como yo era de Madrid así podían cambiarse en mi casa para cambiarse en vez de ir a la pensión carretas, donde todos íbamos. Esto estaba bien, aunque para mí lo mejor de la mili es que aprendí a pelar patatas.