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​La hinchada de DiCaprio en la Macroplaza

Como los Tigres campeones, la Macroplaza de Monterrey se vistió de DiCaprio con la fanaticada celebrando el Óscar.
Periódico El Norte

Alrededor de las once de la noche del domingo había cientos de jóvenes reunidos en la Macroplaza del centro de Monterrey. Estaban festejando que Leonardo DiCaprio había ganado por primera vez un Óscar. Agitaban sus réplicas de la estatuilla dorada y los automóviles hacían sonar sus cláxons.

Hace poco más de dos meses varios miles de hinchas de Tigres celebraron en ese mismo lugar de la ciudad, otro domingo por la noche, el cuarto campeonato en la historia del equipo. También corearon el nombre de sus ídolos y ondearon banderas y los carros hicieron sonar sus cláxones.

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El entusiasmo manifestado por el logro del actor de Hollywood me parecía un despropósito. La congregación de los aficionados Tigres, al contrario, la percibí siendo parte de ella como un solemne momento que me regalaba el futbol, un día digno de conservar en la memoria.

La aglomeración de regios en "La Macro" comenzó como una broma creando un evento en Facebook. Tan insólita como podría parecer la invitación, no fue la única.

En Argentina había una convocatoria idéntica que alentaba a la gente en Buenos Aires a que si ganaba Leo todos irían a saltar y cantar al Obelisco, el epicentro para los festejos de campeonatos futboleros, ahí sobre la avenida 9 de julio donde los apasionados de la pelota entonan cantitos en los que no sólo celebran a su club, sino también a ellos mismos, afirmando, entre otras cosas, que son "la hinchada con más aguante" y "la banda más loca y descontrolada de todas".

Después de reprobar con una mueca de soberbia a los hinchas de DiCaprio, llegué a cuestionarme si en realidad existía alguna diferencia de raíz entre las personas que el domingo festejaban el Óscar y los fervientes seguidores que en el mismo lugar en diciembre gritábamos "dale campeón".

Coincidentemente, durante algunos minutos de esa tarde previa a la entrega de premios, leí algunos párrafos del libro en turno: La Civilización del Espectáculo. El autor despide su ensayo con lo que él llama "una nota algo melancólica" en donde concluye que la banalización de la cultura no es "una pesadilla orwelliana sino una realidad perfectamente posible". Y agrega: "Hemos ido haciendo de la cultura algo mucho más superficial y voluble: una forma de diversión para el gran público, o un juego retórico, esotérico y oscurantista para grupúsculos vanidosos de académicos e intelectuales de espaldas al conjunto de la sociedad. La idea del progreso es engañosa".

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En su invitación para ir al Obelisco, los argentinos bromeaban en Facebook y como no queriendo preguntaban si alguien realmente había asistido al festejo, luego pude ver el mensaje de una joven que publicó una captura de pantalla en la que se apreciaba una nota de los ciudadanos regios celebrando en la Macroplaza. "Che, paren", advertía la muchacha, "en México sí están festejando".

Se suele romantizar mucho el fútbol asociándolo con el recuerdo de la infancia y otros sentimientos de los cuales se aprovecha la maquinaria del balompié moderno para orillar a los aficionados a consumir su producto. No obstante, ¿por qué no podría funcionar de igual manera para una mujer ligada a DiCaprio desde su pubertad? ¿Acaso es imposible que su actuación en Titanic sea el gol que esa mujer evoca con más afecto?

¿Qué distingue a una actriz que se prepara durante horas para lucir su vestido en la alfombra roja de un aficionado que meticulosamente elige su mejor combinación a lo hooligan para ir a la cancha? ¿El presupuesto?

Mario Vargas Llosa señala en La Civilización del Espectáculo que la cultura la estamos utilizando para sumergirnos en "un momentáneo paraíso artificial, poco menos que el sucedáneo de una calada de marihuana o un jalón de cocaína. Es decir, una pequeña vacación de irrealidad".

Se puede interpretar entonces que salvo pequeñas frivolidades, sin importar aquella actividad de supuesto alto orden a la que estemos atraídos, mientras continuemos sin siquiera buscar algún trasfondo más allá del gozo, la inmediatez y lo que es útil o simpático, todos mostramos un único estandarte y conformamos la tribuna del mismo grupo en decadencia: la hinchada de DiCaprio, la banda más loca que hay.