FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Mazatlán armó una pedota: el Carnaval

‘N’ombre compa, espérese al rato, después de la una a la raza le vale verga todo.’

El Carnaval de Mazatlán es una megapedota de seis días. Chingos de pisto, chingos de ruido y chingos y chingos de gente ebria y feliz.

Después de visitar a tu díler favorito y de darte una buena bañada para —por si te va dos tres— terminar ligando con una turista borracha, llegas al Centro Histórico que se ha transformado en una cantinota con música en vivo de, mínimo, unas diez bandas sinaloenses tocando al mismo tiempo.

Publicidad

La fiesta más esperada por los mazatlecos, y hasta por los grupos religiosos que la hacen de pedo por tanto hedonismo que su moral no los deja saborear, atrae a raza desde otros estados que viene con ganas de playa, aguachile y desmadre.

Foto por Dulce Mercado.

“N’ombre compa, espérese al rato, después de la una a la raza le vale verga todo”, me decía un buchón atento a su ochito y a la minifalda de su morra. Postal que se iba repitiendo cada tres pasos: buchones, mujeres hermosas, botes, mota, más buchones, más morras, más ruido. El exceso es el mejor traje para una peda centenaria.

Y ahí estaba yo, con los tenis mojados de cerveza, abriéndome paso entre un clarinetista y una pareja que bailaba y cantaba “ando bien pedo, bien loco…”, sólo para detenerme frente a una placa en homenaje a la generación beat, donde un cholo me cambió un porro por unos cigarros y todos felipes y con tenis. Kerouac me guiñaba con su ojo en forma de bacha encendida.

Foto por Dulce Mercado.

El humo de la mariguana no era tan denso como en años pasados y no había raves clandestinos, ya estaba pensando en que la banda sólo quería pistear, y mientras platicaba con unos borrachos, uno de ellos casi se acaba su cien de un solo jalón; para aguantar la fiesta hay que andar más enfiestado.

En la calle donde la banda El Recodo ponía a bailar a la raza, calculé exactamente la cantidad de personas: un puterísimo. Mientras, los polis hacían su agosto con las mordidas que le sacaban a los miones, las entaconadas se caían y el qué dirán era una mamada.

“No joven, ya no puede pasar nadie” me comentaba un policía en una de las entradas a la Plazuela Machado, por años, corazón de la megapeda y que ya bien saboreada la madrugada, albergaba a cientos de gargantas sedientas y a los tamborazos de El Sinaloense.

Las cuatro de la mañana era la hora en la que el Carnaval se tenía que terminar, eso según los organizadores, pero convenzan a un borracho que deje de pistear, o para ser más puntuales, convenzan a miles de borrachos que dejen de hacerlo mientras los botes se ponen más ricos y la peda más cabrona.

La cerveza transforma a la gente y nos da un uniforme que se comparte con gusto, ¿no te rifa la música de banda?, ¿odias el ambiente buchón? Nos vale madres, al Carnaval se va a pistear, bailar y ponerse hasta la madre, y si no te gusta, mejor quédate en tu casa. Somos más los que queremos fiesta y mandar todo a la chingada, al menos por estos días no dejemos que la cruda nos alcance.