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Cultură

Así éramos en 1995

En un país grunge que comenzaba a hacerse indie, ¿cómo se drogaba la gente? ¿Qué música se escuchaba? ¿Molaron realmente los noventa?

Habitación de una artista hace 20 años. Cortesía de Edurne Herrán.

En 1995 el mundo estaba loco, más o menos igual que ahora. Solo que no habíamos visto bailar a Drake en su último vídeo (algo que no dejamos de hacer), pero sí teníamos a Prince. Y una guerra con Canadá, por un pescado que se llama fletán, y que estuvo muy de moda. Fueron fuegos artificiales, un encontronazo entre barcos, pero aquí lo llamamos Guerra. Así, con mayúsculas. El que tuvo que hacer frente a la crisis al principio fue Felipe González, presidente del Gobierno que sufría el acoso del opositor José María Aznar, con más mostacho y menos vigoréxico que en la actualidad, pero muy cansino ("váyase usted, señor González", era tan popular como el "fistro" de Chiquito).

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La Guerra fue una mierda, para ser considerada una guerra. Y el fletán es una pescado que nos resbala bastante. Pero ver que nadie se ha acordado de esta efeméride militar nos ha hecho pensar en qué más cosas se nos han olvidado de aquel 1995. Qué estaba pasando en España por entonces. ¿Cómo era la gente? ¿Cómo se divertía? ¿Era un país casposo y los noventa una década para mandar directamente a la mierda? Pues un poco de todo. Para empezar, como el mundo estaba tan jodido -aunque no menos que ahora- la solidaridad se puso muy de moda.

Imagen vía

Y lo hizo en plan acampadas callejeras. La gente entre 18 y 30 años se sumó al movimiento social para pedir que los ricachones del mundo (España entonces, aunque no lo parezca, lo era) cedieran el 0,7% de sus ingresos a los más desfavorecidos, a los países pobres. Un 15-M de la época, por el que se ocuparon parques y jardines de las ciudades de todo el país. Las acampadas molaban. De lunes a viernes estaban solo los miembros de la 'resistencia' y el finde se llenaba hasta los topes, como si fuera un hostel. Básicamente era una escusa para hacer un botellón buenrrollista con kalimotxo, guitarras acústicas, ponchos con gorros andinos al más puro estilo Manu Chao y porros que pasaban de mano en mano. El objetivo de los que lo promovieron era bueno, pero acabó en eso. En 'acampedos', como se llamaban las zonas para poner las tiendas de los festivales.

Supergrass en el backstage del primer FIP. Imagen cortesía del FIB.

Y eso pasó en 1995, justo en el año que llegó un gran festival. El que nos abrió los ojos y nos hizo a todos indies, de la noche al día, y luego un poco 'club kids'. En el 95 la moda era el grunge. Hacia un año que se había suicidado San Kurt Cobain, entonces ya en los altares de cada habitación y en las carpetas de los estudiantes. Camisas de cuadros, pelos mal cortados que se erizaban cuando se acercaba el champú, pantalones rotos y botas. Grunge. Pero llegó el Festival. Así, con mayúsculas, el FIB. Porque fue el que revolucionó un poco la escena a nivel estético, con esa sobredosis de brit-pop en vena. Solo hay que mirar el primer cartel, y la invasión de camisetas xs, pantalones acampanados, Adidas, sudaderas, flequillos (ellos), coletas (ellas) y gafas de pasta.

Al año siguiente llegaría la ola electrónica, y por primera vez el país se enteró de cómo hacían esas canciones para bailar (pero a la vez muy intelectuales y pensadas) Orbital y como construían esos hitazos mostrencos The Chemical Brothers. Pero eso fue en el mismo escenario (el Velódromo) 12 meses después. En 1995 lo que arrasaba en las pistas eran temazos de trance. A flipar con los subidones y ruiditos rallantes. Había noches especiales de trance en Amnesia Ibiza que eran míticas y los dj's que más molaban de la época lo pinchaban encantados. Ahora tienen que pasar vergüenza cuando lo recuerden.

Y con esa música, ¿cómo se drogaba la gente? Como tampoco es un asunto que se pueda consultar en las hemerotecas, hemos recurrido a algunas fuentes fiables que se la pegaron bien en aquel año, y que conocían de primera mano el mundo de la noche. Básicamente, la cosa era muy parecida a ahora, garitos de primera hora, discotecas y luego afters, preferiblemente en casa. Volumen de drogas, más o menos parecido. ¿Menú? Algunas diferencias, según nuestra fuente, que prefiere conservar el anonimato, la cocaína era la estrella (algo que no ha cambiado), y se pagaba a 10.000 pesetas el gramo (60 euros). De cerca le seguían las pirulas, que se pasaban a 2.000 pesetas (12 euros). ¿Nombres? "Coronas, pajaritos, tapones y rombos", esos eran los más populares. De cerca les seguían los tripis (triunfaban las biciletas) y el 'spiz' a 4.000 pesetas el gramo (24 euros).

Por aquella época estaba ETA especialmente violenta y acojonaba mucho. Y también surgió la fiebre de los piercings, teñirse el pelo de colores imposibles y la gente se vestía un poco rebuscando en el armario de sus abuelos. Triunfaban Toy Story, Batman Forever y Apollo XIII en los cines, y Braveheart, del pesado de Mel Gibson, en los Oscar. Pero también se estrenaron pelis alucinantes como Seven o Kids,que sí han superado el paso del tiempo. En música se pegaban de hostias Blur contra Oasis y salía el mejor disco de Pulp, aunque en las radiofórmulas estaban Madonna, Kylie y Ricky Martin. Hace 20 años de todo eso y de la Guerra del Fletán, aunque nadie se acuerde ya de la que se montó por ese insípido pescado en las aguas de Terranova y Labrador.