Cartas de amor.
ilustración por Mar Maremoto
Amor X Vice

Imagínate Algo

Algo, imagínate si vos no fueras gato y yo no fuera humano.

Imagínate ser agua, Algo, no ser carne ni ser esta bolsa de líquido que somos. Imagínate que nada te contenga, que este diálogo que yo estoy teniendo con vos en este momento, sean corrientes que te agiten o te aquieten. Imagínate que tu existencia sea un permanente ir hacia la orilla y volver, que puedas retirarte, subir y bajar acorde a los movimientos de la luna. Algo, ¿cuál es el fundamento detrás del mito? ¿Por qué nuestras identidades conviven tan bien? Se nos asocia como el maridaje perfecto. Si nos ven de afuera somos un gran lugar común. ¿No serás parte de mi desayuno eterno? ¿Nos habremos quedado horas y horas mirándonos a la mañana en otra vida? ¿Te habrás venido a vivir a casa precozmente, habremos compartido canchas de fútbol, camisas y bombachas? ¿Se nos habrá pegado la misma forma de combinar la ropa?

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Algo, imagínate si vos no fueras gato y yo no fuera humano. Imagínanos sin especies que nos distancien, derramando nuestros presentes en rocas cubiertas de musgo, en otros cuerpos que entran y salen. Imagínanos siendo aguas estancadas, reconociendo nuestros límites muy claramente, no creyéndonos todo. ¿Cómo pensás que apreciaríamos las formas entre tanto derrame? ¿Añoraríamos la sensación de estar secas? Algo, si hay un gustito que compartimos nosotras es el sol del otoño en la cara, con el frío de la tarde en contraste con la temperatura de los lugares que la luz va encendiendo. Algo, te pregunto algo: ¿vos creés en las mutaciones? Porque si vos y yo podemos compartir ese gustito, dormir abrazadas, saltar alto, ¿qué nos impide volvernos agua juntas, fugarnos, vaciar nuestras vísceras, volvernos el elemento perfecto? ¿Cuál es nuestro límite, Algo? ¿Podemos vivir sin género, detonarlo por completo, que ya no tengamos que definirnos, decir qué hacemos, qué somos y qué no, que ya no nos esforcemos tanto por diferenciarnos si somos casi la misma cosa? Decime vos, pronombre indefinido.

Ahora me gustaría que describieras una imagen del futuro, lejos de este tejado caliente, fuera de este árbol deshojado que ya no da sombra. Vamos a crecer, indudablemente. Vos vas a dejar de ser un cachorro mordedor que se sorprende con su propio reflejo. Vas a ser una gata con pestañas largas, manchas grandes color café con leche y almohadillas rosas tono chicle bubalú. ¿Y yo? Voy a dejar este oficio, me volcaré hacia alguna tarea más concreta, como lijar madera o cuidar gallinas. Tendremos frío a primera hora de la mañana, pero jamás dejará de gustarnos ese silencio de las siete. No seremos más que una gata y su humana. ¿Seguirá siendo el lenguaje el arma de creación más poderosa o volveremos a los gestos? ¿Nos dejarán de matar por besarnos en las calles? ¿Volveremos a ser invisibles? ¿Nos comerán? ¿Nos extinguiremos? ¿Veremos el fin del mundo juntas desde esta terraza o será por fin este territorio un gran mundo de colores donde el afán tan necesario de nombrarnos quede viejo? Pensar en el futuro me da tristeza, Algo, ¿a vos también?

Entonces, arranquemos. Podemos agarrar la moto ahora, te puedo cargar en alguna cosa y apoyarte en el espacio de adelante, donde van mis pies. Podemos ir a probar suerte al río, Algo, ver qué futuro nos espera si nadamos siempre hacia adelante, de manera constante y en la misma dirección. A lo mejor sí se nos da: devenir hache dos o, volvernos el elemento perfecto, ir y venir de Buenos Aires a Montevideo, ver pasar los veleros, los catamaranes, las corrientes más fuertes y las más aquietadas, el sol y la lluvia, las estaciones, las escolleras, las ramblas, los peces, los bichos, las algas, la arena, los cuerpos, los termos, los mates, los plásticos, las reposeras, los alfajores Marley, los bizcochos de las tres de la tarde, descubrir un millón y medio de lesbianas y de gatas, siempre orilla contra orilla; por momentos, profundidad, por momentos, calma.

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