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Música

Lucio Feuillet: El cancionista del sur

El cantautor pastuso está lanzando su segundo álbum 'Provinciano', un acercamiento a la música de ceremonia desde la canción.

Desde el ambiente ruinoso, de escombros y grietas, de desorden y caos, de Mapa Teatro, el cantautor pastuso Lucio Feuillet lanzó su segundo trabajo bajo el nombre de Provinciano. Ya entregó tres cortes, "Cantares de Lina", "Nuevos vientos" y "Sangre y tierra", que dan muestra de lo que tendrá este álbum; experimentaciones desde la intuición y la búsqueda por contar las historias de aquello que lo ha configurado como artista: el sur, la capital, la tradición cancionera.

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Lucio pone de manifiesto la belleza de lo que observa y vive a través de sus canciones, buscando además incluir en su música, para esta ocasión, el carácter ceremonial que guarda su tierra natal: Nariño. Y precisamente es bajo este espíritu que reúne, en Provinciano, a artistas como FatsO con su sonido ronco, a Martha Gómez como representante de la canción latinoamericana, a Javier Ojeda, guitarrista de la Burning Caravan y los músicos pastusos Javier Andrés Mesa, de Guafa Trío, y Jairo Paz. Con todos construye un homenaje y una historia nueva dentro de la tradición cancionera nacional. Hablamos con él sobre la figura del cantautor, el camino de hacer canciones y la herencia que lleva y canta con su guitarra.

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Noisey: Fuimos una generación que creció con letras de canciones. A muchos nos marcó el rock en español, pero actualmente vemos en la escena independiente mucha exploración instrumental, ¿qué te llevó a seguir explorando este terreno?

Lucio: Creo que fue algo muy orgánico, sobretodo para este segundo álbum donde la figura del cantautor es todavía más fuerte. Es el camino por los que me ha llevado la música. Yo fui guitarrista de Andrés Correa y con él hicimos varios conciertos, viajamos, tocamos con Alejo García, con Pala, quienes han trabajado con gran esfuerzo alrededor de las letras. Ese mundo también me inspiró muchísimo y me sentí muy identificado.

Y antes de eso, ¿cómo era tu relación con la canción?

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Siempre ha estado la música que viene del sur, el rock, también la que viene de Cuba, pero lo que me hizo decidir por este camino fue estar más en contacto con este universo y sentir que desde este puedo aportar más. Toco bien la guitarra, pero no soy el guitarrista súper virtuoso, tampoco tengo un timbre especial de voz. Soy un tipo de la calle común y corriente, entonces ese interés por los textos me motivó. Con el segundo álbum llega una mirada también a lo que uno es, a esa raiz del sur, la cual está más presente. Es interesante en una escena que no tiene mucho de eso. Son esas dos facetas las que están en juego.

¿Qué has ido encontrando en esa búsqueda por las letras?

El primer álbum fue bien importante, Indicio, con el que nos aventuramos a grabar en bloque, ahí ya tenía cierto cuidado en las letras. Luego comienzo a divulgarlo en todos lados y ese contacto con el viajar y la gente me sirvió para definir mi gusto total por los textos. Es muy difícil llevar una propuesta completa, no siempre puedes estar con toda la banda. Te das cuenta que la canción desde que se crea, en su sustancia, tiene que ser lo suficientemente buena para que uno pueda defenderla, ya sea con una guitarra o compartiéndola con muchos músicos. Y es muy difícil. Es difícil que una canción desde su faceta más pura, de una melodía y un texto, sea completamente sólida para defenderla.

¿Cuál es el mapa de cancionistas que te ha influenciado?

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A mí me llegó la parte argentina y uruguaya, cuando vivía en Pasto. También quienes tenemos treinta y pico años sentimos la influencia de Silvio Rodríguez; el juego que él hizo con la guitarra despertó el interés de mucha gente. Personalmente también en el sur, en Nariño, hay un gusto muy especial por la salsa: por La Fannia, por Rubén Blades o Willie Colón, que son grandes cancionistas. Y ya en la universidad -estudié en la Javeriana- miré los artistas actuales: Jorge Drexler, Kevin Johansen de Argentina, Edson Velandia, Andrés Correa, Martha Gómez de acá de Colombia. Ahí vi carreras palpables que me inspiraron.

¿Por qué crees que particularmente Silvio Rodríguez se convirtió en una figura tan problemática para muchos?

Fueron otras épocas. El cantautor especializado en la nueva trova, que se dedicaba a la canción social, vivió una época muy diferente a la nuestra: estaban las dictaduras, tuvo lugar la revolución cubana, y claro, nosotros no crecimos con eso. Llegó más por nuestra pasión por la música, pero ya eran otros tiempos. Siento que por eso pasa a ser un personaje de amores y odios. Charly o Fito supieron estar en cambio en muchos lados, teniendo el rock como arma, no se desgastaron tanto. Un desgaste para algunos, para otros Silvio es inmenso.

¿Por qué sientes que el público termina cantando una canción?

No es un patrón. Puede resultar misterioso y mágico a la vez, pero por lo general son artistas muy cuidadosos en mandar melodías contundentes y que van muy bien acompañadas con los textos. Logran una sincronía. Una melodía digerible y un texto que es ocurrente. Es muy importante la curiosidad del creador y la creatividad al contar una historia, esquivando lugares comunes.

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Hay una búsqueda por regresar al ritual, se siente mucho con varios artistas de la electrónica latinoamericana. Siento que tú también buscas eso, ¿Cómo lo vives desde la canción?

Es buenísimo eso que hablas de la parte electrónica. Este mundo de montaña, andino, se hace mucho con patrones y con células que se repiten. Son células básicas, un poco más ceremoniales, con búsquedas ancestrales y definitivamente este álbum va por ese camino. El primero está lleno de detalles, repleto de arreglos, muchos adornos. En este caso busqué esos aires que a uno lo acompañaron de nacimiento, voy a lo simple y a lo repetitivo. Una cosa más minimalista. Ese fue el gran reto: cómo juntar el mundo de cantautor con esa mística ancestral de estas músicas. Llegar a lo simple es lo más difícil.

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Lee también: ¿Por qué escribir canciones?
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¿Por qué sientes que se vino ese giro?, ¿ese regreso al ritual?

Creo que hay una generación que está buscando reencontrarse con el mundo, una relación más directa y seria con la tierra. Es una manera de reaccionar. Buscamos ese cuidado, esa tranquilidad, esa separación del caos. Y ahí, en ese punto, se va detrás de esos ritmos ligados a lo ancestral, a esos cantos de ceremonia. Estos nos enseñan a convivir con el territorio, que muchos en ciudades lo hemos olvidado, o incluso hacemos lo opuesto. Es parte de una reflexión que pasa por los colores, por las texturas, por los diseños y, claramente, por la música a la que acudimos hoy.

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¿En qué proceso sientes que está la música del sur del país en la actualidad?

Nosotros vimos algunas clases de instrumentos y de música colombiana en la universidad, pero no aparecía la música que venía del sur. Está el bum del atlántico, del pacífico, de la zona andina más central, pero los mismos músicos de esta parte del país no hemos hecho la tarea de compartirla, tocarla, documentarla. Hay una generación que ya lo quiere hacer. Entrar a sonidos aún no tan explorados, lo cual es una necesidad pues sino se llega a un momento de saturación con las otras exploraciones. Son ciclos.

¿Qué es lo que quieres contar como artista?

Primero representar el caos y la locura de vivir en un lugar como Bogotá, una ciudad llena de movimiento, de ruido, y contar desde ahí que es parte de nosotros y que es algo bello. Toda la textura del video son ruinas, escombros, para unirnos con esa idea. El objetivo es darle una pausa y mostrar lo bello que es, y ver también que ahí crece lo verde, el arte, las canciones, el amor. También hay una afán de contar historias en las que uno se reconoce, historias que queremos quienes no nacimos en la capital: quién eres, tu infancia, el territorio.  Uno se da cuenta que uno habla diferente, se relaciona diferente. Es acercarse a ese sentir. Entender que el volcán no es lo que va a explotar y nos va a matar, es un guardián.

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