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Música

Abrígate que hace frío en el escenario: ¿Te irías de gira con tu mamá?

¿Y si tu mami se droga, se emborracha y se sube a un escenario? ¡Pues venga! A seguir el ejemplo.

Skye Edwards de Morcheeba. Foto por DeShaun Craddock.

Generalmente son la figura paterna y la figura materna —en ese orden— los primeros en encargarse de ponerle colmillos y púas al oficio de la música para que no tengas la pésima idea de dedicarte a ella. Luego vienen los maestros, las viejas amargas, los gerentes de recursos humanos y finalmente, una vez que sueltan sus sueños, les crece la panza y se les caen las tetas, tus propias y más cercanas amistades.

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¿Pero qué cuando te crías rodeado de gente que no tiene excusas para decirte que no? ¿Qué haces cuando tu mamá ruega que no fumes mientras tira el humo de su cigarrillo con la expresión más cercana a un orgasmo que jamás le viste? Obvio:

Fumas.

¿Y si tu mami se droga, se emborracha y se sube a un escenario? ¡Pues venga! A seguir el ejemplo. Pero de ahí a compartir esa experiencia en el mismo plano espacio-temporal… la cosa puede tornarse un poco bizarra.

Hace cerca de un mes me invitaron a ver a Morcheeba al Plaza Condesa en México D.F. Era la primera vez que los escuchaba en vivo y tiraron por la borda esa percepción errada que me los situaba como una banda de muchas secuencias y programaciones. Bien orgánicos los ya-no-tan-muchachos; como hoy lo son supuestamente el 74% de las mamadas que compras en el súper. Pero eso no importa. Lo que importa es que durante una de las primeras canciones, y con esa voz galáctica que te levanta 40 centímetros del suelo, la vocalista Skye Edwards anunció con la baba por el suelo que el imberbe tras los tambores era su mismísimo hijo, y que este era uno de sus primeros shows con la banda londinense.

Información extrañamente suficiente para sacarme de foco; a pesar de los hits, el entusiasmo del público, las luces y el olor a ganja en el ambiente, mi cabeza se llevó una sola tarea para la casa: Tratar de visualizar cómo será para este joven talento irse de gira con su mamá. Tan desconcertante me resulta la figura, que ni siquiera voy a considerar que su padre (el bajista Steve Gordon) también es parte del tour que, mientras escribo, debería estar pasando por Eslovaquia.

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Porque casos de papás rockeando con sus retoños tenemos, y más se nos imagina —sin tener mucha información al respecto— un cierto compadrazgo entre un padre de espíritu joven posiblemente más inmaduro que el crío, y un hijo que lo sigue y admira profundamente. Una complicidad basada en la música y en la amnesia selectiva para con los detalles más desfachatados del tour. Un mutuo "no le vayas a decir a mamá" sintetizado en una breve mirada de cachorro arrepentido.

Foto vía Ultimate Classic Rock

Tom Waits da vueltas con su hijo en la batería y el legendario Van Halen empezó a incluir en sus shows a Wolfgang Van Halen cuando este apenas tenía 13 años. El chico con nombre de vampiro no tardó en convertirse en el bajista definitivo de la banda. Harry Waters es el Waters Jr. detrás de los teclados de Roger Waters y quién sabe cuántas otras bandas padre-hijo andan pululando por ahí sin que tengamos la más puta idea.

¿Pero salir de gira con tu mamá? ¡Oh my God! Si hasta te daba vergüenza que te fuera a recoger a la escuela o que le dirigiera la palabra a tus amigos cuando eras un adolecente. Regresando a Morcheeba, ¿le dirá Skye a su hijo Jaega Mckenna Gordon, "Jae, trae un suéter que hace frío en el escenario"; "Jae, termínate el desayuno que estás muy flaco"? "Jae, acabo de pedirte la habitación 405 para que estemos cerquita". "¡Jaega Mckenna Gordon! ¿Quién era esa zorra que te estaba coqueteando en el bar?" El chavo debe andar por ahí de los 20 y, aunque ya es mayor de edad y su madre se ve por lo demás bastante joven, una madre siempre es una madre.

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Puedo estar completamente equivocado, sobre todo si considero que esta madre en particular tiene una banda cuyo sufijo (cheeba) es un slang para la palabra cannabis, y que no podía creer no haber tocado antes en México luego de años tomando tequila arriba de los escenarios. ¿Será entonces que el nobel baterista goza de libertad total? O tal vez, en vez del suéter, Skye le suplica que no olvide su cajita de condones "porque estás muy guapo y todas las mexicanas te van a querer follar". O quizás lo manda por porros a la tienda de la esquina; "¿otra vez, mamá?" Y luego Jaega se hace el pelotudo y no le regresa el cambio.

¿Cómo será esta relación? ¿Proteccionista? ¿Polleruda? ¿Cómplice? ¿Indiferente? ¿Maravillosa? ¿Conflictiva? ¿Todas las anteriores? Porque te aseguro que no hay adjetivo en el planeta que no describa con precisión la relación entre un hijo y la mujer que lo parió.

Me desvelo pensando en lo lindo que debe ser para Jaega compartir algunos de estos momentos con la voz de la banda inglesa, y luego me deprimo imaginándolo tratando de ligarse una chica en el backstage o siendo regañado en el lobby del hotel. Me imagino un "mamá llegué" procurando no exhalar y en contraposición una relación práctica e informal difícil de asimilar para los que fuimos educados en el seno de una familia latina. Me río pensando en las miles de posibles situaciones incómodas y hasta me dan ganas de hacer una película. Pero luego aterrizo y admito que son meras suposiciones: no tengo la menor idea de cómo será irse de tour con tu jefa.

Por mi parte, me levanto en la mañana y doy gracias al cielo que la mía nunca agarró la eléctrica.