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Música

Rock al Parque: Los Compadres Recerdos Tu Papá

La corona de la segunda jornada rockalparquera se la llevan estos hampones. ¿Y por qué? Tres palabras: reggaetón en el Simoncho.

Fotos por Hugo Rubiano

En esa secta que es la juventud, es bien sabido que existen infinitas subsectas en conflicto. Una de ellas es la secta de "el rock", que a su vez se atomiza en infinidad de ejércitos que, en Colombia especialmente, permanecen en constante guerra.

La violencia que genera la revelación anual del cartel de Rock al Parque es una clara muestra de esto.

Que tu cresta no es punk. Que tu melena no te llega a las rodillas. Que tu rap no cabe. Que de repente, pero que no es calle. Que eso es más bien salsa. Que esos beats qué onda. Que está como vendido. Que no eres bienvenido. Que cállate. Una guerra de milicias en la que son todos contra todos, honrando la tradición miliciana que hace cinco siglos nos tiene jodidos.

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¿Pero y qué tiene esto que ver con los Compadres Recerdos?

Pues bueno, que cuando se trata del último gran bastardo musical de esta gran patria promiscua, el frente radical rockero se une, como el gran Hitler que es, para perseguirlo. Porque para "el rock", y para muchos de los guardianes de las buenas y puras costumbres, el reggaetón es el hijo de la empleada.

Un virus que toca erradicar.

Una maleza que toca fumigar.

Una gonorrea, básicamente.

Y por eso algo nació anoche en Rock Al Parque, esa institución que habla cada año y duro, a través de un sistema de sonido que repite y repite las palabras convivencia, paz y tolerancia en clave Constitución del 91, si la constituyente hubiese tenido a Piscilago de epicentro. Y por eso algo nació anoche en el Parque mientras estos compadrotes, armados de sabor radicalista y con un espíritu RATM meets Ñejo, frentearon a más de 50 mil en un escenario Plaza en estado pre rugiente, encarnando una banda de dembow hardcorero y sin concesiones que aún ni existe.

Anoche, Los Compadres Recerdos sonaron reggaetón en el Simoncho.

Y eso, va para los libros.

Quisiera creerme eso de que una generación es el reflejo de sus bailes. Y viceversa. Sobre todo, viceversa. Quisiera creer, mejor dicho, que mientras mejor inyectada de circunstancia "nuestra" música, mientras más sangre su sonido, más poderoso su embrujo sobre nuestros cuerpos. Es una comunión, finalmente.

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En todo caso, los Compadres sonaron reggaetón en el Simoncho, convirtiéndolo de paso en su propia pesadilla. Justamente en Reggaetón al Parque, como lo anticiparon en su comunicación de expectativa. Y no hay nada más punkero, metalero y hardcorero que eso… y no hay nada más colombiano, también, porque si ha de haber una música contemporánea capaz de describir, con fidelidad HD, a esta sociedad y en este momento, esa debe ser el reggaetón extremo: el reflejo musical de la pérdida absoluta de valores, y a la vez la celebración de la dignidad contenida en este trágico gesto. Justo como sus Superputas.

Dicen que su misoginia raya con el feminicidio. Que es una fantasía gore, repleta de evocaciones de desmembramientos. Que son viciosos, salvajes, corruptos, puteros. Que son cínicos de la plata y de la carne. Que son cochinos, sucios, sádicos, venéreos. Todo un prontuario que describe a Colombia, no a nuestros marranos favoritos. Ellos solo montaron la comedia. El puro perreo metalero. El perreo maldito.

Ayer 3 de julio, el Parque Simón Bolivar izó la bandera de la patria donde las putas son una chimba, el taz taz taz un himno y el perico nuestra gasolina. Pogueando con dembow punkiao y merengue punkero, miles alzamos las pezuñas y meneamos el tocino, bailando al ritmo de nuestra propia caricatura.

Haciéndole frente a nuestro momento.