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Música

Maninfest: en busca de la barba cerrada perdida + entrevista a Binomio (primera parte)

Gracias a Maninfest, México puede sacudirse un poco del tufo de Gloria Trevi o Christian Chávez como referentes del reventón gay nacional.

En las fiestas de Maninfest no hay cuarto oscuro, mamar verga puede ser peliagudo, pero la lujuria es suficiente. Lo de menos es buscar un lugar dónde rematar la calentura.

Mientras tecleo estas líneas, Christian debe estar abriendo maletas, recién llegado de un pequeño tour que incluyó dos capitales importantes: Madrid y París. Hasta allá fue a dar un concepto 100% defeño, mexicano, gay: Maninfest, resucitación de la modalidad rave dónde el invitado principal es la testosterona en actitud altanera, casi como esa caricatura clásica de la lotería mexicana en el que un tipo echaba para adelante el pecho con la camisa desabotonada y abría las piernas, aquella que en el pie de página decía El Valiente.

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Supe de Maninfest por unos flyers que empezaron a llegar a mis redes sociales sin mucha alharaca, armados a partir de una paleta de colores elemental, diseños minimalistas, información casi encriptada y la ilustración de hombres musculosos en blanco y negro, sin camisa, con la bragueta a medio abrir pero sin caer en el porno de puesto de revistas y mucho menos en la saturación estridente y semidesnuda de los carteles que promueven fiestas más o menos de la misma dinámica que Maninfest en el DF.

Los flyers venían acompañados de tracks o sets montados en la plataforma de Soundcloud que daban idea de la música que predominaría en la fiesta. Cierto que en su mayoría eran cortes próximos al mentado circuit music adoptado ciegamente por las masas gays, pero el sigilo visual y cachondo de los flyers terminó por obligarme a brincar mis propios prejuicios, como si fuera un charco. En realidad la paciencia duró poco, después del típico beat circuit había una intención de no estancarse en esas secuencias y poco a poco fueron apareciendo texturas de un house oscuro que inevitablemente te orillaba a pensar en sexo.

Rastrear quién estaba detrás de Maninfest no fue una labor del todo fácil y eso me incitó (o debería decir excitó) a saber más al respecto. Fue como aquellos principios de los 90 en los que había preguntar en una cadena de tres o cuatro o cinco personas dónde sería el siguiente rave. Gracias a Gabo, dueño del sauna Sodome, di con un número celular y así conocí a Christian Saldate, el inventor pervertido detrás de Maninfest.

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Christian es un tipo que lleva el cabello a lo casquete corto, 1.80 de estatura, 32 años y las fantasías bien claras: le gustan los hombres que estén orgullosos de serlo, que lo reafirmen no sólo dejándose crecer la barba, sobretodo padece cierta obsesión porque no se desprecien la masculinidad en su sentido más cliché, si se quiere, pero también más erótico. Nos conocimos en un café cerca del Paseo de la Reforma meses antes de que Manifest cumpliera un año de reinventar sudorosamente las noches homosexuales del DF.

“Todo empezó como una fiesta de cumpleaños dónde invitaba amigos y les pedía que vinieran en atuendo leather, ya sabes, prendas de cuero, arneses, tirantes, gorros de policía. La fiestas siempre terminaban con una música inesperadamente buena y subidas de tono con puros hombres, gays, obviamente. De pronto me pidieron que organizara más fiestas aunque no fuera mi cumpleaños y así empezó Maninfest, con un pie fuera de mi casa y rodeado de amigos con los que compartía el mismo fetiche” cuenta Christian.

Igual a como sucedía en el furor rave de los 90, Maninfest empezó ofreciendo fiestas en locales aleatorios (casi siempre espacios de arquitectura industrial, sin detalles cursis) abriendo sus puertas a una clientela más allá de la pandilla, con un cover entre los 200 y 300 pesos y la casi inflexible condición de entrar con un atuendo-fetiche que afirme lo que entendemos por masculino, aún en términos de fantasía, apostando un poco al recuerdo inmediato que para bien o mal dejaron los Village People (cuyo outfit que los hizo famosos no es más que la idea transmutada pensada para el antro de la moda impuesta por Rob Halford, líder al frente de Judas Priest, la banda pionera en heavy metal). La periodicidad de un Manifest es de cada dos meses, aproximadamente.

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En teoría, el primer aniversario de Maninfest se llevaría a cabo en julio del 2013, pero el escalofriante suceso del Bar Heaven (un afterhours que hasta antes de la desaparición de 13 jóvenes funcionaba a tan sólo unos cuantos pasos de la agitada calle de Amberes de la Zona Rosa dónde se aglutinan gran parte del reventón gay de todo el DF) puso la vida nocturna de cabeza, cualquier fiesta con pinta de ser masiva en la que corriera el alcohol parecía coquetear con el terrorismo. Maninfest pudo celebrar su primer aniversario en septiembre, un sábado antes del grito de independencia mexicano.

Muchos de los invitados llegaron con backpacks o pequeñas maletas, en su interior venía empacado el outfit apropiado para un aniversario de tales magnitudes. La Ciudad de México con todos y sus avances constitucionales de envergadura progresista a favor de la comunidad LGBTTTI (matrimonio gay, leyes a favor de la comunidad transexual, etc.) no ha sido muy capaz de confrontar al ojo nacional, acostumbrado a la quietud visual que al menos en apariencia ofrezca una impresión de buenas costumbres, buenas intenciones, nada de andar ventilando fetiches o debilidades, placeres. En el DF, a no ser que la Marcha por el Orgullo Gay esté sucediendo a un par de cuadras, es difícil toparse a un hombre vestido de cuero, por decir lo más ligth. Y es más o menos insólito darse cuenta que conforme el progresismo va ganando espacios en esta capital, los gays parecen hacer del conservadurismo visual una moda, es decir, hay antros gays dónde la norma es el bien vestir, como sucedía en las cadenas de muchos clubes bugas de los 80.

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Y en ese sentido las fiestas de Maninfets parecen hacerle un sano guiño a los viejos tiempos en que la homosexualidad no se escandalizaba tanto y celebraba los arrebatos callejeros. Cierto que muchos llegaron a la fiesta vestidos como si fueran a una primera comunión nocturna, con las pantalones de cuero y los arneses guardados (por no decir escondidos) en las backpacks y las maletas y se encerraban en los baños para cambiarse. Sin embargo otros tantos decidieron salir con los chaps desde sus casas y caminar un par de cuadras hasta la acera de Niza, dónde se ubicó el local en el que se celebró el primer aniversario, importándoles muy poco que ese corte de pantalón cuya finalidad es levantar las nalgas, escandalizaba el paisaje tanto de bugas liberales como de homosexuales aficionados a las apariencias que no los hagan parecer degenerados.De algún modo, Maninfest vuelve a poner el tema de la tolerancia en una ciudad supuestamente acostumbrada a este acto, desde la fiesta y no como pose políticamente correcta.

La fiesta ocurrió en un ambiente de sudoroso minimalismo, sin chicas ni grandes derroches de tecnología que muchas veces suplen talento por espectacularidad. Las sesiones musicales fueron interesantes y gracias a Binomio (el dj estelar) la música no cayó en esos lugares comunes que se prestan a la jotería innecesaria y sobreactuada.

En muchos sentidos Maninfest es una versión defeña de eventos homosexuales donde se reverencia la virilidad a niveles sudorosos como el International Mr. Leathe de Chicago, las fiestas de Recon o el propio Folsom Street Fair de San Francisco, cierto, un tanto contenido, pero la falta de escenas fuertas dentro del Maninfest no es culpa de Christian. Serás que ni los homosexuales capitalinos están preparados para el siguiente paso de la libertad ganada. Aún así el concepto Maninfest fue lo suficiente original como para llamar la atención de algunos madrileños y parisinos que buscaron a Christian para hacer sinergias.

Gracias a Maninfest, México puede sacudirse un poco del tufo de Gloria Trevi o Christian Chávez como referentes del reventón gay nacional.

https://www.facebook.com/Maninfest?fref=ts

Twitter: @wencesbgay