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Me dijo la palabra Magic pero no le puse demasiada atención. El tipo era portugués o brasileño y tenía mucho acento. Me empezó a adoctrinar diciéndome que eso era muy fuerte, que tuviera cuidado y sobre cómo debía tomarlo. Yo no le estaba escuchando ni una sola palabra. No sé si decía que me lo metiera por la nariz, por la boca o por la oreja. Solo quería que se callara y me diera el puto gramo. Terminó. Lo agarré y dejé al hooligan subido en la mesa gritando. Fui al mañaneo en nuestro cuartel general por excelencia situado en la calle Fuencarral, el centro neurálgico donde nos veíamos las caritas las mejores piezas de museo que aún querían seguir de fiesta.Cogí mi droga nueva y la volqué sobre el coctel de colores que había en la mesa de la sala. Al probarlo alguien dijo: "¿Qué carajos es esto?" "Pues una cosa que acabo de conseguir". "¿Cómo se llama?". "Creo que Magic o algo así". ¿Por qué tantas preguntas? ¿Qué más da? Empezaron a quejarse de que sabía raro y que no les gustaba. Me encabroné porque no quisieron más y les dije: "Muy bien pues me lo voy a comer yo solo delante de ustedes y no le pienso dar a ninguno".Comencé a escuchar voces que me decían lo que debía hacer y a girarme para hablar con ellas. Intentaba contestar a preguntas que nadie me había hecho. Miraba al sol y él me miraba a mí. Las caras no eran caras y donde no había caras, las había.
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